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Buzos «termoeléctricos»

Un grupo de buzos labora incesantemente en la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras para liberar de escombros los dos túneles que comunican el mar con la piscina

Autor:

Hugo García

MATANZAS.— Estos hombres pasan muchas horas en silencio. No porque quieran, sino porque su oficio conlleva concentración y fuerza física. Debajo del agua el lenguaje casi siempre es de señas. La desesperación ante cualquier emergencia es la principal enemiga.

Solitarios, a veces toman decisiones salvadoras en el mar. Encima del risco están sus acualones, caretas, ropas, celulares, agua, un termo con café… El sol los castiga y se protegen a la sombra de los rompeolas de 15 y hasta de 40 toneladas que fueron movidos por la furia del huracán Irma, como fichas de dominó, en la Central Termoeléctrica (CTE) Antonio Guiteras.

El paisaje es desolador, de muchos escombros por todos lados, pero también hay mucha gente involucrada en la ardua labor de eliminar esos impedimentos en áreas como la casa de agua de mar o los canales de salida.

Fondeada casi junto a la orilla, se encuentra una grúa flotante de la Empresa de Obras Marítimas (EOM), que cuenta con una jaiba para extraer del fondo las piedras que los buzos marcan.

Todo resulta peligroso, pero ellos saben de riesgos y asumen las medidas de seguridad, tanto debajo como fuera del agua. El ambiente es de consagración y optimismo.

Bajo el agua

Las piedras que han marcado en el fondo del mar tienen un gran tamaño.

Rafael Alfaro Alonso, buzo industrial de la EOM, confirmó que el viernes comenzó la extracción en el mar de los obstáculos más grandes, que tapaban  las entradas de los conductos de los túneles hacia la piscina de enfriamiento de la planta.

«Este sábado empezamos a extraer el material dentro de los conductos. Es incómodo, son piedras más pequeñas, todo manual, y el buzo tiene que trabajar más, exponerse a más riesgos, en un espacio de confinamiento de 1,20 metros por dos de alto, y solo uno libre de apenas 70 centímetros; además de que son diez metros de largo y nos encontramos a ocho o diez metros de profundidad», revela Alfaro.

Los buzos tenemos experiencia en esta rama en el país e internacionalmente, añade Alfaro, quien posee 15 años en la profesión y 40 de edad.

«Cada experiencia es única, pero hemos sacado barcos hundidos y hasta hemos soldado averías en lo más hondo, refiere con modestia.

Esta vez, en las profundidades, llenan cestas metálicas de las piedras y otros objetos sólidos para sacarlos con la grúa flotante de 45 toneladas que está anclada precisamente a la entrada de los túneles.

«Bajamos y hasta que el aire comprimido no se nos acabe no subimos», dice  y aclara que hay que descansar para estas intensas jornadas y mantener una disciplina alimentaria que incluye no tomar bebidas gaseadas antes de bajar ni hacer esfuerzos físicos fuertes antes de bucear.

Comentó que hacen ejercicios para estar preparados, como el escape libre: echar al chaleco el poco aire comprimido que quede en los botellones y subir más rápido.

«Siempre pienso en Andrea, mi niña de cinco años. La familia se preocupa», cuenta mientras confirma que existe seguridad y que se cuidan unos a otros, que trabajan en dos turnos y en parejas en cada canal, y que aproximadamente están bajo el agua una hora y 20 minutos.

Solidaridad en el fondo marino

Andy Esel Díaz Fernández, jefe de la brigada y con ocho años en la Empresa, elogió la labor de sus compañeros en tan difíciles condiciones: «El peligro siempre está presente en la actividad de buceo», confiesa, y agrega que en este caso si estás dentro de un túnel es más peligroso.

«Como el túnel es pequeño, entra un buzo y sale con un poco de material que vamos echando en la cesta, el otro buzo lo vigila todo el tiempo, y lo sostiene con una cuerda guía», expone Andy.

«Compartimos la jornada por parejas, los de arriba vigilamos a la que está sumergida y le alcanzamos lo que necesiten», precisa.

«Este trabajo lo hemos hecho en otras ocasiones, pero no de esta magnitud», refiere Carlos Castelo Alberti, quien estuvo en el 2002 en la CTE Antonio Guiteras.

«En aquella ocasión limpiamos los canales para el mantenimiento general de la planta, pero no había la cantidad de escombros de ahora. Aquella experiencia nos ayudó a saber cómo son los túneles y cómo funcionan.

«Considero que la complicación más grande es la visibilidad debajo del agua, tanto en el túnel como en la piscina; aunque llevamos linternas, a veces nos molesta porque estamos escombreando al tacto, debes tener las manos libres para sacar las piedras y cabillas sumergidas», explica Castelo.

Este grupo de profesionales del buceo llegó a la CTE el martes de la semana anterior, el miércoles se lanzaron al agua para la primera inspección en la piscina y por el lado del mar y se valoró la magnitud del trabajo.

Andy añade que el viernes se adelantó bastante, se dragó esa zona para descubrir las piedras que no se veían y que son enormes.

«Tenemos que trabajar con rapidez porque los nortes y frentes fríos son de esta época, y eso nos impediría las labores por las marejadas», dice.

Son seis: Castelo, Andy, Alfaro, Erick Ramos, Denis Díaz y Humberto Valdés, y el chofer José Antonio Serret. El grupo de buzos labora incesantemente para en el menor plazo posible liberar de escombros los dos túneles que comunican el mar con la piscina, que también tienen que limpiar.

Ya este martes 19 se afanaban en retirar los escombros que impedían cerrar la compuerta de la piscina de tranquilización, para que los especialistas comenzaran la extracción de las dos bombas de la casa de circulación de agua de mar, que necesitan ser revisadas y a la vez recibir mantenimiento.

La grúa flotante de 45 toneladas

Andy Esel Díaz Fernández, jefe de la brigada, resalta la necesidad de laborar con rapidez.

Rafael Alfaro asegura que, a pesar de la experiencia, cada trabajo es único.

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