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Quien fue a Mantilla, ganó la silla

En el gimnasio Orbeín Quesada, ubicado en el barrio Mantilla, del municipio de Arroyo Naranjo, se imparten clases de lucha grecorromana y libre a niños de 8 a 14 años de edad, quienes ya figuran como talentos del mañana

Autores:

José Luis López
Thays Roque Arce

Érase una vez un barrio nombrado Mantilla, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo, cuyos habitantes han seguido siempre al pie de la letra los pormenores de los deportes de combate.

Allí radica el gimnasio Orbeín Quesada, en el cual, antes, se entrenaba en boxeo, judo, y el que, desde hace cuatro años, se remodeló para la práctica de la lucha grecorromana, merced al denuedo del profesor Lázaro Chávez Cruz y de un grupo de padres.

Como atleta, Chávez fue campeón provincial —de la antes Ciudad de La Habana— en las divisiones de 57 y 62 kilogramos. Por eso, no ha sido casual que sus discípulos, comprendidos entre las edades de 8-9, 10-11 y la nueva categoría de 12-14 años, exhiban trofeos de monarcas en eventos provinciales y nacionales.

La plantilla de la vetusta instalación es de 32 chicos, entre los que se incluyen cuatro féminas pese a que ellas solo compiten en lucha libre. Y los muchachos que allí entrenan, desde las 5:00 hasta las 8:00 p.m, provienen de las escuelas aledañas, entre ellas la Pedro Nieves y la Miguel de Cervantes.

«Para fabricar el modesto colchón, resolvimos aserrín de goma en el Cotorro y lo cubrimos con una lona, a la cual le hicimos luego las marcas pertinentes», aseveró Chávez a JR.

Durante el tiempo que dura la clase, en el local se respira la vitalidad de los pequeños. Desplegados a lo largo del colchón, ensayan todo tipo de ejercicios para el calentamiento del cuerpo. Desde los más chicos hasta los mayorcitos, comparten las prácticas con mucha seriedad, aunque mezclada con risas, juegos y la alegría característica de estos «gladiadores enanos».

Actualmente el grupo se encuentra en la etapa precompetitiva, en la cual «el profe» hace hincapié en los planteamientos técnicos a partir de los duelos pactados. El campeonato provincial capitalino de lucha greco se dirimirá el venidero mes de mayo.

«De septiembre a diciembre, desarrollamos la etapa de preparación física general, en el gimnasio rústico que trajimos de la empresa del Inder radicada en Playa. Allí, los niños hacen barras y paralelas para fortalecer los músculos», expresó el técnico.

«Gladiadores enanos» al colchón

El gimnasio ya cosecha sus primeros campeones, quienes destacan como cantera segura de los talentos del mañana.

En el grupo, responder quién es el luchador grecorromano al que más admiran en el mundo se vuelve cosa fácil: el campeón del orbe Mijaín López. Aunque algunos exclaman, con la espontánea gracia inherente a los niños, que para llegar a ser como él, todavía les falta mucho por comer.

Tal es el caso del pequeñín Paulo Osorio Rodríguez, quien a sus tempranos 9 años, exhibe dos títulos de campeón provincial en su categoría.

«Tenía 6 años cuando empecé a practicar lucha grecorromana aquí. Mi mamá me trajo en cuanto se enteró de las clases. Con el profe he aprendido muchas cosas, entre ellas las técnicas del combate, como son los suplés, desbalances, volteos y el pase atrás», nos comenta el menor, orgulloso de las enseñanzas de su tutor.

«Fui campeón provincial a los 8 años. En una de las prácticas que diariamente hacemos, el profe vio cómo tumbé con un volteo a un niño más alto que yo. Cuando terminamos me dijo que fuera a la casa a buscar la tarjeta de menor, que iba a competir en un torneo importante». Y así se despidió Osorio, sonriente y orgulloso de sus escasos, pero bien colocados, centímetros de estatura.

Como un diamante en bruto que promete llegar a ser de altos quilates, Chávez nos presenta a su alumno más aventajado, Luis Mourdoche Arrechea, quien, con 11 años, siente el orgullo de ser dos veces campeón nacional y provincial en la categoría 10-11.

«A mí me gustan todos los deportes, me hubiera podido apuntar en cualquiera, pero cuando el profe Chávez fue a la escuela a hacer las captaciones y explicó cómo era la lucha, sin pensarlo dos veces me apunté. Tenía 8 años cuando empecé.

«La oportunidad de competir en eventos nacionales y enfrentarme a niños de otras provincias me ha enseñado mucho, porque están muy bien preparados. Siempre digo que competir es una oportunidad para poner en práctica lo que uno aprende. Como capitán del equipo, me preparo y hago todo lo que el maestro indica. El trabajo que él hace con nosotros es muy importante y entre las cosas que nos enseña está ser disciplinados. Bueno, ¡al menos en la escuela lo somos!», dice mientras dibuja una sonrisa en su cara.

El movimiento deportivo en la base deviene materia prima vital para el buen desarrollo de la pirámide del alto rendimiento. Osorio y Mourdoche son ejemplos fehacientes de esta inagotable «mina» de talentos. ¡Enhorabuena!

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