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Fidel y su huella infinita

El programa humanitario cubano de atención médica gratuita a los niños afectados por la catástrofe nuclear de Chernobil nació precisamente cuando la Isla sufría escaceses de todo tipo. Pero ni Cuba ni Fidel le viraron la espalda a esas personas enfermas, necesitadas de cariño y atención médica especializada

Autor:

Hugo García

Matanzas.— Su acento extranjero la distingue dentro del grupo. Los pasos son suaves. Todos avanzan pensativos y en silencio bajo los portalones del Gobierno Provincial para rendir tributo póstumo a Fidel. Ella es una de las privilegiadas que lo conoció, que habló con él, que sintió su mano encima del hombro…

Lo conoció en 1991, en el Hospital Ortopédico Frank País, donde su niña Cristina, una de las víctimas del accidente de Chernobil, era atendida desde 1990.

«Mi niña estaba afectada por las radiaciones del accidente del 26 de abril de 1986, el más intenso de la historia según la escala internacional de accidentes nucleares», recuerda Lilia Levina de Hernández, una ucraniana que ha echado raíces en el entorno cubano.

El programa humanitario cubano de atención médica gratuita a los niños afectados por la catástrofe nuclear de Chernobil nació precisamente cuando la Isla sufría escaceses de todo tipo. Pero ni Cuba ni Fidel le viraron la espalda a esas personas enfermas, necesitadas de cariño y atención médica especializada.

«Un día el Comandante apareció de pronto a las siete de la noche, me preguntó cómo me sentía, si me faltaba algo, le dije que todo estaba bien, insistió en que si necesitaba cualquier cosa me dirigiera al doctor Rodrigo Álvarez Cambras y le dije que él me atendía a la niña.

«Mi niña es el único caso en la provincia de Matanzas y fue sometida en Cuba a numerosas operaciones, 13 en total, porque en Ucrania los médicos me dijeron que nunca caminaría.

«Agradezco a Cuba que mi hija camine y la posibilidad de crecer como ser humano y profesional. Con una niña con tantas dificultades motrices, pude realizarme como músico y compositora, ingresar al Instituto Superior de Arte y graduarme de licenciada.

«Cuando empezó el plan para los niños de Chernobil, Fidel acudió al aeropuerto, el 29 de marzo de 1990, a recibir al primer grupo. El compromiso con Ucrania era de diez años para atender a diez mil niños, pero a los 15 años nuestro Gobierno decidió no seguir con el programa.

«Eso fue muy impactante; sin embargo, Fidel publicó una nota que decía que Cuba seguiría ayudando a los niños de Chernobil. Ningún país ni ningún dirigente hizo eso. Ahí también se expresa su grandeza, humanismo y el cariño que sentimos por su figura universal.

«Siempre me impactó su solidaridad sin fronteras; gracias a Fidel miles de ucranianos estuvieron durante años viniendo a curarse de diversas dolencias en Cuba. Hasta se rehabilitó un campamento de pioneros en la localidad de Tarará, en las afueras de La Habana, con el propósito de convertirlo en hospital para las víctimas de leucemia y otros tipos de cáncer, alopecia, trastornos sicológicos y neurológicos...

«La huella que deja Fidel en el mundo es infinita. Vive y vivirá. Esta es mi segunda patria y todo lo que pueda aportar para su desarrollo lo haré. Los cubanos tienen la tremenda suerte de haber disfrutado de un líder único como Fidel».

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