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En la apoteosis de enero de 1959

Burt Glinn fue el primer fotógrafo extranjero que llegó a Cuba para reportar gráficamente el triunfo de la Revolución. «Aquello no fue un reportaje, fue una verdadera revolución y una de las mayores aventuras de mi vida», comentaría más tarde

 

Autor:

Tubal Páez Hernández

Por el aniversario 60 de la Revolución, la Dirección de Comunicación de la Asamblea Nacional seleccionó este año como tema gráfico dos fotos de gran valor histórico y artístico: la clásica imagen de Korda con Fidel y Camilo en la entrada a La Habana, el 8 de enero de 1959, y otra tomada frente al parque Leoncio Vidal, de Santa Clara, por el estadounidense Burt Glinn, el día 6.

La de Glinn, menos conocida en Cuba, es la segunda de una pareja de instantáneas: en la inicial, las personas congregadas tienen la expectativa reflejada en sus rostros y en la otra, segundos después, estallan de alegría cuando aparece Fidel en la tribuna.

Frente al parque Leoncio Vidal, de Santa Clara, el fotógrafo estadounidense Burt Glinn, en una pareja de instantáneas, captó a las personas congregadas con la expectativa reflejada en sus rostros y en la otra, segundos después, cuando estallan de alegría al aparecer Fidel en la tribuna. Foto: Burt Glinn

Burt Glinn fue el primer fotógrafo extranjero que llegó a Cuba para reportar gráficamente el triunfo de la Revolución. Trabajaba para la Agencia estadounidense Magnum y era un destacado profesional del lente, que había estudiado Literatura en Harvard.

Las crónicas lo sitúan en un encuentro festivo el 31 de diciembre de 1958 en Nueva York. Allí le comentan que en Cuba Batista prepara la huída, pues tienen información de que el dictador estaba empacando millones de dólares robados para llevárselos con él.

Los relatos coinciden, además, en que con la misma ropa que llevaba puesta y 400 dólares prestados, Glinn sacó los pasajes y desembarcó en Boyeros al amanecer del día siguiente. Sería la única vestimenta que usaría en Cuba, arrastrado por el torrente alucinante de un pueblo que en la Isla rompía sus cadenas y deliraba ante los vencedores.

«Aquello no fue un reportaje, fue una verdadera revolución y una de las mayores aventuras de mi vida. Las escenas me recordaban a las que conocía de la liberación de París. No dormimos ni comimos regularmente ni nos bañamos en el viaje de nueve días... Pero fueron grandes días», comentaría más tarde.

Las escenas que captó en La Habana reflejan el dramatismo de las primeras horas de enero. Las tropas de Camilo y Che no habían llegado a la capital, estaba en marcha un intento de escamotear el triunfo al Ejército Rebelde, Fidel llamaba por radio a la huelga general, y las milicias revolucionarias se esforzaban por controlar las calles, evitar cualquier exceso y enfrentar a los represores batistianos en fuga, como los que se atrincheraron en La Manzana de Gómez.

Se incorporó a la Caravana de la Libertad en Santa Clara, junto a otros reporteros nacionales, entre los cuales estaba el joven Luis Báez, enviado por el diario cubano Avance. En medio del clamor de la ciudad se ve al destacado periodista cubano, libreta de notas en mano, avanzar junto al jeep que conduce a Fidel. La apoteosis de la entrada a La Habana del líder de la Revolución, también fue registrada por los lentes de las cámaras de Glinn, una de ellas cargada con películas en color.

Fidel, sentado a una de las mesas principales del Palacio Presidencial. Foto: Burt Glinn

Tiempo después, muchos le preguntaban al fotógrafo norteamericano cómo es que en todo momento estuvo tan cerca del jefe guerrillero, incluso en la visita al Palacio Presidencial, cuando pudo hacerle una foto a Fidel, sentado a una de las mesas principales del recinto (portada de su libro Cuba 1959); la razón, según respondió, fue su visible entusiasmo por reportar aquellos acontecimientos.

Precisamente a la salida se produjo un momento mágico, cuando la muchedumbre reunida afuera abrió una senda en su interior para que Fidel pudiera llegar hasta el Malecón y continuar su recorrido hacia Ciudad Libertad. Aquellos instantes no escaparon tampoco al lente del fotógrafo.

Por supuesto, Burt Glinn no fue el único fotorreportero que testimonió gráficamente aquellos días; otros también lo hicieron, como Perfecto Romero, combatiente de la Columna del Che, que ya estaba en el huracán guerrillero que barrió a la dictadura.

Burton Samuel Glinn había nacido en Pittsburg, Pensylvania, el 23 de julio de 1925, y murió, a los 83 años, en abril de 2008.

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