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Tuxco asistido

El buque escuela Carlos Manuel de Céspedes, de la Academia Naval Granma realizó una maniobra de prestación de ayuda a un buque averiado, como parte del entrenamiento a los guardiamarinas que realizan el bojeo a la Isla

Autor:

Sonia Regla Pérez Sosa

Una llamada desde el Tuxco hasta el puente de mando del buque escuela Carlos Manuel de Céspedes cambió el despertar matutino de este lunes. Avisaba al capitán de navío Lázaro Hernández Barrera, subdirector de la Academia Naval Granma, el inicio de una maniobra de prestación de ayuda a un buque averiado, como parte del entrenamiento a los guardiamarinas que realizan el bojeo a la Isla.

La noticia impactó. Nadie esperaba tal maniobra antes de entrar al puerto de Matanzas. El próximo marino en enterarse fue el teniente de navío Yoslandy Ramos Moreno, comandante del Carlos Manuel de Céspedes, quien sin perder un minuto les esclareció la misión a sus tripulantes.

La ansiedad recorrió todo el barco. Comenzaba el día y el mar tenía fuerza dos. El viento del noreste encrespaba las olas, moviéndolas peligrosamente a 3,5 m/s, a ocho millas de la costa. ¿Habría motivos para alarmarse?

Lo que antes llegaba en susurros, poco a poco se hizo palabras y después oraciones. «¡Ocupar puestos para preparar maniobra de remolque!», fue la orden. Quienes estaban a esa hora en el comedor sintieron que el buque disminuía velocidad, hasta casi detener máquinas.

Minutos después, tras ser divisado el Lambda a babor, comenzaron a escucharse constantes pisadas sobre las planchas de acero, acercándose hacia la parte posterior de la cubierta. Y al llegar, de inmediato tuvieron confirmación del hecho.

La aproximación por sotavento, para facilitar la maniobra de recibir el cabo de remolque, resultó un momento tenso, a pesar de tener todo previsto para impedir una colisión entre los buques.

Aunque casi todo el personal estaba en la cubierta superior, solo los diestros marineros, desde la popa, aferraron cabos, e hicieron alguna que otra señal de entendimiento o interrogación.

Constituye esta una maniobra peligrosa realizada con el buque en movimiento, en la cual, si no existen la debida coordinación y práctica oportuna, cualquiera puede llevarse un mal recuerdo a casa.

Desde el puente, se expande la voz del navegante a través del Carlos Manuel, permite la comunicación continua con el comandante y transmite las órdenes de este hacia otros departamentos de combate. Al mismo tiempo, la radio permitía consultar la situación en el otro barco.

Al darse el cabo, este se hizo firme en el Tuxco, y rápidamente se comenzó a dar máquina avante hasta lograr una tensión favorable para el remolque, teniendo en cuenta la marejada.

Como animal abatido se veía el Lambda a 200 metros. Un «pata de gallina» fue el nudo escogido para halarlo. A partir de ese instante, se estableció una velocidad de cinco nudos y se ordenó la instalación de marcas de tope en el mástil de proa.

Fue imprescindible entonces establecer en la popa una guardia para evitar que los cabos dados se suelten o el buque remolcado se arrime en demasía.

Al terminar la maniobra se retoma el rumbo para continuar la travesía hacia Occidente. Mientras tanto, los guardiamarinas y demás tripulantes miran cómo el barco se aleja dejando un cabo de salvamento.

En la noche, según el Código Internacional de Señales Marinas, se encenderán dos luces blancas con un alcance de visibilidad de tres millas en todo horizonte, indicando que se realiza un remolque superior a cien metros.

Así se acercarán estos buques de instrucción a la bahía de Matanzas en la madrugada, superando uno de los primeros peligros en los cuales se piensa cuando se está en alta mar: quedar sin gobierno.

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