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La magia de asombrarse en Santa Clara

La ciudad celebra el aniversario 332 de su fundación, momento en que comenzó a tejerse la espléndida vida de la urbe y sus personajes

 

Autor:

Nelson García Santos

 

SANTA CLARA, Villa Clara.— Sin el ajetreo acostumbrado y en tranquilidad, pero alerta para defender su Revolución, transcurre aquí este 15 de julio, aniversario 332 de la fundación de la ciudad.

Ese inigualable acontecimiento, despojado de la majestuosidad habitual, será en esta ocasión un momento de sosiego y evocación más íntima sobre la época en que comenzó a tejerse la espléndida vida de esta urbe y sus personajes.

El eco mayor en esta oportunidad trasciende en el espacio virtual, donde destaca la tercera edición del Festival Internacional Santa Clara Canta, encuentro coral en el cual reciben homenajes agrupaciones de larga experiencia musical.

Lógicamente volverá el recuerdo a los fundadores, el grupo de 18 familias de la cercana villa de Remedios que aquí vinieron a asentarse el 15 de julio de 1689. Escogieron un bello sitio alrededor de un frondoso tamarindo entre los ríos Sabana y Monte, rebautizados después como Cubanicay y Bélico.

Cerca de este último, en el hoy Parque del Carmen, lugar fundacional de la Gloriosa Santa Clara, el sacerdote Fray Salvador Guillén ofreció la primera misa.

Hoy quien la camina a diario no ha perdido la magia de asombrarse ante su majestuosidad. Esa condición de seducir, más allá de cualquier otra virtud, la define como una ciudad con alma.

En un día de imprescindible recuento de su historia, vuelvo sobre textos que he escrito a partir de hurgar y recopilar, ya publicados en estas páginas, que conservan todavía un sabor novedoso.

Empiezo por connotar que aún hoy muy pocos conocen a José Surí y Águila, primer poeta cubano, por demás médico, nacido en este territorio el 26 de octubre de 1696. El gran escritor José Lezama Lima, en su Antología de la poesía cubana, lo sitúa como el primer poeta cubano, y el ensayista e investigador literario Enrique Saínz, en su libro La Literatura cubana en el siglo XVIII, también le confiere igual mérito, mientras el historiador y periodista villaclareño Manuel García Garófalo lo consignó como el bardo más antiguo nacido en la Isla.

Tuvo el río Bélico el privilegio de que le diera ese nombre Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) en el poema El Eco, que formó parte de su cuaderno poético de 1841 dedicado a amigos villaclareños: «…y vosotras bellas ninfas/ de lenguas almibaradas/ las que de amarillas moyas y aguinaldas coronadas/ del Bélico…».

Otro hecho que le confiere particularidad a la urbe fue su toma en tres ocasiones por las fuerzas revolucionarias: en la contienda de los Diez Años por las tropas del general Manuel de Jesús Calvar, en la iniciada en 1895 por las huestes mambisas bajo las órdenes del coronel Leoncio Vidal, y en diciembre de 1958 por las tropas del Comandante Ernesto Che Guevara.

Monumento a la toma del Tren Blindado comandada por Ernesto Che Guevara. Foto: Roberto Suárez

Entre lo más emblemáticos

Santa Clara, con una faz ecléctica, de calles estrechas y adoquinadas, atesora inmuebles con un alto valor arquitectónico y urbanístico. También posee infinidad de puentes, grandes, medianos y pequeños, que permiten un tránsito más rápido, algunos con sus leyendas.

A pesar del tiempo, hay personajes y sitios representativos que se mantienen en la memoria. Del siglo XIX es Marta Abreu, la benefactora por excelencia de la urbe, que puso corazón y fortuna a disposición de los pobres y de la lucha por la independencia.

Del siglo XX, indiscutiblemente, es el Comandante Ernesto Che Guevara, quien engrandeció esta localidad con su liberación y después fue impulsor de su desarrollo industrial.

La Plaza de la Revolución de Santa Clara alberga en un mausoleo, desde 1997, los restos del Guerrillero Heróico y de sus compañeros de lucha en Bolivia. 

El arraigo de ambos patriotas resulta tan profundo acá que sus hijos decidieron unir sus nombres para bautizar a Santa Clara como «la ciudad de Marta y el Che».

De los lugares geográficos, el más perenne en los labios de sus habitantes es la Loma del Capiro, desde donde corre la brisa que refresca la ciudad, y en cuanto a las instituciones culturales, el honor lo comparten el teatro La Caridad y la Biblioteca Provincial José Martí.

Los santaclareños se sienten orgullosos de contar, en los pasillos del seminternado Vietnam Heroico, antigua Escuela Normal de Maestros, con una galería de murales realizados por Amelia Peláez, René Portocarrero, Jorge Arche, Eduardo Abela y Ernesto González Puig, por citar solo a los principales.

Homenaje a Marta Abreu en el parque Leoncio Vidal. Foto: Carolina Vilches Monzón

Lógicamente, entre los parques, el Vidal, en el corazón de la urbe, deviene el más concurrido, además de resultar tránsito obligatorio hacia disímiles zonas. Y de los hoteles, el Santa Clara Libre, que muestra en su faz las huellas del combate por la liberación en diciembre de 1958, resulta el más representativo.

Esta mezcolanza de acontecimientos notables, de curiosidades y singularidades, hilvana la historia de una Santa Clara que el tiempo ha hecho trascendental e imprescindible a puro corazón de la gente, esa que hoy la tiene, si cabe, más viva que nunca en el alma.

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