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Ventas circulares

Estos tiempos que, pandemia mediante, dificultaron el acceso a determinados artículos y productos,«dispararon» en nuestro país las motivaciones de no pocas personas que desarrollaron alternativas para ofrecer nuevas oportunidades a la comunidad, en pos de una economía sustentable y sostenible

Autores:

Ana María Domínguez Cruz
Monica Lezcano Lavandera

¿Acaso se ha percatado de que la moda es cíclica? Sí, lo que su abuela o su madre usó en algún momento, pasados los años, vuelve a usarse, quizá con alguna modificación o manteniendo su esencia. ¿Se ha preguntado entonces cuán circular puede ser la moda? Y no es lo mismo un término que el otro. Una cosa es que los ciclos de las cosas se repitan y otra es que, a modo de círculo, lo que está en un punto vuelva a estarlo, sin abandonarlo.

De moda circular se habla mucho por estos tiempos, porque es —más que todo— una necesidad. Hacer la moda ecológica, sustentable y sostenible, teniendo en cuenta que es una de las industrias más contaminantes del medio ambiente, es uno de los principios fundamentales de asociaciones, organizaciones, diseñadores famosos, revistas especializadas…

¿Cómo contribuir desde nuestro espacio a reducir ese impacto global? Convocan los impulsores de esta tendencia a diseñar productos que puedan tener más de un uso, y se evita entonces la compra compulsiva que nos lleva a desechar en poco tiempo lo que aun puede ser usado, si no por nosotros mismos, al menos por alguien más.

Se habla entonces del fast fashion y el slow fashion, conceptos que tomando como punto de partida el inglés identifican como rápida/lenta la moda, según su manera de pensarla, concebirla, diseñarla, usarla, reciclarla… No es comprar y tirar, sino comprar y después, si se quiere, intercambiar, remodelar, reutilizar, ceder.

¿Y si esto podemos aplicarlo a otro tipo de productos o artículos? No solo ropa o zapatos, y así no nos circunscribimos a la moda. Pensemos en la llamada economía circular, y pensemos en las ventas de segunda mano o de garaje, cuando usted encuentra algo que necesita en lo que otra persona ya no quiere, y se lleva entonces el valor agregado de lo que ese objeto o prenda vivió con su dueño anterior, sus significados o importancias asociadas, y no hubo una serie de producción mercantil detrás.

Estos tiempos que, pandemia mediante, dificultaron el acceso a determinados artículos y productos, «dispararon» en nuestro país las motivaciones de no pocas personas que hallaron en esos conceptos el pretexto para desarrollar iniciativas que, a su vez, ofrecen nuevas oportunidades a las personas y pautan estilos de vida más amigables con el medio ambiente, más sustentables económicamente y con una visión de futuro que ampara una pluralidad de opciones. Algunas de ellas se presentan en estas líneas…

De «trapichopi» a emprendimiento

De saber combinar colores, telas y estilos, percatarse del exceso de cosas que nos rodean en la cotidianidad —muchas veces, innecesarias— hasta fundar su propio proyecto, quizá transcurrió mucho tiempo. Sin embargo, hoy Solanch Almanza Valdés se siente a gusto con Se permuta mi closet, mediante el cual se organizan eventos para el intercambio de ropa.

«De mi carrera de ingeniería civil puede pensarse que no tomo nada, pero no es tan así. He creado esta experiencia, a la que he sumado a otras mujeres emprendedoras de diferentes profesiones, y hemos articulado la idea con el objetivo de no solo ofrecer una variante de compra-venta, sino también de crear conciencia», expresó.

«A partir de la decisión de cada participante de dejar ir aquello que mantiene en desuso, y puede tener un valor sentimental, para recibir nuevas prendas realizamos las permutas o intercambios. Promovemos la idea de que se adquiera nueva ropa o accesorios que no necesitaron ser confeccionados nuevamente, que no terminaron en la basura… con lo que se evitaron emisiones de dióxido de carbono al medio ambiente, se disminuyó la jornada laboral injusta de algún explotado trabajador o trabajadora».

«Por otra parte, estimulamos el consumo consciente. Te llevas lo que realmente usarás, no aquello que luego terminará en un rincón de tu armario», comentó.

A través de Facebook, WhatsApp, Telegram e Instagram, Solanch y sus colaboradoras anuncian la «permuta». Cada persona lleva días antes una cantidad de prendas que deben estar en buen estado y son clasificadas por puntos cada una de ellas. El día del intercambio, se llevan a casa nuevos artículos a cambio de esos puntos.

No es necesario entonces poseer una cantidad de dinero X para comprar ropa nueva ni someterse a deudas por pagar a plazo las prendas… Se trata de reciclar, de intercambiar de adquirir lo que realmente necesitamos, acotó.

«Los precios de las ropas o los zapatos en los últimos tiempos se han incrementado mucho, y no todo el mundo tiene el poder adquisitivo para obtenerlos. Nosotros proponemos esta variante. Y no me interesa que cubran una necesidad cien personas, prefiero que sean 20 que, además, generen autoconciencia».

La sicóloga Allison Noroña, una de las «asociadas» a este proyecto refiere que, independientemente de la satisfacción que sienta cada persona al llevarse nuevos artículos para su closet, sin darse cuenta tal vez está sicológicamente practicando el desapego. Esta es una teoría que avala ser capaces de sortear las barreras de nuestra zona de confort para dejar de necesitar, de depender, de vivir con miedo a perder aquello a lo que nos aferramos en exceso, y liberarse más emocionalmente.

Motivada por la misma idea de reciclar y, sobre todo, ampliar la vida útil de una indumentaria, la arquitecta Karla Lemus desarrolló Ákares_shoppitrapo, que también puede encontrarse en las redes sociales mencionadas. Explica que en esta iniciativa, «las personas desempeñan un doble rol como compradores y proveedores.

«Además, seleccionamos y transformamos prendas únicas, para incrementar la vida útil de la ropa, y por ello el grupo de personas interesadas en colaborar en este proyecto ha crecido, desde diseñadores, costureras y especialistas en moda», destaca.

En este caso sí es una compraventa tal cual, mediante el intercambio del artículo por dinero, pero los precios son extraordinariamente módicos, «sobre todo teniendo en cuenta, no solo que es de segunda mano, sino de que pretendemos ser una opción para proveer de soluciones, y no un negocio para lucrar en exceso».

¿Competencia? Tanto Solanch como Karla pueden pensar que las ventas de garaje pueden ser sus «rivales», pero al final todo es parte de una misma cadena de alternativas, económicamente viables y necesarias, que también promueven, y ambas lo defienden, el consumo responsable. Un consumidor consciente de moda circular, al final, contribuirá a que nada se desperdicie y todo se utilice, reutilice y recicle de la manera más efectiva y sostenible posible.

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