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Salvar un minuto de cine

Luciano Castillo no solo ha documentado la historia del cine, sino que también ha contribuido a formar una mirada crítica más profunda en los públicos de Cuba y otras latitudes

Autor:

Félix A. Correa Álvarez

Luciano Castillo, uno de los más destacados críticos e investigadores del séptimo arte en Cuba, ha sido galardonado con el Premio Lucía de Honor en la más reciente edición del Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara.

Director de la Cinemateca de Cuba y Máster en Cultura Latinoamericana, Castillo ha dedicado su vida al estudio, la preservación y la divulgación del cine cubano y latinoamericano. Su firma ha acompañado durante décadas a publicaciones de renombre dentro y fuera de la Isla, y su magisterio ha llegado a múltiples generaciones gracias a su presencia en revistas especializadas, medios de comunicación y, más recientemente, a través del programa televisivo De cierta manera.

Con su pasión por el séptimo arte y su rigor investigativo, Luciano Castillo no solo ha documentado la historia del cine, sino que también ha contribuido a formar una mirada crítica más profunda en los públicos de Cuba y de otras latitudes.

«Recibir este galardón representa para mí un reconocimiento a vivir por y para el cine, con especial entrega a todo lo relativo al cine cubano de todos los tiempos. Como me jacto de ser una persona agradecida, quiero dedicarlo en primer término a Humberto Solás, por convocarnos tras gestar una obra maestra absoluta como Lucía, nada menos que su primer largometraje.

«En segundo lugar —aunque sin establecer jerarquía alguna— no sería justo si no mencionara al desaparecido camarógrafo e historiador, también camagüeyano, Arturo Agramonte. Mi deuda con el profe, uno de los fundadores del Noticiero Icaic, es inconmensurable, por haberme inoculado su pasión extrema por nuestro cine», expresó el crítico e investigador en entrevista exclusiva para Juventud Rebelde.

—Desde su perspectiva, ¿de qué manera cree que el cine y la crítica cinematográfica pueden contribuir a fomentar un diálogo más profundo sobre la identidad, la cultura y la realidad social en Cuba?

—Por supuesto que el cine y la crítica cinematográfica pueden, y deben, contribuir a fomentar ese diálogo cada vez más profundo que exige nuestra realidad social; en particular sobre temas esenciales como la identidad y la cultura, que no podemos soslayar. Este no debe ser un interés individual, sino uno que se proyecte y disemine en espacios como las universidades y en el fortalecimiento del movimiento de cineclubes, actualmente empobrecido en Cuba.

«Nuestro cine ha sido reflejo de esa realidad desde su conformación como movimiento, a partir del 24 de marzo de 1959. Es cierto que antes de esa fecha existía cine en Cuba (como demuestro ampliamente en el libro Cronología del cine cubano), pero no con la resonancia y fuerza que adquirió tras el triunfo de la Revolución y la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic)».

—En la era digital, ¿qué estrategias y herramientas considera fundamentales para la formación y empoderamiento de nuevos cineastas y críticos, y cómo ha evolucionado la Cinemateca de Cuba para adaptarse a estos cambios tecnológicos?

—Respecto al imperio del cine en plena era digital, hay que recordar que, durante mucho tiempo, diversas voces han anunciado su supuesta desaparición. Como en una «crónica de una muerte anunciada», se ha vaticinado una y otra vez el fin del cine. Sin embargo, este arte ha demostrado una extraordinaria capacidad de resiliencia. Gracias a la inteligencia creativa de sus grandes maestros, el cine no solo ha sobrevivido, sino que ha adquirido mayor fuerza y ha seguido aportando obras que hoy forman parte del patrimonio cultural de la humanidad.

«En el caso de Cuba, tenemos películas reconocidas entre lo mejor del cine iberoamericano, como Lucía, Memorias del subdesarrollo, La última cena, Suite Habana, Vampiros en La Habana, entre otras. En este sentido, el cine sigue siendo una gran fuerza cultural y espiritual.

«También es importante reconocer el papel de la Cinemateca de Cuba. No solo ha sabido adaptarse a los cambios tecnológicos, sino que los ha asumido plenamente mediante una programación diversa y de alta calidad. Si comparamos su programación con la de otras cinematecas del mundo, podemos decir con orgullo que contamos con un verdadero privilegio.

«Un rasgo distintivo de nuestra Cinemateca es que nunca fue elitista ni limitada a las grandes ciudades. Su museo ambulante del cine recorrió toda la isla, acercando el séptimo arte a los públicos más diversos.

«Todo esto responde a la máxima aspiración de Alfredo Guevara (de quien este año conmemoramos el centenario de su nacimiento): la creación de un espectador cualitativamente superior. De esa visión surgieron el movimiento de cineclubes, el cine móvil, la Revista Cine Cubano, el cartel cubano… un verdadero movimiento que luego se consolidaría con el único movimiento cinematográfico de carácter continental: el Nuevo Cine Latinoamericano, inconcebible sin el impulso decisivo del Icaic».

—El cine cubano ha desempeñado un papel vital como medio de expresión cultural y resistencia. ¿Cuál cree que es su legado más perdurable y cuáles son las líneas de evolución que considera necesarias para su futuro desarrollo?

—El legado más perdurable del cine cubano de todos los tiempos (es decir, el legado forjado por el Icaic desde hace ya 66 años) radica, sin duda, en haber aportado un conjunto de obras que forman parte del patrimonio cultural de la nación. Ese legado se extiende a todas las categorías: la ficción, el documental, la animación, y también al movimiento del cartel cubano de cine, un arte en sí mismo.
«Basta con observar un cartel diseñado por los nuevos creadores o por los clásicos para notar que no desmerecen en absoluto: mantienen el poder evocador y estético del cartel cinematográfico en su esencia más pura.

«Lo mismo ocurre con muchas de las películas cubanas que han nutrido el cine iberoamericano y continúan siendo objeto de estudio, restauración y difusión. Esta especie de renacimiento de determinados clásicos (impulsado por la restauración, tan necesaria como impostergable para la preservación del patrimonio cinematográfico) nos revela que esas obras siguen siendo acogidas con admiración en cualquier parte del mundo.

«Nuevos investigadores e historiadores del cine, así como cinematecas internacionales, compiten por contar con películas cubanas en sus colecciones. Son innumerables las solicitudes para exhibir no solo los clásicos ya restaurados de Humberto Solás, Santiago Álvarez o Sara Gómez, sino también la documentalística de Nicolás Guillén Landrián, recientemente rescatada gracias al ímpetu de Ernesto Daranas y al apoyo imprescindible de colaboradores internacionales, especialmente desde España. Esto nos habla de la solidez, la trascendencia y la vigencia del cine cubano, y nos obliga a pensar en las líneas de creación necesarias para su futuro desarrollo».

—¿Qué mensaje o consejo le gustaría transmitir a los jóvenes talentos y estudiosos del cine que buscan contribuir al enriquecimiento del patrimonio cinematográfico en Cuba?

—Los desafíos y oportunidades del panorama actual representan, sin duda, un verdadero reto. Un reto que no solo interpela a las nuevas generaciones, sino también a quienes, como nosotros, seguimos empecinados en estudiar el cine cubano en todas sus épocas: buscar datos, reconstruir pasajes, esclarecer las luces y sombras que envuelven cualquier historia cinematográfica.

«En este contexto, el mensaje es claro: hay que estudiar todo lo posible sobre cine, acercarse a él con pasión y profundidad. Porque el cine sigue siendo, hoy más que nunca, la más importante de todas las artes. Y no lo digo como consigna ni porque lo haya afirmado Lenin en su momento, sino porque continúa siendo un vehículo esencial, no solo para enriquecer la cultura popular, sino también para forjar memoria y pensamiento crítico.

«Es imprescindible velar por el enriquecimiento y la preservación del patrimonio cinematográfico cubano. No me canso de repetirlo, no como un lema vacío, sino como un llamado urgente: cada día que pasa sin una acción concreta para conservar ese patrimonio, es un día que juega en su contra. La fragilidad de los materiales de soporte amenaza con borrar parte esencial de nuestra historia audiovisual. Por eso, salvar incluso un minuto de cine es, en sí mismo, una victoria invaluable».

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