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Llegó a cien y persigue los 120 años

Armando Nicolás atribuye su longevidad a haber tenido una existencia rodeada de la naturaleza, respirando aire puro, en medio de una vida sana, sin exageraciones, y gracias al afecto y la unidad de la familia

Autor:

Luis Hernández Serrano

«Llego a un siglo con esta salud que usted ve, por el vigor genético de mis ancestros, la tranquilidad con que he vivido y el cuidado de mi familia toda».

De este modo podríamos resumir el diálogo cordial con el cubano que está frente a nosotros, sosteniendo, con visible emoción, un papel en colores que muestra el número cien.

Nació en diciembre de 1911 en Sagua de Tánamo, Oriente, hijo de José Jesús Loforte Siverio, dedicado al comercio, y de Filomena Cuenca Ramírez, ama de casa.

«Lo más importante que he hecho en mi vida es ser la semilla primigenia, con todo el amor del mundo, de ocho hijos (seis del primer matrimonio y dos del segundo) y de 17 nietos, 19 bisnietos, tres tataranietos y un chozno que pronto nacerá», comenta sonriente este hombre, que espera llegar a los 120 años.

«Ojalá que ustedes mismos, que son del periódico de los jóvenes cubanos, vengan a ese cumpleaños dentro de dos décadas, pues Gardel dijo que 20 años “no es nada”, ¿no?».

Armando Nicolás confiesa que ha hecho de todo lo noble, sano y decente que una persona puede hacer en la vida y «ahí están los míos, que no me dejarán mentir. Todavía tengo esta vitalidad que ustedes han comprobado, pues me vieron venir caminando normalmente hasta ustedes, desde el fondo de la casa, hasta la sala, solo, sin bastón alguno, sin que me falte ni el aire, ni la memoria y estoy dispuesto a mostrarle mi fe de bautismo, si dudan de mi edad.

«Dionisio Remigio Loforte Murgaví, hermano de mi abuelo paterno, nació en Italia en 1834, hijo de Lorenzo Loforte y de Francisca Paula Murgaví, italianos que emigraron a Estados Unidos y nunca vinieron a Cuba».

Cuenta que Josué Loforte Murgaví fue un antepasado italiano que vino a Cuba y se casó con Petronila Siverio. Murió en 1887. Su padre nació el 11 de enero de 1875 y se casó con su madre el 2 de marzo de 1898.

«Fundamentalmente me he dedicado al comercio; tuve bodegas y aún tengo una finquita allá en Oriente. Vivo feliz y me cuido bastante, para arribar a la meta propuesta, con fuerza suficiente como para volver a verlos».

Armando atribuye su longevidad a haber tenido una existencia rodeada de la naturaleza, respirando aire puro, en medio de una vida sana, sin exageraciones, y del afecto y la unidad de la familia.

«¡Los espero!», sostuvo al despedirnos, rodeado de globos, en la casa de la calle San Pablo, entre Santa Catalina y Falgueras, en el municipio de Cerro, La Habana.

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