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Por las venas abiertas de la pobreza

La Escuela Latinoamericana de Medicina, creada en 1998, forma a un médico que no mira por el microscopio la geometría de un billete verde, sino la prevención de enfermedades, el alivio de los desvalidos

Autor:

Luis Hernández Serrano

«Antes de poner por primera vez un pie en Cuba escuché sobre esta tierra y esta obra revolucionaria un montón de calumnias, como esa de que las operaciones oftalmológicas de los médicos cubanos que llama Operación Milagro, son operaciones traicioneras que no curan, sino dejan a los pacientes ciegos».

Cuando Geoconda levantó la mano, comenzó a expresar sus criterios y nos dijo sus verdades, supimos que aunque solo tenía 19 años, esa era como una edad de «broma», no porque aparentara más edad, sino porque su madurez se va francamente por encima del almanaque.

Geoconda Malta Espinoza —nicaragüense de nacimiento y cubana de espíritu— es una de los 29 359 estudiantes de otras nacionalidades que cursan su pregrado en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). De ellos 9 342 del proyecto tradicional y   12 017 del nuevo para la formación de galenos latinoamericanos.

El también alumno de la ELAM, Luis Cisneros Botello, de Panamá, ha escuchado también otras distorsiones. «He oído también otras falacias, como la de que los cubanos se mueren de hambre y no pueden hacer lo que desean, por vivir en una especie de toque de queda constante, en medio de una disciplina social exagerada; que están bajo la presión cotidiana de andar todos uniformados, y que a los padres se les exige que sus niños tienen la obligación de aprender a disparar con pistolas y fusiles».

Realmente no esperábamos que los estudiantes de la ELAM abordaran ese asombroso tema de las barbaridades echadas a rodar sobre Cuba, a la vez obviando los éxitos cubanos en el ámbito de la salud pública.

«Hay gente ignorante del humanismo cubano que afirman que en Cuba se comen a los niños», refiere la estudiante Rayen Caquilpam, procedente de los pueblos originarios, concretamente de los mapuches chilenos.

«Es cierto que nuestra escuela cumple diez años de fundada, que no somos superhombres ni supermujeres, pero la ELAM está sirviendo para formar a un médico que no mira por el microscopio la geometría de un billete verde, sino que busca la prevención de las enfermedades, el alivio de los desvalidos y —con permiso de Eduardo Galeano—, observa las venas abiertas de la pobreza».

Lo anterior lo ha dicho Rafael Iraheta Castaneda, alumno del segundo año, nativo de El Salvador, hijo de un empleado y de una ama de casa, matrimonio pobre de la sufrida tierra del poeta Roque Dalton.

El joven agregó que el médico que aquí se forma no lleva un signo de peso en la retina, sino la idea de servir. «La ELAM está sirviendo, está funcionando, es todo un camino, tal y como el Comandante en Jefe Fidel Castro soñó que debía ser, no para comerciar con la medicina, sino para salvar vidas y promover esperanza y felicidad.

«Así es. No estudiamos aquí para cambiar nuestro rumbo y ser después dueños de una clínica, empresarios de la salud o magnates de la medicina privada. No vemos al paciente como un juguete o una alcancía para acumular dinero, sino como personas necesitadas de una mano amiga que los atienda, que impida que se enfermen, o para curarlos y evitar que sigan sufriendo abandonados, como hacen ahora mismo los médicos cubanos con los discapacitados en Bolivia, por ejemplo», aseguró Marlene Cárdenas Chirú, de 19 años, alumna de primer año, natural de Panamá.

Una coterránea suya, del mismo año, pero de 18 de edad, Cándida Cigarruista Samudio, apoyó el criterio de su condiscípula y lo enriqueció: «Lo que nosotros queremos hacer cuando nos graduemos de médicos, es lo que hacen los galenos cubanos que prestan ayuda a nuestros compatriotas del territorio panameño de Veragua. Ellos no atienden a mis hermanos para sacarles billetes del bolsillo, sino para darles salud».

«Como en mi familia no podían seguirme costeando los estudios de Medicina, porque los libros son muy caros en mi país, vi los cielos abiertos cuando supe que podía venir a Cuba, y aquí soy completamente feliz, porque mis padres son pobres», comenta Nancy Durante Viera, con 24 años, de Paraguay.

«¿Usted cree que yo puedo regresar a mi tierra, luego del sacrificio del Gobierno de este país bloqueado para hacernos médicos, olvidarme de esa abnegación y abrir una consulta particular, con el ánimo de enriquecerme? Eso sería como ponerle una trampa o una emboscada al sueño de la ELAM, de Fidel y de la Revolución Cubana. Estoy aquí para honrar la blancura de mi futura bata de médico, que es la pureza, que es el sentimiento, que es la solidaridad, que es el color de la paloma de la paz», enfatiza Durante Viera.

Dos estadounidenses

Por el testimonio de dos estudiantes neoyorquinos —hijos de latinoamericanos que emigraron a Estados Unidos— precisamos que en la actualidad hay 110 estudiantes de Medicina de esa nación en Cuba, 49 en la ELAM (36 mujeres y 13 hombres) y el resto en otras provincias cubanas.

«Soy del centro de la ciudad de Nueva York, donde nací el 4 de diciembre de 1985, y estoy en segundo año de la carrera aquí. Mis padres nacieron en República Dominicana y emigraron hace años a Estados Unidos. Hablo el español y el inglés. Cuando estaba en segundo grado, me mandaron a hacer un dibujo y me pinté vistiendo una bata blanca de médico. Ya soñaba con estudiar Medicina, solo que en mi país natal es sumamente caro hacerse médico; por eso estudio aquí», explica Ian Fabián.

«Les aclaro que no persigo ganar dinero, sino ganar cariño de mis futuros pacientes. El afecto vale más que los billetes de banco. ¡Es la mayor riqueza del hombre! Nosotros a partir de nuestra graduación perseguiremos el dolor, no el dólar. Mi mamá es doctora en Medicina y mi padre es un camionero que transporta el pan. Yo, para tomar algo de los dos, espero transportar el pan más sabroso que existe, que es el de la salud».

El otro joven norteamericano es Damián Joel Suárez, nacido en el Bronx, de padre ecuatoriano y madre dominicana.

«Estudié mecánica un tiempo en la Universidad de Rutgers y ahora Medicina en esta escuela, que no tiene igual en el mundo. Somos ahora en la ELAM estudiantes de más de 50 países, unidos por el mismo objetivo de servir a la humanidad. Aquí aprendemos lo mismo, comemos lo mismo, dormimos en las mismas camas, tenemos los mismos profesores, 520 en total, entre fijos y adjuntos», expresa.

Dicen que han podido conocer en detalle que el centro se inició el 15 de noviembre de 1999 con una matrícula de 1 933 estudiantes de solo 18 países y que ya ha graduado a 7 200 médicos en las cinco promociones, desde 2005 a la fecha.

«La humildad de los profesores cubanos, su deseo de hacer de nosotros buenos médicos, nos compromete a no buscar otra recompensa futura que no sea el sabor de cumplir con el deber», reafirma Damián. Después Ian dice: «Serviré como médico adonde mi conciencia me mande, que será junto a los norteamericanos más pobres».

Los dos estadounidenses recuerdan que «Cuba, bloqueada hace casi 50 años, ha logrado, por ejemplo, una tasa de mortalidad infantil inferior a la de Estados Unidos, que es el país más poderoso del planeta. Mientras en nuestra enorme nación alcanzamos 6,3 fallecidos por cada mil niños menores de un año nacidos vivos, en vuestra Isla, asediada, a la que no se le autoriza vender ni una sola aspirina, tienen 4,7 de mortalidad en su infancia», precisan.

«Hay regiones en nuestra tierra donde funcionan varios hospitales muy modernos, con tecnología de avanzada, sofisticada, pero con una tasa de mortalidad infantil superior a la del promedio nacional. Y ¡contando solo la de los niños blancos, porque se oculta la estadística de los pequeños de piel más oscura. Los médicos negociantes o comerciantes de la salud, no llegan nunca adonde mueren los niños de mayor pobreza», aseguran.

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