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El silencio de los adoquines (+ Fotos)

Sábanas blancas cuelgan de los balcones del Centro Histórico y de toda la capital a la cual dedicó la vida este incansable fundador de proyectos y obras, «el cubano que salvó a La Habana por encargo de Fidel y se lo tomó tan apasionadamente que ya su nombre no es suyo sino sinónimo de la ciudad», como escribió nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al conocer la noticia de su partida

Autor:

Aracelys Bedevia

Una fina llovizna cubre la parte más antigua de La Habana Vieja, donde el habitual bullicio de las calles se trastocó en silencio este fin de semana. Eusebio Leal ha muerto y hasta los adoquines lloran su partida.

Sábanas blancas cuelgan de los balcones del Centro Histórico y de toda la capital a la cual dedicó la vida este incansable fundador de proyectos y obras, «el cubano que salvó a La Habana por encargo de Fidel y se lo tomó tan apasionadamente que ya su nombre no es suyo sino sinónimo de la ciudad», como escribió nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al conocer la noticia de su partida.

El dolor es inmenso, tanto que las palabras se quedan atrapadas en medio del pecho. Eusebio es pueblo. Muchos capitalinos, sobre todo los habitantes de La Habana Vieja, no logran contener las lágrimas, como la mujer de 74 años que afirma ya no está físicamente con nosotros el hombre «de ideas grandes, muy humano, sincero, cordial y preocupado, que ayudó en todo lo que pudo».

Más de medio siglo lleva esta anciana transitando las calles de Eusebio. «Él me sacó de la “cosa” donde vivía, que estaba derrumbándose, y me dio una casa digna completamente amueblada», expresó agradecida.

Con mucha tristeza habla de Leal la profesora de uno de los hijos de Eusebio (Carlos Manuel), quien se refirió a la educación esmerada y rica en valores que mostró siempre su alumno, así como a las obras que para bien de todos hizo el discípulo de Emilio Roig, convertido en maestro y creador de una escuela que mucho aportó a la historia patria, a la conciencia cívica, a la restauración y al cuidado de bienes patrimoniales que podrán disfrutar venideras generaciones.

En la Plaza de Armas un grupo de jóvenes con flores en las manos ha decidido hacerle su homenaje de forma no oficial, pues el merecido tributo del pueblo se le hará cuando finalmente sea vencida la pandemia del coronavirus.

Son estudiantes del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, quienes desde temprano en la mañana se dieron cita para hacerle guardia de honor en el Palacio de los Capitanes Generales (Museo de la Ciudad), justo en el banco donde Leal solía sentarse.

«Es muy grande el legado que nos deja. Tuve la oportunidad de escucharlo. En él se resumía todo el civismo necesario, heredado de su antecesor, para emprender una obra como esta, sin vanidad ni falsas expectativas, preocupado no solo por salvaguardar, sino también por preparar a las nuevas generaciones», declaró Lisandro Maturel.

«Nosotros tenemos la responsabilidad de darle continuidad a su obra. La enseñanza está. Ahora toca seguir sus pasos. Sabíamos que estaba enfermo, pero la noticia igual nos impactó», admite Maturel.

«Nuestro San Eusebio de La Habana Vieja creó un estilo único que encontró en la oratoria su herramienta más preciada», destaca Pedro Quiroga, periodista de Radio Reloj y vecino del Centro Histórico, a quien igual entrevistamos en este recorrido.

«Temprano en las mañanas podía vérsele desandando por las calles, saludando a transeúntes y colegas, tocando con sus manos el quehacer reanimador de la urbe que lo vio nacer y a la que dedicó su inigualable sapiencia y todo su tiempo», expresó Quiroga a Juventud Rebelde.

«Inspirado en el legado de los padres fundadores de la nación cubana, Eusebio Leal encontró en el espíritu martiano escudo y espada. Tomó para sí la obra del Apóstol y vertió su pensamiento y las enseñanzas de aquel que no vaciló en depositar esfuerzos y librar batallas contra lo mal hecho.

«Leal al tiempo que le tocó vivir, Eusebio defendió las causas justas y ponderó la belleza por encima del mal gusto y la banalidad a ultranza. Ubicó en alto podio al arte y los artistas, consciente del acto benefactor de la creación humana.

«Hombre de luces e ideas avanzadas, se unió al conjuro de la patria y hoy queda entre los grandes creadores que calificó José Martí, aquellos que ven lo eterno en lo accidental, por lo que sus obras perduran», sostuvo Quiroga.

A la entrada de una de las residencias protegidas para personas de la tercera edad, sin amparo familiar y con problemas de vivienda, creadas por Eusebio para darles protección a los más necesitados, encontramos a Yudisley Santos Ramos, administradora del hogar. «Leal siempre venía aquí a hablar con los abuelos, sentía especial cariño por ellos. Dejó de hacer su vida para ayudar a los demás». 

Jorge Hernández, vecino de la calle Cuba y trabajador jubilado de la construcción, igual recuerda con cariño a este ser único que se fue hacia la luz. «Saludaba a todos sin excepción. Hace falta que su sucesor sea como él, que ayude al pueblo y camine a su lado. Cuando una persona es buena no se le puede olvidar. Más si deja una obra gigantesca como la suya».

Muchas son las muestras de afecto de los habaneros hacia este arquitecto de sueños que se hicieron realidad. «Siempre Leal», dice un cartel escrito con tinta verde que cuelga lo mismo de la escultura del Caballero de París que está frente al antiguo Convento San Francisco de Asís, o en una de las esquinas de la calle Obispo. Próximo al Museo de la Revolución, también una sábana blanca exhibe con letras rojas: «Honor a quien honor merece. Gracias, Leal».

Abierto está, desde las 2:00 p.m. de este sábado, en el Palacio de los Capitanes Generales, un libro de condolencias para rendirle tributo al eterno enamorado de nuestra Ciudad Maravilla. Duele tanto su muerte, que se siente el silencio de los adoquines.

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