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¡En cinco siglos es el primero!

El reconocido meteorólogo José María Rubiera Torres, por muchos años jefe del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, aseguró que la juventud es el principal capital humano de nuestro pueblo para recuperar y salvar la ciudad

 

Autor:

Luis Hernández Serrano

«En los casi 500 años que va a cumplir La Habana de fundada, no se había conocido un tornado en la capital como el del domingo 27 de enero; pero enseguida salió al mar, se disipó, y solo es ya una historia trágica y dolorosa», comentó a Juventud Rebelde el reconocido meteorólogo José María Rubiera Torres, por muchos años jefe del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología.

En su casa del municipio de Diez de Octubre —el también Doctor en Ciencias Geográficas, licenciado en Meteorología, académico de Mérito de la Academia de Ciencias y Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba—, devela algunos de los testimonios de ese día.

«Estaba tranquilo aquí —a cinco días de haber sido mi cumpleaños— y mi esposa me dijo que el cielo tenía un color extraño. Salí a verlo y le dije: ¡ahí hay una rara baja presión que es necesario observar sin falta!», señaló.

Recordó que los tornados que él conoció cuando hizo prospecciones de uno en zona rural de Catalina de Güines, siendo joven, en los años de 1970, tenía solo cien metros de diámetro. Y recalcó que como era tan chiquito, tenía un gran poder, y pasó entre tres viviendas e hizo un surco en la tierra, como una trocha…

El lunes —al otro día del suceso— Rubiera Torres recorrió con algunos meteorólogos los principales puntos por donde «se movió» o «viajó» el fenómeno. «Luego de una evaluación llegamos a la conclusión de que el primer punto en que tocó tierra fue en el Casino Deportivo, donde los daños son leves en comparación con los de otros lugares.

«Avanzó hacia el este-nordeste; luego se inclinó al nordeste; cruzó por Cubana de Acero; pasó por la intersección de Mayía Rodríguez con Santa Catalina; atravesó Diez de Octubre y Luyanó; luego la parte sur de Regla; siguió por el borde de la Refinería Ñico López; la fábrica de galletas Albert Kuntz, y después salió casi al nordeste. Pasó al norte de Berroa, azotando este punto con fuertes vientos.

«El área de influencia en el primer punto donde tocó tierra era inicialmente de 500 metros de ancho, pero al pasar por Mayía Rodríguez ya su área de influencia era de 700 metros y los mantuvo en buena parte de su recorrido, hasta que al llegar justamente al norte de Berroa, empezó a debilitarse y la influencia de los vientos abarcó un kilómetro.

«Es decir, pasó más debilitado y salió al mar por aquel punto. Mantuvo entonces su circulación, pero más ancha, no tan sólida, ni tan vigorosa, y su espacio de salida hacia el mar, al este de Alamar, determinó que en ese reparto habanero no hiciera casi daño alguno.

«El recorrido del tornado comprendió 11,5 kilómetros. Empezó a las 8:26 p.m. y terminó de azotar a las 8:42. Un total de 16 minutos. Fue muy rápido: a 42,5 kilómetros por hora de velocidad promedio», señala.

En el centro de los tornados (muy chiquitos) las presiones son bajísimas. Rubiera le dio nombre al fenómeno. Como son tan raros, dice que se le puede denominar al del domingo El Tornado de La Habana, porque nunca antes ha cruzado por la capital uno de ellos.

«¡En cinco siglos es el primero! Su debut y despedida resultó dura, dolorosa y triste para toda Cuba, para muchos países amigos, aunque sobre todo para los habaneros. Por supuesto que resultó una enorme pérdida las vidas humanas, pero, además, se suponen pérdidas en lo material de millones de dólares», puntualiza.

Un efecto inevitable

No pocas personas se han preguntado en estos días por qué los tornados no tienen nombre propio. Y esa también fue nuestra pregunta al reconocido meteorólogo. «Nadie se los ha puesto. No es algo de todos los días. Son más bien de poca frecuencia, y cuando por un lugar cruza uno, puede transcurrir cualquier cantidad de años para que surja otro. El nombre genérico de tornado proviene del latín tonare, que significa girar.

«Los tornados pueden ser muy fuertes, con vientos que van bajando de la nube a la tierra, y como tienen gran velocidad en un aire con una humedad muy alta, entonces se produce la condensación de esa humedad en pequeñas goticas y entonces se les ve su estructura cónica», señaló.

«El campesino cuando veía esa nube de embudo, le llamaba “rabo de nube”. (La canción conocida de Silvio Rodríguez describe justamente un tornado). Meteorológicamente cuando este fenómeno atmosférico no llega a tierra, es un “rabo de nube”, pero cuando la toca, es un “tornado”.

«¿Tromba marina? Es un fenómeno muy parecido al tornado, como un primo hermano. Al verla es casi lo mismo, pero la génesis de ambos procesos es distinta. La formación del citado embudo es diferente en la tromba marina. Y los tornados de tierra son mucho más fuertes que aquellas», detalló.

Rubiera Torres mencionó algo sumamente curioso. El 27 de abril de 1979 en La Habana Vieja llovieron pececitos, crustáceos, conchas, caracoles, algunas algas, provenientes del mar, porque en un frente frío se formó una zona de gran inestabilidad que creó una tromba marina. En tierra se desbarató, por estar en suspensión.

«En la tromba marina, como en el centro de un tornado, —aclaró el especialista— hay muy baja presión. Tal como sucede cuando uno absorbe un refresco con un tubito plástico absorbente, el agua del mar es succionada dentro de la tromba: se forma una columna de agua y por eso era que los viejos pescadores cubanos decían que la nube bajaba a tomar agua.

«Para clasificar o medir el daño que provoca un tornado se emplean unas escalas específicas, porque no hay anemómetro (instrumento que mide la velocidad del viento) que resista ante estos fenómenos, y solo se calcula su velocidad real en forma indirecta.

«La manera de nombrar hoy su fuerza o velocidad es relativamente nueva, se denomina Fujita-Mejorada… o Escala EF, según los daños que ocasionan. Debido a su intensidad no se puede fijar con exactitud su velocidad o la presión del viento, como sí se logra con los huracanes. El Profesor T. Theodore Fujita, de la Universidad de Chicago, creó un sistema para medirlos a partir de sus estragos. Los números eran antes de F-O a F-5… ahora es de EF-O a EF-5 (La E alude a enhanced, que en español significa mejorada).

«Un EF-4 como este tornado de La Habana, va de 267 a 322 kilómetros por hora. Uno de los catálogos dice que deja los autos virados, volcados, bocabajo, arranca árboles, tumba postes, mueve rastras, destruye viviendas, etcétera, como vimos que hizo en la ciudad de La Habana el devastador tornado del domingo 27 de enero.

«Lo que más me ha impresionado de este tornado del domingo es ver cómo viró, cómo volcó los automóviles y otros vehículos y uno de ellos quedó parado verticalmente», señaló el experto, quien añadió que «la guagua cuyos cristales se rompieron en estampida hacia fuera, ocurrió porque el tornado le pasó por al lado y la presión dentro del ómnibus (con las ventanillas cerradas), era distinta a la del centro del tornado y se dio un efecto inevitable».

Ni con tijeras ni con tiros

Contó el reconocido especialista que los campesinos decían que un «rabo de nube» se podía cortar con una tijera o con un disparo. «En San Antonio de Río Blanco donde nací el 22 de enero de 1946, un amigo me dijo que en la década de 1940 una persona intentó disolverlo con un tiro de su revólver, y la bala pronto cayó y lo mató. Es peligrosísimo intentar cortar un tornado con un tiro, un complejo fenómeno. Y es infantil tratar de disiparlo frente a una intensidad de vientos de más de 300 kilómetros por hora.

«Los tornados son invisibles en su origen hasta que arrastran polvo y otros materiales de las llanuras y se hacen visibles como un gran torbellino o remolino cónico. Se ven como una estrecha columna de aire que gira y se desplaza a rápida velocidad y se extiende desde la tierra hasta la base de una nube o de un conjunto de ellas.

«Son verdaderas columnas de aire que rotan con suma violencia y pueden destruir edificaciones y hasta crear escombros y objetos puntiagudos que vuelan peligrosamente. En general están asociados a frentes fríos, huracanes o líneas de creciente inestabilidad atmosférica, un viento a modo de enormes remolinos de nubes con masas de aire descendentes y ascendentes», apunta.

Según Rubiera Torres el tornado dura pocos minutos. «Este sorpresivo del domingo duró bastante tiempo. El de Bejucal recorrió siete kilómetros y duró nueve minutos, sobre una región rural. No se puede pronosticar un tornado, aunque no se puede decir tampoco que no volvería a ocurrir.

El tornado es un remolino inmenso, pero un huracán es más grande todavía: aunque son fenómenos de la atmósfera de escalas diferentes, ambos rotatorios, hay algunos que no se ven, ni se oyen sus ruidos típicos, porque van dentro de un gran huracán y el viento del fenómeno mayor no deja ni verlos ni escucharlos.

Luego, Rubiera subrayó: «Teniendo en cuenta la concentración de fuerza de los cubanos, su unidad, su abnegación, su capacidad creativa, su entusiasmo, su ánimo, y su fe en la lucha contra las adversidades de todo tipo, podemos decir que la juventud, el principal capital humano de nuestro pueblo, es como ¡un tornado bueno!».

Nota: Según supimos, el tornado más peligroso del mundo, en Estados Unidos, con 695 muertos —el tercero con mayor mortalidad de todos los conocidos— abarcó los estados de Missouri, Illinois e Indiana.

 

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