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Un niño pesa un país  

Tener libras de más se ha vuelto la peor de las modas a nivel mundial. Miles de niños cubanos padecen de obesidad o sobrepeso, de ahí que Unicef estrene en Cienfuegos un proyecto que promueve la alimentación saludable en la edad escolar

Autor:

Laura Brunet Portela

Cruces, Cienfuegos.— «La obesidad no es una enfermedad tan peligrosa», dice Camila Cruz González desde la inocencia de sus 11 años de edad. Delgada y ligera como luce, es de las que considera —como ha aprendido en casa, en la escuela y en la comunidad— que los de constitución física similar a la suya no necesitan comer saludable o hacer ejercicios.

Lo peor no es que a su temprana edad ella desconozca que este flagelo mata, y que las buenas costumbres son tanto para sanar como para precaver dolencias, sino que también muchos adultos a cargo de reproducir hábitos de vida saludables no son conscientes de los peligros que entraña estar «entradito en carnes».

No pocos trastornos de salud en los primeros años de vida se interrelacionan con esta condición. Sobresalen los ortopédicos, osteomusculares, gastrointestinales, cardiovasculares, y la manifestación adelantada de la diabetes tipo 2, entre otras enfermedades no transmisibles.

Los pequeños también sufren afectaciones en su desarrollo sicológico y social porque la obesidad y el sobrepeso motivan la violencia escolar, que «lacera la autoestima y el funcionamiento del individuo dentro del grupo y es una de las causas fundamentales de trastornos del aprendizaje en la adolescencia», explicó la siquiatra infantil Yenisleidy González Rivero.

No obstante, el pan, los dulces y las bebidas gaseosas y azucaradas siguen en la preferencia de nuestros escolares y sus padres. Penosamente, muchas veces esto no sucede por la falta de acceso a frutas y vegetales, sino por creer que la lata de refresco y el bocadito de jamón y queso representan un estatus social «superior». Sin que nos duela, tenemos que reconocer que para muchos pequeños y sus familias es motivo de humillación llevar al aula una guayaba o un plátano como refrigerio.

Por esos patrones socioculturales y por las malas costumbres de alimentación adquiridas desde la infancia, hoy el 42 por ciento de la población cubana es obesa, y de esa cifra, el 13 por ciento corresponde a los infantes.

Pero las cosas parecen ir cambiando. Al menos así lo apuntan investigaciones que aseguran que los índices de consumo de las frutas y vegetales en Cuba han aumentado, declaró Leandro Rodríguez Vázquez, profesor e investigador titular del Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos (INHA).

Más salud, menos obesidad

Lograr esta fórmula matemática en niños y adolescentes cubanos es la convocatoria del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) desde el centro de Cuba, a partir de un proyecto de prevención de sobrepeso y obesidad que abarca a siete escuelas primarias —cuatro urbanas y tres rurales— ubicadas en Cruces, un municipio que supera la media nacional en cuanto a los indicadores de sobrepeso y obesidad en edad escolar.

Para los especialistas estos padecimientos figuran entre los más difíciles de tratar, porque la mejor medicina es decidir vivir de manera diferente. Por esta razón el proyecto no propone fechas ni metas; se trata de promover cómo ser una persona sana e implementarlo con acciones concretas, precisó Dagoberto Rivera, coordinador de programas de Unicef en el país.

Las investigaciones previas a la implementación del programa han desmitificado algunas creencias. La imagen de los pequeños del campo, siempre corriendo o en actividad física constante, no es real. Ni en la zona urbana ni en la rural los menores se ejercitan lo suficiente.

Por eso, parte importante de los cambios que se pretenden buscan aumentar la actividad física. Kits de recreación con pelotas de fútbol, de voleibol, suizas y otros implementos deportivos han sido entregados en las escuelas para dinamizar las clases de Educación Física y los períodos de esparcimiento.

Si bien el proyecto se concentra en niños entre seis y 12 años de edad, otros grupos etarios, como los mayores de 15, también sufren de estos males. La Encuesta Nacional de Consumo de Alimentos, aplicada en 2016, evidenció que afectaban al 30 por ciento de esta población, mayoritariamente de las provincias del centro del país. Hoy la cifra ha crecido.

Solo estudios puntuales han explorado las poblaciones escolar y adolescente cubanas en cuanto a estos factores. «El proyecto es una oportunidad para, por lo menos, acercarnos a su disminución al modificar las prácticas alimentarias inadecuadas», expresó Rodríguez Vázquez.

«Cuando estos muchachos lleguen a la adolescencia y la adultez tendrán mayor calidad de vida y disminuirán la prevalencia de enfermedades no transmisibles, y todo eso es posible si comemos mejor y nos ejercitamos más», dijo.

Cambiar es posible

Carla Linares Matienzo cursa el 3er. grado, y es de esas niñas «hermosas» a lo cubano. Dice que solo come frutas y vegetales y que le encantan la piña y el mango.

«¿Y la pizza, el pan y los helados no te gustan?», pregunto azorada ante una pequeña que refiere no caer en esas tentaciones.

Así repiten muchos «de carretilla», los mismos que después reconocen: «Mi mamá me echa galletas para la merienda, pero nunca frutas, aunque yo nunca se las he pedido», como reflexionó otra pionera. Aunque por ahora solo es un discurso aprendido en la escuela, se despiertan las interrogantes sobre la comida sana y por qué las meriendas siempre las conforman alimentos que engordan.

«Eso es lo que va a cambiar el rumbo de su salud en el futuro y los va a hacer personas más fuertes y productivas», manifestó Dagoberto Rivera.

«Son solo pequeños cambios, pero se están produciendo. El hecho de que sepan que es dañina la pizza, aun cuando la siguen consumiendo, es un conocimiento incorporado. Esas son las cosas que queremos lograr cuando podamos llevar el proyecto a otras regiones del país», declaró Rodríguez Vázquez, profesor e investigador titular del INHA. 

Consecuencias de la obesidad infantil

  • Apnea de sueño
  • Acumulación de grasa en la región mamaria y ene l abdomen
  • Riesgo de enfermedades articulares
  • Hipertensión y riesgos de enfermedad cardiovascular
  • Diabetes mellitus tipo 2 (resistencia a la insulina)
  • Alteraciones metabólicas de los lípidos

 La opción más prevenible

El sobrepeso, la obesidad y las enfermedades no transmisibles asociadas son en gran medida prevenibles. Por ello, es justamente la prevención la opción más viable para frenar la epidemia que es la obesidad infantil.

El entorno alimentario actual, en el mundo caracterizado por una abundancia en los mercados de alimentos y bebidas ricos en azúcar, sal y grasa, y una creciente campaña de publicidad que influye en las pautas del consumo de la población infantil y adulta, incide negativamente en el impacto de las estrategias lideradas por la Organización Mundial de la Salud para alentar opciones dietéticas saludables y contribuir a mantener un peso adecuado.

Recomendaciones generales

  • Aumentar el consumo de frutas y hortalizas, legumbres, cereales integrales y frutos secos.
  • Reducir la ingesta total de grasas y sustituir las saturadas por las insaturadas.
  • Reducir la ingesta de azúcares.
  • Mantener un mínimo de 60 minutos diarios de actividad física de intensidad moderada o vigorosa, que sea adecuada para la fase de desarrollo y conste de actividades diversas.
  • Reducir el tiempo de sedentarismo condicionado por la dependencia a la tecnología.

 

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