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Concluye en Cuba encuentro interreligioso y cultural por la paz

La casa común necesita puertas abiertas que ayuden a comunicarse, a encontrarse, a cooperar para vivir juntos en paz, respetando la diversidad y reforzando los vínculos de responsabilidad, expresó su Santidad el Papa Francisco, en una misiva enviada a propósito de la 6ta. Jornada del evento interreligioso y cultural Oración por la paz, Paz sin Fronteras

Autor:

Marianela Martín González

Con la firma de un manifiesto común y un abrazo de paz, como símbolo de que tenemos la esperanza de construir un mundo en el que no existan más muros divisorios ni fronteras, sino la paz, concluyó la 6ta. Jornada del evento interreligioso y cultural Oración por la paz, Paz sin Fronteras, celebrado en La Habana, del 20 y 22 de septiembre.

Un minuto de silencio para quienes han sufrido las consecuencias de la guerra y los conflictos, así como la comparecencia del monseñor Juan de la Caridad García, arzobispo de La Habana —quien próximamente será creado cardenal por su Santidad el Papa Francisco—, conformaron la sesión de clausura en el Teatro Martí.

Allí, el máximo representante de la iglesia católica en Cuba expresó el gozo que se siente cuando se reza a favor de la paz, la fraternidad de los pueblos y la unidad oracional de los creyentes. Recordó que una antigua tradición de los cubanos era que los nietos pidieran la bendición a los abuelos, los hijos a los padres. Y cada padre, cada madre, cada abuelo y cada abuela daban la bendición.

«Para que la paz esté en nuestro corazón, en nuestra familia y en todas partes donde nos encontremos, la bendición de Dios, —el padre que nos creó para constituir una bella familia—; la bendición de Jesucristo, el camino por el cual nunca nadie se ha perdido; la bendición del espíritu santo que puede lograr sueños mayores y mejores de los que tenemos; y la compañía de la Caridad del Cobre que nos acompañe siempre…», dijo.

Entretanto, el joven Rolando José Garrido García, director nacional de Sant' Egidio, apuntó que sentirnos orgullosos de nuestras diversidades no está en contraposición  con la belleza de la unidad. Recordó que el cielo es uno solo y a él todos se dirigen rezando: tanto en la desesperación como en la alegría. Tanto en los precarios refugios bajo las bombas en Siria como en el culto de la iglesias, las sinagogas y las mezquitas o de los templos. «El cielo no es prisionero de las fronteras, porque el Dios del cielo y de la tierra, de la paz y la misericordia es para todos».

Expresó que el hombre y la mujer que sufren oprimidos por la pobreza, las enfermedades y las guerras, o expuestos las catástrofes naturales, cuando tienden sus manos en busca de salvación no tienen color, no tienen etnia, nación o señas distintas. «Estamos aquí también por ellos. Su grito  no puede quedar atrapado tras los muros o bajo la indiferencia. Que surja en la oración una paz que desde el corazón se irradie a quienes tenemos cerca y al mundo entero…».

Igualmente, manifestó que el medio ambiente muestra signos de gran sufrimiento y eso nos llama a la conciencia  de pensar al planeta como una casa común. «Mostramos nuestra solidaridad con los pueblos del Amazona. El aire que respiramos no conoce fronteras: es el mismo para todos; y los jóvenes son los primeros que lo han comprendido y se movilizan en todo el mundo con generosidad por un planeta vivible».

Un mensaje de cordialidad enviado por Su Santidad el Papa Francisco a todos los participantes en la jornada mundial por la paz, cuya sede principal fue Madrid, entre el 15 al 17 de septiembre, fue leído durante la clausura por el secretario de la nunciatura en Cuba, Jean-François Simonart. La misiva, dirigida  a líderes y miembros de las distintas religiones, diplomáticos, personalidades de la cultura, de la política y de la economía, redunda en la paz como camino verdadero para recomponer un mundo plagado por el egoísmo.

El Papa denunció en el texto las guerras y los muros que se han levantado en las dos primeras décadas del siglo XXI, y calificó de gran tristeza que se desperdicie  ese don de Dios que es la paz. «Sabemos que la paz va a aumentar de generación en generación, con el diálogo, el encuentro y la negociación», aseguró.

Expresó que si se busca el bien de los pueblos y el mundo, es insensato cerrar espacios, separar a los pueblos, o peor todavía: enfrentarnos los unos a los otros, negar hospitalidad a quien la necesita. «De esta manera el mundo se rompe utilizando la misma violencia con la que se arruina el medio ambiente y se daña la casa común».

Solicitó para contrarrestar esas manifestaciones amor, respeto y cuidado. Y que la humanidad invoque la paz y la fraternidad. «La casa común no soporta muros que separe y enfrente a los que viven en ella. En cambio necesita puertas abiertas que ayuden a comunicarse, a encontrarse, a cooperar para vivir juntos en paz, respetando la diversidad y reforzando los vínculos de responsabilidad», remarcó.

En el texto el Pontífice de la iglesia católica evocó que  la primera Oración por la Paz tuvo lugar el 26 de octubre de 1986 en la ciudad de Asís. Su precursor fue San Juan Pablo II, quien convocó a los líderes mundiales a unirse para pedir por la paz. Desde entonces, la comunidad Sant´Egidio que intuyó la trascendencia de la Oración por la Paz, ha continuado promoviendo un peregrinaje de paz que ha recalado, año tras año, en varias ciudades del mundo.

A la clausura del evento en la capital cubana asistió Caridad Diego, jefa de la oficina de atención a LOS Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido, el cuerpo diplomático acreditado en Cuba, así como dirigentes del Gobierno y el Partido en La Habana y representantes de distintas religiones.

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