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En el punto rojo del colimador

La empresa Suchel-Cepil Juan Antonio Márquez, de Ciego de Ávila, donde se producen los cepillos dentales para todo el país, amplía su cartera de productos con la mira puesta en la sustitución de importaciones

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— Aquí no hace ruido. A diferencia de otras naves de la empresa Suchel-Cepil Juan Antonio Márquez, el sonido ensordecedor de las máquinas es sustituido por unos silbidos ocasionales y fuertes. Sus trabajadores parecen olvidarse de esos sonidos; aunque no es así.

Alejandro Rivero Pérez ahora cubre un turno en la línea de fabricación de conos de hilo. Su atención está en el silbido de la máquina. Cuando ella lo emite, seis conos caen en un cesto inmenso y él abre la puerta.

«Hace seis en 32 segundos —dice mientras coloca los materiales en los moldes».

No dice más y sigue el paso imperturbable de la máquina. A esta hora, en plena mañana de julio, lo que pudiera caracterizar a esta nave es el calor, y ese olor penetrante, como de plásticos cocinados a fuego lento en los hornos que parecen tener en sus cuerpos de metal estas máquinas que no descansan. Porque es así. La Juan Antonio Márquez, perteneciente al Ministerio de la Industria Ligera, es la fábrica que nunca duerme.

Hecho en Cuba

Fundada por el Che el 13 de febrero de 1963, la Juan Antonio Márquez es célebre por varios motivos. Uno de ellos es su eterna vigilia. A las 11 de la noche de cualquier día, al traspasar la verja de entrada, el visitante escucha el ruido de las máquinas y siente el olor a polietileno caliente.

Otra cosa notoria es la producción de 12 millones de cepillos dentales al año, que son comercializados en las redes de tiendas de artículos industriales del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN).

Sin embargo, la tercera razón, quizá la menos conocida —aunque no la menos importante—, sea su implicación en el proceso de sustitución de importaciones del país.

«Para este año el interés en la sustitución de productos comprados en el exterior se concentra en la fabricación de escobas para el MINCIN y los vasos plásticos usados por Cubana de Aviación», explica Gianni Bello Campos, director general de la entidad.

En el caso de los recipientes usados por la aerolínea cubana, antes debían comprarse en Holanda y la República Popular China. El precio de un millar de vasos oscilaba alrededor de 36 dólares. La entidad avileña comercializa hoy el millar a 32 centavos.

«De forma general, el proceso de sustitución de importaciones permite adquirir nuevas tecnologías, avanzar en una cultura de la calidad del producto, crear empleos y contar con mano de obra calificada; y esas premisas se han podido apreciar en nuestra empresa», expresa Bello Campos.

El ciclo se cierra

La Juan Antonio Márquez es una entidad sustituidora de importaciones. Años atrás ella inició la elaboración de las palanganas, escobas, cubos, trapeadores y cepillos destinados al sector de la salud, que antes debían comprarse en la República Popular China y que representaban valores por encima de los 250 000 pesos en divisa.

A su línea de artículos plásticos ahora se le añaden otras producciones como el sacudidor de techo, trapeadores, jarros plásticos, carretes y conos de hilo. Algunos de ellos permiten un encadenamiento con otras empresas de la Industria Ligera y del sector agrícola, con lo que se logra cerrar ciclos productivos dentro de la economía cubana.

Laritza Stoute Rosa, directora de Ventas de la Juan Antonio Márquez, explica que los convenios para producir conos y carretes de hilo con la textilera Desembarco del Granma, en la provincia de Villa Clara, permitirán que esa entidad reinicie de forma sostenida sus producciones después de la retirada del proveedor extranjero.

«Nuestros suministros de conos y carretes a la Desembarco del Granma forman parte de los convenios entre empresas de la Industria Ligera. En estos momentos ya se entregan de forma segura los conos», informa Laritza, quien agrega que en el año la línea puede superar el millón 200 mil carretes, cuya fabricación debe estabilizarse en septiembre.

Otras de las producciones, como las cubetas plásticas de tres litros, se logran a partir de negociaciones con la industria alimentaria para envasar la salsa de mayonesa y las pastas de tomate. O con la Empresa de Cultivos Varios La Cuba, la cual presenta sus producciones de vegetales encurtidos para el turismo y la población, en moneda nacional, en los recipientes fabricados en la Juan Antonio Márquez.

Todos los artículos deben atravesar un proceso de calidad evaluado por la Consultora Internacional Lloyd’s Register. Por eso, una de las garantías de la fábrica se encuentra en una sala refrigerada, de color azul. Allí radica el laboratorio de la empresa. Los técnicos, con batas azules, toman unas lupas y revisan en detalle los productos extraídos como muestras en las líneas de producción.

«Los “pelitos” de las escobas y cepillos deben contarse —dice la ingeniera Susel Mendoza Acuña, especialista del área de calidad. Las primeras deben tener entre 21 y 24 filamentos por orificio; los segundos, entre 20 y 23 por hoyo además de estar bien alineados. Los recipientes, por su parte, no deben tener vetas o faltarles un pedazo. También a los cepillos se le deben hacer las pruebas de carga para medir si realmente sus cerdas tienen resistencia».

Lizbeth Cordero Vega, también especialista de calidad, explica que estos son algunos de los requisitos. «Constantemente los inspectores traen las muestras. Si encontramos un defecto, tenemos potestad para todo. Incluso —y señala el teléfono— para detener la producción de una línea… aunque se ponga brava la fábrica entera. Pero si está mal, la detenemos. ¿Qué le parece?»

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