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Del pillo, el pollo y otros protagónicos

El abastecimiento insuficiente de productos de primera necesidad y las medidas adoptadas por el Ministerio de Comercio Interior (Mincin), generan diversos estados de opinión. Juventud Rebelde se acerca a algunos de ellos, desde la experiencia de tres provincias del país

Autores:

Liudmila Peña Herrera
Dorelys Canivell Canal
Laura Brunet Portela

—DIME, mi socio, ¿te llegó algo? —vocea un hombre, desde un bicitaxi, a otro que, a juzgar por su uniforme, trabaja en alguna de las tiendas recaudadoras de divisas (TRD) cercanas al parque Calixto García, en la ciudad de Holguín.

—Nada, compadre. Tenemos las neveras en blanco —expresa el interpelado desde una acera próxima a la tienda, y la respuesta no escapa a los transeúntes que permanecen a la expectativa.

En las TRD a las cuales se acercó este equipo de prensa al finalizar la tarde de este viernes, en Holguín, el panorama era similar en cuanto a la no existencia de cárnicos. No había sucedido así el jueves en la mañana, cuando una engrosada y creciente fila nos había sorprendido en las afueras de la tienda Modas Praga, donde comenzaban a vender paquetes de salchichas, justo a las nueve de la mañana.

Como es de suponer, no dudamos: preguntamos por la última persona y, de paso, activamos el radar periodístico. Las colas —es bien sabido— son un hervidero de emociones, pensamientos, alternativas… Pero la cola andaba bien, y nadie tenía quejas, sino sugerencias.  

Maritza Bolmey, con la jaba alegre de salchichas, expresó su total acuerdo con las medidas regulatorias, porque «así le hacemos frente a los revendedores. Yo incluso estoy a favor de que regulen a un paquete de salchichas por persona, que es mejor que no comprar ninguno, porque siempre hay quienes pueden pagarlo a sobreprecio, pero muchos otros no podemos, porque somos pensionados».

Mas Caridad Rodríguez, una señora cincuentona, discrepa: «Los productos debían normarlos para evitar la “matazón” en las tiendas y para que no tengas que escaparte del trabajo y meterte en colas interminables por uno o dos paquetes de pollo o cuatro de salchicha».

Y ahí mismo, como movida por un resorte, la joven Laritza Iturralde interviene para advertir: «Depende, porque si eso lo hacen en mi casilla, se echarán a perder las salchichas y los pollos, si no corres para llegar en cuanto los descarguen, porque la nevera está rota».

«Caballero, no hay que buscar más problemas de los que ya hay: ¡que Comercio mande a arreglar sus neveras y punto!», declara un señor anónimo.

En la cola, enfermeras, farmacéuticas, doctoras… todas en pleno inicio de su jornada laboral. Las delataban los uniformes blancos e impecables; pero también pudo haber secretarias, informáticos y cuanto trabajador se hubiese enterado de que en Modas Praga la salchicha se llevaba el protagonismo esa mañana en Holguín.

Reordenar las ventas para proteger al cliente

Con el objetivo de «lograr mayor equidad en la distribución de algunos productos que presentan inestabilidad en la red comercial y evitar el acaparamiento», el Mincin adoptó una serie de medidas que se dieron a conocer el pasado 10 de mayo, y que fueron reflejados, a su vez, en el programa Mesa Redonda y en el sitio web Cubadebate.

En su intervención, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, explicó que «a partir de limitaciones financieras internas, el bloqueo y las medidas de Estados Unidos contra nuestra economía, empezamos a tener situaciones con proveedores e instituciones financieras que no quisieron negociar con nosotros. Eso nos llevó a un reordenamiento en algunos sectores».

Luego de una semana de que la Ministra asegurara que se estaban tomando medidas «para garantizar productos prioritarios y aumentar las ofertas de pollo, aceite o huevo, así como otros de aseo y la canasta familiar», y  explicara que «la política del país no es incorporar productos a la canasta normada, y sí a los mercados de oferta y demanda», JR ahonda en los criterios de la población en tres provincias: Pinar del Río, Cienfuegos y Holguín.  

El joven cienfueguero Carlos Vázquez manifestó que estas medidas son necesarias «para darle calma al pueblo, en medio del contexto que vive el país con la comercialización de algunos productos de primera necesidad. Las regulaciones son una pausa útil para contrarrestar esa forma de vida muchas veces fuera de límites, que llevamos unos cuantos por estos días».

Por su parte, Justina Delgado, de 69 años, mientras esperaba a que abrieran el Mercado Ideal Cartoqui, en el bulevar sureño, para comprar arroz, expresó:

«Dicen que dan diez libras por persona. A mí me parece bien —asevera sin quitar la vista del grupo de personas que se aglomera frente a la puerta del establecimiento. Lo malo no es el que compra mucho, sino quien lo hace para revender».

Regular, normar, controlar… ¿Solución al problema?

Aunque no pocos coinciden en lo oportuno de regular las compras para que oportunistas, acaparadores y revendedores no encuentren vías para abultar sus bolsillos, en la práctica, el cumplimiento de las medidas adoptadas también encuentra fisuras.

«Siempre hay una brecha al acaparamiento, porque yo puedo ir hoy y comprar tres jabones; mañana, tres más; y pasado, otros tantos. Eso no lo puede regular nadie. Incluso, muchos hacen la cola varias veces el mismo día. Las tiendas no tienen mecanismos para controlar», considera la cienfueguera Pilar Rodríguez Sánchez.

Élida Borrero Duvergel, jefa de brigada del centro comercial La Luz de Yara, en Holguín, conoce un método para contrarrestar esa práctica: «Tratamos de evitar el acaparamiento cumpliendo con lo establecido, pero también orientamos a los porteros que ninguna persona puede salir por la puerta principal con más productos de los que les tocan, para evitar que hagan la cola dentro de la tienda más de una vez», explica la holguinera.

No obstante, y aun cuando considera que la medida adoptada por el Mincin es correcta, está consciente de que la fórmula no logra responder del todo a la creciente demanda de los clientes: «Es complicado, porque el que está delante en la cola quiere que vendan dos paquetes y los que están al final, uno solo, para poder alcanzar», comenta Borrero Duvergel.

«Yo estoy ahora mismo fuera de mi trabajo para que mis hijos coman salchicha esta noche. El problema está en que dos paquetes de pollo me alcanzan solo para dos comidas. ¿Tú crees que un trabajador puede darse el lujo de perder media jornada por tan solo dos comidas? ¿O tendré que llamar a mi mujer para que salga también del trabajo y venga a hacer la cola conmigo, por dos paquetes más?», reflexiona el holguinero Ricardo Diéguez Cruz.

Su coterráneo Oscar Parra, dependiente del mercado industrial La Casa Azul, asegura, detrás del mostrador: «Ahora mismo tenemos jabón de baño de siete pesos y de lavar, pero el detergente líquido fue muy escaso. Apenas siete cajas, que se vendieron en menos de media hora, un pomo por persona. La gente no entendía la regulación, se molestaba, iba a quejarse. Igual ocurre con la pasta dental, que hace un mes no entra. Pero todos estamos en lo mismo. Desde que empezó esto, he cogido pollo una sola vez».

Ante esta situación la pinareña Idalma Menéndez sostiene que «sería una buena alternativa que, aun con el mismo precio, se norme un grupo de productos por la libreta de abastecimientos, porque no alcanza el que se expende en el mercado, las colas son kilométricas y tiempos de crisis tienen que llevar medidas como estas».

Otra idea para beneficiar a los trabajadores, la aporta la holguinera Raiza García: «No creo que sea imposible que los organismos y los centros laborales hagan convenios con las TRD para que les lleven los productos y no tengan que salir de los trabajos».

En medio de las dificultades para adquirir el pollo, la salchicha, el aceite y el detergente líquido, el holguinero Michel Martínez nos aborda para expresar su desconcierto: «Vengo a comprar cuatro cajas de cerveza Cristal de botella y me dicen que solo puedo comprar dos cajas por la tarjeta de colaborador. No comprendo que exista esta regulación con un producto que no es de primera necesidad».

Del truco al beneficio

Ante las limitaciones y las carencias, el pillo y el oportunista no pierden un segundo, a pesar de que se regule y hasta se norme. En este hala y encoge en el que andamos metidos cada vez que aparece un producto, no ha faltado en Pinar del Río quien se ha hecho pasar por embarazada o, incluso, quien se ha atrevido a «prestar» su hijo a otra mujer para que pase primero y le compre a ella.

En el Complejo Comercial Carlos III, de la capital, fuimos testigos de cómo se llegaban a acuerdos en medio de una cola para que, quien no podía pagar tres paquetes de pollo, le comprara a otro que podía costearle el suyo por hacerle «el favorcito» de adelantarle el turno y empujarle «el negocito». 

Este asunto de gestionar para que alcance a más y afecte a menos, es tan o más complejo que multiplicar panes y peces. La mejor fórmula aún está por encontrarse, pero lo que sí queda claro a este equipo de prensa es que la población, alerta siempre y de conjunto con las autoridades competentes en cada territorio, no debe dejar resquicio alguno por donde puedan colarse la desfachatez y el oportunismo.

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