Instructora de arte por pasión y vocación, Jenny alterna su labor cultural con la de trabajadora por cuenta propia. Autor: Michel Guerra/periódico Invasor Publicado: 15/06/2025 | 12:33 am
CIEGO DE ÁVILA.— Estos días, el nombre de Ciego de Ávila resuena en noticias alentadoras, como si un soplo de buena suerte hubiera decidido, por fin, visitar estas tierras. Primero, los Tigres se coronaron campeones de la 3ra. Liga Élite del Béisbol Cubano, y entre los avileños se respiró un ambiente que parecía presagiar otros buenos augurios. Poco después, llegó un segundo triunfo: el equipo masculino de softbol ganó el campeonato nacional y dio a la patria chica una segunda alegría en la semana.
No habían pasado ni ocho horas y Ciego de Ávila volvía a ocupar titulares: la provincia fue anunciada como sede del acto nacional por el aniversario 72 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el próximo 26 de julio. Claro, ganar este reconocimiento no significa que el terruño carezca de problemas e insatisfacciones, o que la crisis económica no nos muerda como al resto de los cubanos, o que hayamos descubierto la fórmula milagrosa para multiplicar los panes y los peces.
En todo caso, es una oportunidad para reflexionar sobre cuánto nos falta por hacer y, sobre todo, para honrar el esfuerzo diario de quienes empujan este país y, entre apagones, desconexiones y «no hay», dan lo mejor de sí, aunque la noche anterior el calor y los mosquitos les hayan robado el sueño.
Así piensa Hanoi Castro Reyes, estudiante de 6to. año de Medicina y futuro cirujano. Para él, sería injusto no reconocer el empeño de médicos, enfermeras, laboratoristas y otros tantos
trabajadores de la salud que se sobreponen para cumplir su labor con los pocos recursos disponibles y brindar la mejor atención posible a los pacientes y sus familiares.
«Es un ambiente de mucho estrés, ya sea en el hospital, el policlínico o el consultorio. Aunque falten medicamentos o insumos, nuestra misión es proteger la salud y la vida. Pero para muchos es una pasión, algo que nos hace sentir útiles. Por eso no dudamos en entregar tiempo y energía», comenta.
Una convicción parecida guía a Alejandro Fidel Barrios Rodríguez, trabajador de la Aduana General de la República en el Aeropuerto Internacional Jardines del Rey, en Cayo Coco. Con solo 18 años y un sinfín de proyectos por delante, carga sobre sus hombros —como el resto de sus compañeros— una responsabilidad enorme: vigilar y controlar que no ingresen al país sustancias u objetos peligrosos.
Alejandro ha perdido la cuenta de los viajes al Cayo, de las jornadas interminables, de las drogas incautadas; pero no olvida la satisfacción de cumplir con su deber, el de contribuir a que las calles sean un poco más seguras.
Para Jenny Rodríguez Brito, instructora de arte y gestora del Café Barquito, en la Casa del Joven Creador, ayudar a los demás y hacer las cosas con dedicación y cariño es una filosofía de vida. Quienes la conocen destacan su entrega a cada proyecto, su afán por promover la cultura cubana y, ahora, por ofrecer un servicio de calidad.
«La clave está en ser parte de la solución, no del problema», asegura Jenny. «No importa el trabajo que tengamos: si lo hacemos con responsabilidad y amor, seremos verdaderamente útiles».
Ninguno de ellos habla espontáneamente del próximo acto por el 26 de Julio o de la sede ganada por la provincia; no es un tema que ocupe sus conversaciones. Pero basta escucharlos hablar de sus ideales, de su día a día, de lo que hacen y lo que aspiran a lograr, para entender que las epopeyas, como la materia, no se crean ni se destruyen: solo cambian de forma. En jóvenes como Jenny, Alejandro y Hanoi, y en tantos otros avileños —y cubanos— laten incontables Moncadas cotidianos, heroicos y anónimos. Solo hace falta descubrirlos… y multiplicarlos.