Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

«¡Hasta la vista, compay!»

Hacer un acto en el camino siempre es recomendable, sobre todo si se trata de un breve descanso para reorganizarse y continuar

Autor:

Jorge Alberto Piñero (JAPE)

Hacer un acto en el camino siempre es recomendable, sobre todo si se trata de un breve descanso para reorganizarse y continuar. Eso será lo que ocurrirá con Los Regañones, que luego de 72 ediciones casi ininterrumpidas, coge «un diez» para volver a la carga.

Cuando comencé este proyecto, con la idea de mostrar a algunos autores que desde el periodismo hacían humor del más preciado, hilarante e identitario costumbrismo, pensé en un «paquete» de unos 25 o 30 capítulos. Año y medio después realmente ha sido fascinante este recorrido por el humor cubano de todos los tiempos, conservado en cuentos, artículos, crónicas... Impreso en los más variados formatos de revistas, periódicos y hasta en las más valiosas selecciones agrupadas en disímiles volúmenes.

Lo más interesante es que más de 70 «capítulos» después aún quedan en el tintero muchos nombres y seudónimos de autores cuya información encontrada sobre su vida y obra es apenas considerable e incluso nula. Algunos que no pude localizar y otros, como el caso de la querida periodista y colaboradora del dedeté y otras publicaciones Mercedes Carrillo (Pucha), esposa inseparable de nuestro querido caricaturista René de La Nuez, que me fue imposible obtener información en las redes o contactar con algún miembro de su familia.

No obstante, los que la conocieron en sus años de incansable laborar, junto a Nuez, saben que parte de su obra, dedicada al humor literario, es profunda y distintiva. Por eso, quiero cerrar esta «primera temporada» con uno de sus textos publicados en el eterno suplemento de humor del periódico Juventud Rebelde, el dedeté.

Agradezco a muchas personas su gentil y comprometida colaboración. Amigos como Laidi Fernández de Juan, Martirena, Félix Julio, Ares, Laz, Adán, Lema, el director de Palante, que desde sus archivos en recuperación brindó siempre ayuda solidaria a este espacio, y muchos otros que hicieron posible que Los Regañones ganara en simpatizantes cada semana. Considero, modestia aparte, que esta página de los viernes aportó un pequeño granito a distinguir y homenajear a muchos creadores de lo mejor de la cultura cubana de todos los tiempos. Nombres que, con su obra y mirada infinita, desde el humor, contribuyeron a la formación de lo que hoy, con orgullo inmenso, llamamos cultura nacional.

Creo que mi objetivo principal se ha logrado. Demostrar que el humor, el buen humor, como lenguaje autóctono y popular, sigue siendo la herramienta más eficaz de la comunicación. Es lamentable que cada vez esté más ausente de nuestros medios y que para muchos sea como un demonio portador de la disidencia, al cual hay que tener controlado.

Los Regañones seguirá siendo ese lugar, ese espacio donde la combinación de reír y pensar será siempre la mejor manera de mostrar inteligencia, será el camino expedito para decir la verdad y acercarnos a la realidad sin miedos ni ambages.

En esta momentánea despedida me viene a la mente una frase muy popular nacida de aquellos antiquísimos «cartones» que iluminaron la infancia de los que ya dejamos atrás medio siglo y más: «Nos vemos en la próxima caricatura»; no obstante, y porque otra vez rindo homenaje a uno de los grandes del humor, el cine, la historia y la gráfica cubana, prefiero decir simplemente: «¡Hasta le vista, compay!».

Sugerencia

 

Un día de fin de semana a Soroa significa muchos placeres. Se sale en el ómnibus que tiene el Intur para pasar diez horas de maravilla en ese bello paraje, comenzando por el Orquideario, subiendo y bajando lomas y escaleras como si fuera un entrenamiento o una prueba ergométrica y regocijando su vista con las miles de plantas y flores que allí se dan como la verdolaga.

Las orquídeas son variadísimas: las hay desde la Zapatilla de Alicia Alonso hasta la Orquídea Negra, pasando por la palomita para nosotros y para los brasileños como Isaura y Leoncio, hasta la del Espíritu Santo.

Puede bañarse en la azulísima agua, limpia y llena de la piscina y, desde allí, admirar los penachos de las lomas, los pinos casi junto al agua, en fin, el hermoso paisaje.

Del almuerzo no se puede pedir más sabroso en lugar acogedor. Nuestra excursión se acompañó de otras mesas donde se deleitaban cubanos, húngaros, españoles, soviéticos, mexicanos y alemanes. Todos bailamos rumba, conga y comparsa con la música del conjunto y en la competencia de Todo el mundo baila ganó un húngaro… con tremendo ritmo, para que se enteren.

Hay quien cuando se baja del ómnibus marca en la tienda y se queda hasta que abren el establecimiento. Hay gente para todo. Así se pierden la caída de la cascada y el ambiente arborescente. Y cogen un multicolor pulover con su letrero de camping igualitico al que yo compré una hora más tarde sin hacer cola. Había buen surtido. Una se extasía viendo a Rodolfo, el chino haciendo los pajaritos de yarey que vienen convoyados con un sombrero.

Si usted no compra el sombrero no puede obtener pájaros de yarey para la jaula de mentiritas que tiene en su hogar. Y el chino es inconmovible. A ningún precio, óigalo bien, se deja caer con el pájaro solo… usted tiene que ponerse su sombrero de yarey con la pareja de pájaros y su correspondiente carolina (flor que se pone encima del asiento de un taburete y baila sola).

Entonces se dispone a dar un paseo impregnada de su espíritu bucólico. Y considera que debe llenar su casa de macetas, aunque tenga que poner los helechos en el refrigerador y echar agua bien fría a los cactos para mantener el microclima exclusivo de Soroa. Sus pasos la llevan a la tienda de artesanía y, ¡zas!, las macetas de barro, brillantísimas, que dicen Cuba y se ven muy finas y ornamentales. Decide comprar diez, porque son a uno 20 y nunca las había visto más baratas.

Llega a su hogar llena de felicidad. Y pretende sembrar maticas en las macetas, como es natural. Pero… ¡Oh, sorpresa!... las macetas no tienen hueco. Y son diez. Los conocedores saben que una maceta sin hueco es antimata. Y malanguitas en el agua… ¡no!... ¡no!

Todo se nos viene encima cuando comprendemos que ahí están las macetas esperando por un fin de semana entero para abrir los diez huequitos.

Porque ese trabajo es muy delicado; se puede rajar su macetica y romperse el sueño, y además recuerde que usted no tiene berbiquí y solo cuenta con un cuchillo y un clavo.

Sugerencia: ¿Por qué no venden el huequito aparte?

Mercedes Carrillo (Pucha), dedeté 1984

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