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Yo soy de allí, donde se muere

Henry Reeve recibió su primer ascenso como Sargento de segunda el 13 de junio de 1869. Participó en más de 400 acciones de guerra y fue herido numerosas veces

Autor:

Hugo García

A sangre y pólvora ganó su primer ascenso. El 13 de junio de 1869 se sonrojó cuando le colocaron las insignias de Sargento de segunda. A los 19 años de edad, por su mente no pasaba que tiempo después se ganaría por su arrojo los grados de General de Brigada, el 10 de diciembre de 1873, con los que cayera combatiendo en Yaguaramas.

Un legado de solidaridad y heroísmo envolvió la vida del Brigadier General del Ejército Libertador de Cuba, Henry Mike Reeve Carroll, quien con el sobrenombre de Henry Earl desembarcó en la Isla y que luego sería conocido como Enrique en sus primeras campañas o por El Inglesito en las jornadas mambisas finales de su vida.

Nació en Brooklyn, Nueva York, el 4 de abril de 1850, en medio de un hogar de la clase media estadounidense. Su padre Alexander Reeve prestaba servicios presumiblemente en una parroquia protestante de Brooklyn. Su madre era Maddie Carrol y tenía dos hermanas.

Su adolescencia coincidió con las grandes convulsiones sociales de Estados Unidos durante la guerra civil de secesión entre el Norte y el Sur, que culminaría con la abolición de la esclavitud. Participó modestamente, al sentar plaza de tambor, del lado antiesclavista e industrial del norte. Por su edad, sólo pudo intervenir en los últimos años de esa confrontación armada, que indudablemente debió proporcionarle madurez y experiencia, creándole criterios e inquietudes sociales, y sobre todo, un arraigo abolicionista, recoge el investigador Gilberto Toste Ballart en su libro Reeve, El inglesito.

Concluida la guerra civil norteamericana, comienza a trabajar de tenedor de libros en un banco de su ciudad natal, ya que había adquirido una buena educación. Los acontecimientos sociales en los que se vio envuelto le desarrollarían precoces inquietudes en esa dirección que no le permiten estar al margen de los sucesos de su tiempo.

Tres años más tarde, al llegar de Cuba los ecos de la revolución del 68, abandona el empleo y define su vocación.

Impulsado por sus ideas y simpatías por la causa revolucionaria comenzó las gestiones para incorporarse a las filas mambisas. Abandonó clandestinamente su hogar y se alistó en la expedición del vapor Perrit, que llegó a Cuba en mayo de 1869. Cuentan que cuando le preguntaron por qué se enrolaba, respondió: «Porque ustedes son patriotas». Y al cuestionársele «¿Y usted, de dónde es?» Reeve fue categórico: «De allí donde se muere».

Excepcional joven

No me sorprendió cuando Fidel dijo públicamente que el contingente médico llevaría el nombre de Reeve en memoria de aquel excepcional joven combatiente norteamericano que murió luchando por la independencia de Cuba, un merecido homenaje, expresó el Máster Faustino Gómez Brunet, un estudioso de la gesta independentista.

En su libro Matanzas: suma y reflejo de una historia 1868-1898, Gómez Brunet ofrece una detallada investigación sobre la época en que Reeve invadía el territorio matancero, causando daños de todo tipo a las tropas españolas.

El Máster Danilo Martínez Carmenate, investigador del Museo Oscar María de Rojas, confirma que un cuerno de res, que fue utilizado como cornetín por la tropa de Reeve, se encuentra entre las piezas que atesora esta institución.

«Investigamos si la usó él personalmente o si era de su tropa, pero sí hay certeza de una jícara que se expone de forma permanente en sala que perteneció a Reeve y que donó Tomás Fernández de Cossío, en 1913», asegura Martínez Carmenate, quien escudriña en los valiosos fondos documentales con la esperanza de que un día aparezca alguna carta o manuscrito original de Reeve.

Igualmente, en el Museo Provincial Palacio de Junco se encuentra una tarja de mármol que rinde homenaje al insigne joven general de brigada, y que estuvo expuesta en las áreas del Parque Zoológico de la ciudad.

Pavor de los españoles

Aprendió el idioma español con un ejemplar incompleto de Don Quijote de la Mancha confiscado en un asalto, aunque llegó a usar, como apuntó Manuel de la Cruz, con desembarazo y correcta dicción hasta los cubanismos más selváticos.

Para participar en la guerra de independencia de Cuba se enroló en la expedición del vapor Perrit con el nombre de Henry Earl y el cargo de soldado ordenanza del general Thomas Jordan, jefe de esa expedición que desembarcó el 11 de mayo de 1869 por la península de El Ramón, en la Bahía de Nipe, en la costa norte de la provincia de Oriente.

Ese día sostuvo el primer encuentro con el enemigo y cinco días más tarde su bautismo de sangre en la propia región de desembarco. El 20 de mayo los expedicionarios tuvieron un encuentro con el enemigo en El Canalito y poco después el combate de La Cuaba, cerca de Holguín, donde los expedicionarios se vieron obligados a retirarse. En otro enfrentamiento, Reeve cayó prisionero el 27 de mayo de 1869, junto a otros combatientes, y fue sometido a la pena de fusilamiento en masa. Los cuatro impactos de bala que recibió durante la ejecución no fueron mortales, por lo que logró escapar.

Deambuló durante dos días con un grupo de patriotas que lo condujo al campamento de El Mijial, donde se encontraban las fuerzas del entonces general de brigada Luis Figueredo, a su vez bajo las órdenes de Ignacio Agramonte. En marzo de 1870, Reeve hizo su ingreso en el primer escuadrón de caballería de la brigada norte de Camagüey, bajo el mando del general de brigada Cristóbal Acosta.

El 16 de abril de 1870 fue nombrado jefe de la sección de exploración. En marzo de 1871 pasó a subordinarse directamente al mayor general Ignacio Agramonte, en la caballería camagüeyana. El 28 de mayo de 1871, después de haber sido herido en Hato Potrero y de combatir en La Entrada y El Mulato, participó en el rescate del entonces general de brigada Julio Sanguily, el 8 de octubre.

El 29 de noviembre de 1872 en el transcurso del combate de El Carmen, una herida en el abdomen lo obligó a permanecer dos meses inactivo. De las secuelas de esta herida estuvo padeciendo hasta su muerte. Acompañó a Ignacio Agramonte en el combate de Jimaguayú, donde este cayera el 11 de mayo de 1873. En esa ocasión tomó el mando de la división para entregarlo, ocho días después, a Manuel Sanguily.

En julio de 1873 se subordinó al nuevo jefe de Camagüey, mayor general Máximo Gómez, quien el 27 de julio lo nombró jefe de la caballería de la primera división.

En el combate de Santa Cruz del Sur, el 28 de septiembre de 1873, cuando se enfrentaba a un cañón español que provocaba estragos a la caballería mambisa, recibió heridas graves en una pierna, por lo que lo trasladaron al hospital de sangre de Ciego de Najasa. Este hecho fue descrito por el coronel mambí Ramón Roa Travi: «Un artillero español le disparó (a Reeve) su carabina a quemarropa, hiriéndolo gravemente, lo cual no impidió que, herido y todo, dirigiera una carga sobre un grupo enemigo que se echaron mar adentro, en demanda de unos botes».

La herida le inutilizó la pierna derecha para siempre y lo envió al hospital por el resto de 1873 y parte de 1874. Convaleciente, recibió las estrellas de brigadier. Tras cerca de seis meses se reincorporó a filas y se le adaptó una prótesis metálica a la extremidad afectada, que había quedado más corta. También hubo de crearse un dispositivo que lo mantuviera firme sobre su cabalgadura.

El 20 de junio de 1874 recibió el mando de la primera división y el 4 de julio resultó herido en la mano y en el pecho durante un combate cerca de Puerto Príncipe.

Reeve quedó al mando de las fuerzas en Camagüey, pero poco tiempo después solicitó al gobierno que le permitiera participar en la invasión. Después de autorizado, el 5 de octubre de 1875, pasó a Las Villas para incorporarse a las fuerzas de Máximo Gómez, en Ciego Potrero, Sancti Spíritus. Este lo nombró jefe de la segunda división que abarcaba a la jurisdicción de Cienfuegos y el Occidente de Cuba.

Sobre Henry, Gómez expresó: «Reeve es de un carácter puramente militar, une a un valor probado, una rectitud y seriedad poco comunes en su modo de mando. De ahí que sus soldados a la vez de un respeto profundo le quieran como un padre».

El 30 de octubre cruzó el río Hanábana con un escuadrón de caballería para penetrar a la provincia de Matanzas, convirtiéndose en la vanguardia del contingente invasor. Poco después reorganizó la brigada de Colón y se puso al frente de ella.

Atacó más de 50 ingenios. Aparecía y desaparecía para pavor de los españoles, dice Toste Ballart.

Caída en combate

Cuando Reeve desplegaba una importante campaña entre los territorios de Colón y Cienfuegos en agosto de 1876, supo que en las cercanías del poblado de Yaguaramas estaba el enemigo. Salió a su encuentro y en desigual combate, ordenó la retirada; mientras cubría a su tropa recibió primero una herida en el pecho y otra en la ingle. Derribado del caballo, recibió otra en el hombro y cuando el enemigo derribó su caballo, sin el cual no podía valerse, su ayudante le ofreció otra bestia, pero la rechazó y siguió defendiéndose con un machete en la mano y en la otra un revólver hasta que, agotadas las fuerzas y las municiones, se dio un tiro en la sien para no caer vivo en manos del enemigo.

Sobre este hecho dijo el historiador de La Habana, Dr. Eusebio Leal Spengler: «Impresionaba el disparo en la sien, como símbolo del valor y el decoro militar, los tiros de la ejecución fallida en la caja torácica, y la marca de otras tantas magulladuras. Pero sobre todo la pierna, la pierna deshecha, atada con cueros y varillas de metal, que sostenía a aquel nuevo batallador de la antigüedad en su concepto».

Al morir contaba con 26 años de edad de los que dedicó siete de su juventud a la causa de la libertad de Cuba, exalta Toste Ballart.

Un grupo de patriotas cubanos escribirían a la madre de El Inglesito, luego de su caída en combate: «Movido de sus generosos impulsos, pisó estas playas, joven y fogoso legionario de la libertad, sin más títulos que su ardoroso entusiasmo y su firmísima resolución de luchar por la independencia de Cuba, a la que desde entonces adoptó y amó como su patria».

Fuentes:

_ Reeve, El inglesito, del investigador Gilberto Toste Ballart.

_ Matanzas: suma y reflejo de una historia 1868-1898, del Máster Faustino Gómez Brunet.

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