Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuba ante el mundo en nuestros principios constitucionales

Con visión latinoamericanista y caribeña, tercermundista y universal damos basamento al Capítulo II de la nueva Carta Magna que los cubanos nos construimos

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

Los cubanos nos estamos dando una nueva Constitución. El Proyecto que ya debate el pueblo de manera espontánea en las esquinas, los hogares, los centros laborales y grupos de condiscípulos o amigos, tendrá un análisis más detallado y profundo a partir del 13 de agosto, cuando aportemos nuestros criterios, propongamos adiciones, supresiones o nuevas formulaciones, lo que requiere una lectura bien pensada, madura, tanto del Preámbulo como de los 224 artículos que contiene el documento, avance de la que será nuestra Ley Magna.

De sus 24 capítulos, me asomo a uno que casi constituye una excepción en las Constituciones del mundo: el Capítulo II: Relaciones Internacionales.

Pocos son los países que establecen como principios y valores de la nación, aquellos que rigen sus vínculos con el resto del mundo. Estos se dejan al vaivén de los acontecimientos mediatos y a las posiciones político-ideológicas y hasta de los intereses económicos del grupo de poder al frente del Gobierno.

Por el contrario, Cuba ha sentado las bases de sus relaciones internacionales en la construcción de un mundo mejor siempre posible. Sus principios y valores estaban en la máxima Ley vigente, y se ratifican y amplían en la propuesta para este presente y para el futuro contexto internacional.

Un repaso a los cuatro artículos del texto nuevo que será sometido al análisis del pueblo, nos adentra en los elementos cambiantes, no para dejar atrás principios, sino para añadir las posiciones cubanas ante las circunstancias en las cuales vive este planeta, sometido a desmanes de todo tipo que lo ponen y nos ponen en peligro extremo.

Cuba, cubanos y cubanas y nuestra Constitución por venir, asumimos la parte de responsabilidad que nos toca y promovemos, para lograr ese equilibrio del mundo al que nos convocó Martí, el entendimiento de las relaciones internacionales entre los Estados, las reglas del orden mundial, la legalidad en las relaciones internacionales.

Ciertamente, no está en el Preámbulo del nuevo texto este párrafo que sí formó parte de la Constitución de 1976: «APOYADOS en el internacionalismo proletario, en la amistad fraternal, la ayuda, la cooperación y la solidaridad de los pueblos del mundo, especialmente los de América Latina y del Caribe». Sin embargo, tales propósitos siguen siendo cimientos en la política exterior cubana.

Un capítulo en los fundamentos políticos

En la nueva Carta Magna propuesta, las relaciones internacionales —considero— toman una mayor jerarquía al ser el Capítulo II el de los Fundamentos Políticos de la Nación, del Estado socialista de Derecho, democrático, independiente y soberano, y los artículos pasan de dos a cuatro por esa ampliación conceptual ante las cambiantes circunstancias mundiales.

Son 19 párrafos, y no de mera palabrería, sino de preceptos para cumplir y respetar que incluyen el antimperialismo, el internacionalismo, la búsqueda de la paz sin distinción del tamaño de los Estados que deben practicarla —poderosos, grandes o pequeños—. Una paz basada en el respeto a la independencia, la soberanía, el derecho a la libre determinación de los pueblos, la integridad territorial de los Estados y los principios proclamados en el Derecho y los Convenios Internacionales.

De manera específica ese derecho a la libre determinación está expresado —dice el texto— «en la libertad de elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones».

Dos fundamentos se reafirman en la Constitución que no hacen más que recoger la práctica consecuente de Cuba para la región y el segmento del mundo de los que formamos parte: la voluntad de integración y colaboración con los países de América Latina y del Caribe, y la unidad de todos los países del Tercer Mundo.

Pero ese equilibrio del mundo lo subvierten el imperialismo, el fascismo, el colonialismo, el neocolonialismo, el racismo, las muy diversas formas de discriminación, las fuerzas de la agresión y de la guerra. De ahí que nos estemos pronunciados contra la injerencia, la intervención directa o indirecta, la agresión armada, el bloqueo económico, comercial y financiero y cualquier forma de coerción económica o política que amenace la integridad de los Estados.

Como alternativa a esas formas de dominación, de pretensión de imponer el hegemonismo político, financiero y militar, la Constitución que los ciudadanos nos daremos promueve la multipolaridad en las relaciones internacionales, y a la vez que calificamos de crimen internacional la guerra de agresión y conquista, reconocemos la legitimidad de las luchas por la liberación nacional, y la resistencia armada a la agresión, y considera su deber internacionalista solidarizarse con el agredido y con los pueblos que combaten por su liberación.

Sin embargo, Cuba ha caminado en la intención de construir una nueva relación con Estados Unidos, que solo puede reportar beneficios mutuos, pero sin renunciar a los principios de la Revolución, ni hacer concesiones de soberanía e independencia, ni ceder en la defensa de las causas justas y el apoyo a los países hermanos; aunque ese camino abierto el 17 de diciembre de 2014 ha encontrado, con la nueva administración, escollos que parecerían insalvables, pero los preceptos constitucionales que tenemos y los renovados llaman a concentrarse en lo que acerca a ambas naciones y no en lo que las separa, promoviendo el beneficio de ambos países, como lo ha postulado más de una vez Raúl.

Un elemento novedoso en el Proyecto está en el artículo 17, en el cual se propone que «Lo prescrito en los tratados internacionales ratificados por la República de Cuba se integra al ordenamiento jurídico nacional, conforme a lo establecido en la ley».

Ante los peligros y retos

Hay elementos del contexto internacional que requieren ser recogidos en la Ley de leyes cubana, como se propone, para atemperarla a los tiempos que corren, con sus peligros y retos: la protección y conservación del medio ambiente y el enfrentamiento al cambio climático, el establecimiento de un orden económico internacional más justo y equitativo y la erradicación de los patrones irracionales de producción y consumo.

Al mismo tiempo, resulta imprescindible hoy la condena al terrorismo, en particular el terrorismo de Estado, de ahí que promovamos también el desarme general y completo, la no existencia y uso de armas nucleares y de exterminio en masa, la ciberguerra y el empleo de nuevas armas, incluyendo las autónomas —esas que los avances tecnológicos permiten operar sin intervención humana y que constituyen un cambio profundo en la manera de librar las guerras, pero igualmente transgreden el Derecho Internacional Humanitario.

Ese mundo abierto por los avances tecnológicos y las diferencias sustanciales que dejan a su paso arrollador entre los poderosos y los menos desarrollados, implica también una postura de Cuba, que defiende la democratización del ciberespacio y, además, condena su uso con fines subversivos y desestabilizadores, y sobre otro aspecto relacionado, se hace explícito el rechazo a la violación del derecho irrenunciable y soberano de todo Estado a regular el uso y los beneficios de las telecomunicaciones en su territorio, conforme a la práctica universal y a los convenios internacionales que ha suscrito.

Inalterables quedan los basamentos de las relaciones cubanas con los países que edifican el socialismo: la amistad fraternal, la cooperación y la ayuda mutua, para construir la nueva sociedad; y con los países de diferente régimen político, social y económico, las relaciones son y serán de amistad, de respeto y observancia de las normas de convivencia entre los Estados y que estos principios sean recíprocos.

Las propuestas de la nueva Constitución ratifican la postura de siempre de la Revolución Cubana en sus relaciones internacionales: el respeto mutuo, la igualdad soberana, la independencia y la defensa de la paz.

Nos daremos una Constitución que en las relaciones internacionales tiene una inspiración martiana y fidelista, por su visión latinoamericanista y caribeña, tercermundista y universal.

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