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Y sin embargo se bota

La crítica situación con el abasto de agua en la ciudad de Guantánamo de nuevo emerge cual rompecabezas, pero con muchas piezas que no encajan

Autor:

Haydée León Moya

GUANTÁNAMO.— Es complicado intentar que disminuyan las quejas (y los problemas) de quienes habitan en la sexta urbe más poblada del país, ante uno de los peores aprietos vividos en los últimos diez años con el abasto de agua potable. Es casi un imposible, con tantos espacios por llenar.

El gran vacío se produce precisamente en las tuberías, pues los embalses dan grima. No llueve donde tendría para que el agua se escurra hasta los ríos y aumente así el caudal de esos reservorios. Por esa razón, la presa La Yaya, que abastece al Sur, está a menos de la mitad de su capacidad, a pesar de los aguaceros de los últimos días. Y la Faustino Pérez, que sirve su preciado contenido al 75 por ciento de la población citadina, está peor: entrega 300 de los 900 litros por segundo que se demandan, pues de los cerca de seis millones de metros cúbicos que hasta este fin de semana tenía (su capacidad de almacenamiento es de 25), solo dos son aprovechables. 

Incluso la fuente alternativa, la presa Jaibo, desde donde se realizan entregas operativas a través de una estación de bombeo emergente, está casi en su volumen muerto. No ha quedado otra opción que alargar los ciclos de distribución, en tanto las autoridades alertan a la población sobre la necesidad de reservar y ahorrar eso que ni en las casas ni en las entidades estatales tiene sustituto y es vital.

No es nada que sorprenda en estos lares de extensos e intensos períodos de sequía, lo cual explica los esfuerzos que han llevado a la construcción de cuanto embalse ha sido posible.

El problema, el viejo dilema, es que aun siendo de esperar la escasez de agua, y consecuentemente el imperativo de crear condiciones en las viviendas para enfrentar dicha carencia durante una semana y más (así se comportan ahora los ciclos de entrega), hay realidades que ponen contra la pared tanto a la población como a valvuleros, jefes de zona e inspectores de los cuatro circuitos de distribución existentes en la ciudad.

Desde hace más de un mes, cada lunes en el puesto de mando de la empresa Acueducto y Alcantarillado, del municipio cabecera de la provincia, las principales autoridades convocan a esos que están «a pie de tubería» casi todo el día, lidiando con las insatisfacciones de la gente, con la intención de poner cada pieza en su lugar y encontrar las que no aparecen, que no son pocas. Es un verdadero rompecabezas.

Yo que he estado allí sin que me convoquen, puedo asegurar que se va al detalle: que si la semana anterior se decidió enviar al barrio Raposo una pipa y nunca apareció; que en la autopista hay un nuevo salidero y allí se sigue botando el agua mientras a las casas de los alrededores no llega; que en la calle 16 Norte y 4 Oeste continúa rota la tubería maestra y el líquido corre calle abajo desde hace meses; que para los salideros de la comunidad de Montesano ya tienen abrazaderas y el cloro que se solicitó, igual que las pipas que se acordó enviar a los barrios San Pedro I y II…

Así trabajan, circuito a circuito, destapando insuficiencias, chequeando las soluciones y trazando estrategias que permitan, al menos, que las cosas no se pongan peor.

Pero como testigo de cuanto se discute en esos encuentros de lunes, también puedo decir que no siempre afloran problemas nuevos: son los mismos que al cabo de una semana no han tenido solución o han empeorado, y sube el tono de las quejas porque, por ejemplo, en vez de siete, pasan 22 días y el agua no llega por ninguna vía a varios puntos del reparto Pastorita, y han armado tremendo «guararey» al valvulista y al jefe de zona.

Sí, pero…

En la esquina de las calles Martí y Emilio Giró, en plena mañana, el joven Yurilandi Rizo Pérez, quien hace 16 años se desempeña como inspector de Acueducto, encuentra un panorama ante el cual sabe cómo corresponde actuar, pero me dice que no puede hacer nada: «¿Cómo voy a multar a esos moradores (me señala en una misma cuadra cinco motores enganchados en las tuberías fuera de los portales) para que no pongan turbinas porque dejan a los demás secos, si ni siquiera con esas «bombas ladronas» les llega con fuerza? Tengo que hacerme el de la vista gorda y seguir caminando como si nada», me dice, y agrega que «por eso mucha gente dice que a su cuadra llega, pero no a todas las casas».

Las autoridades prevén el empleo de carros-cisterna de otros organismos para apoyar la distribución, principalmente en las zonas altas. Fotos: Leonel Escalona Furones

Cerca de allí, sentado en un banquillo, el anciano Santiago Sarquiz cuida su turbina, instalada en una orilla de la acera, porque «si no lo hacemos así no entra ni una gota a la cisterna en el patio. Cuando tocó el agua la vez anterior, a las siete de la mañana pusimos el motor —que ya está al “cantar” y nos costó un ojo y la mitad del otro—, y cuando la quitaron todavía estaba casi en el fondo».

Yaline, hija de Santiago, dice: «Hoy no fui a trabajar, ya me descontarán el día, pero tengo que aprovechar ese poquito para limpiar y lavar, pues la ponen de día solamente».

Agustín Iríbar, jefe de Distribución de la empresa de Acueducto y Alcantarillado del municipio de Guantánamo, confirma que el horario de entrega, con un ciclo de siete días como promedio general, es de 8:00 a.m. a 4:00 p.m., coincidiendo con el momento en que funcionan las principales entidades y centros de prestación de servicios de la ciudad.

Aclara que no es un problema privativo de la zona centro de la urbe: «En los restantes tres circuitos ocurre lo mismo, y también es cierto que, como aquí, en una misma cuadra y calle solo llegue a uno de sus laterales».

Historias parecidas se repitieron una y otra vez durante más de 15 días de indagación periodística. Juventud Rebelde recogió además el testimonio de muchos vecinos que opinan que en medio de esta emergencia a veces el agua llega con presión y otras no, porque no se operan correctamente las válvulas.

«La gente se queja de eso desde hace años: que los valvulistas dejan unas más abiertas que otras para favorecer a determinadas zonas. ¡Vaya usted a saber si es cierto y por qué lo hacen! Pero sucede, y después el problema es peor porque empieza la gente a abrirlas por su cuenta con lo que tengan a mano», cuenta Lourdes Tirado Almiero, apoyada por vecinos en las proximidades de la populosa barriada Loma del Chivo.

Similar queja —un problema de años que no se acaba de resolver— refirieron a esta reportera otros habitantes en zonas del Centro, Norte y Oeste de la Ciudad del Guaso.

Sobre ese particular, más allá de las especulaciones en torno a su causa, el jefe de operaciones de Acueducto Municipal, Donel Batista Walton, explicó que las válvulas de las conductoras principales se abren completamente, pero las conectadas a las redes secundarias sí se regulan para dar presión al agua que debe llegar a los domicilios. Solo que «algunas personas las abren al tope y crean situaciones muy complejas», lamenta.

Al ser interrogado respecto al estado técnico de dichos sistemas de regulación, el directivo coincide con otras quejas de la población: «La mayoría de esas válvulas son muy viejas, se reparan y vuelven a presentar problemas porque tienen un considerable desgaste, lo cual también disminuye la presión por los salideros. Eso necesita una inversión para rehabilitar el sistema completo, pero todavía no se ha aprobado su ejecución», aseveró.

Y hablando de salideros…

Ese es otro punto. Otro problema. Cuando ponen el agua, esa poquísima de que disponemos, buena parte corre por contenes, calles y avenidas, y no solamente proviene de las desgastadas válvulas de cierre: también se derrama de cisternas, tanques elevados, tuberías y cuanto conducto no esté suficientemente asegurado para evitar el derroche. Es complejo, y genera históricos contrasentidos, ese asunto de ver correr el agua por todas partes… menos en las casas.

Según información suministrada por autoridades de Acueducto, hace unos meses en la calle 16 Norte, en el reparto residencial Caribe, están localizados los dos mayores salideros, de 46 identificados como de grandes proporciones, y se ha accionado en esos; pero los vecinos del lugar dan otra versión.

Por este salidero, y dos más existentes en el barrio residencial Caribe, se pierde alrededor del diez por ciento del agua que se bombea en la ciudad. Fotos: Leonel Escalona Furones

Residentes en el edificio 57 de esa zona, una de las más pobladas de la ciudad, dicen que por ese salidero se ha despilfarrado agua durante años: «Vino una brigada y lo selló, y al poco tiempo volvió a romperse en el mismo lugar y en una cuadra más abajo. Ahora es poco el volumen que se desborda por la sequía, pero en tiempos normales esto es un río», ilustra Francisca Hernández.

Cerca de allí, en las narices del considerado segundo mayor salidero de la capital guantanamera, Alexandra Gutiérrez Morales, presidenta del CDR 3, de la zona 106, atestigua que se trata de una queja histórica, presentada a todos los niveles.

Damaris Acosta Mojena, delegada de la circunscripción 36 de dicho reparto, precisa que el planteamiento salió en la rendición de cuenta de los electores a mediados de 2020; fue solucionado en diciembre de ese año y al poco tiempo se volvió a romper la tubería, y en tramos que anteriormente no estaban rotos. Desde entonces son múltiples los encuentros y despachos con el jefe de área, e incluso Raúl Sayú Pons, director municipal de Acueducto, realizó visitas al lugar y explicó que para soldarla era necesario parar la conductora, pero sin tener el plomo necesario para soldar en las manos no lo autorizaban, como tampoco romper la calle.

 «El miércoles 15 de diciembre del año pasado, los máximos dirigentes de Acueducto asistieron a la última rendición de cuenta en esa circunscripción e informaron que el carro con el plomo llegaba el fin de semana, pero hasta ahora, nada. Que asistan con ese nivel a nuestras reuniones es muy bueno, pero los electores lo que necesitan es la solución, porque además eso pone en tela de juicio la autoridad del delegado», consideró la líder comunitaria.

Según datos ofrecidos por Edián Robert Matos Romero, director de Ingeniería en la Empresa Provincial de Acueducto y Alcantarillado, en la ciudad se han reportado alrededor de 200 salideros, en muchos de los cuales no se ha podido accionar por déficit de áridos, accesorios o material para soldadura.

Así las cosas, aunque se dispone de una brigada, que tras un esfuerzo inversionista importante
cuenta con el equipamiento necesario (retroexcavadoras, camiones de volteo y planta de soldar, entre otros) poco se puede hacer. Incluso aunque aparezca el pesado metal.

El Director Municipal de Acueducto insiste en los 46 salideros de gran magnitud, tres de estos causantes de la pérdida de casi el diez por ciento del agua que se bombea. Suprimirlos, dice, es complejo «porque están en conductoras de fibrocemento de 500 milímetros, y se necesita el plomo, en déficit hace algún tiempo. Este recurso se produce en la provincia de Pinar del Río y la empresa estuvo paralizada por la COVID-19. Ya las barras de plomo están compradas y debieron llegar a la provincia la semana pasada», aseguró.

El directivo informó que, no obstante esas dificultades, la mayor parte de la ciudad posee conductoras nuevas, entre ellas la que transporta el líquido desde la presa Faustino Pérez hasta el norte de la urbe y la correspondiente a la zona de San Justo, por lo que solo falta por rehabilitar la conductora en la comunidad de Santa María, al noreste.

Almacenar en casa, otro rollo

Entre ese contrasentido de que por un lado el agua no llega y por otro se desperdicia, subyace otro rollo. La delegada del Instituto de Recursos Hidráulicos en la provincia, Maryoris Rubio Bonome, testifica que la inmensa mayoría de la población de la ciudad no está preparada ni tiene posibilidades de reservar agua suficiente para un ciclo tan alargado.

Frente a la carencia de envases de más capacidad, llega la hora de tanquetas, cubos, palanganas, ollas, pomos de plástico… todos insuficientes para ciclos de distribución excesivos. Excepto para quienes se deciden a buscar el adecuado en ventas ilícitas por internet, donde hay de todo… pero agárrate cuando preguntes los precios.

Al indagar sobre ese particular, Rolando Cantillo Hernández, intendente del municipio cabecera de la provincia más oriental de Cuba, coincidió y admitió que es un problema cuya solución no se tiene a mano porque ahora mismo Comercio Interior, la empresa que comercializa tanques de plástico para reservar agua, no los tiene disponibles.

«Aunque tenemos capacidad técnica en varias minindustrias de materiales de la construcción para fabricarlos de fibrocemento aquí en la provincia, no es posible por carecer de cemento. Es el mismo escollo que no hace factible la alternativa de vender módulos para construir cisternas en las viviendas que tengan el espacio adecuado para ello, aunque contamos con los áridos.

El Intendente dijo sin ambages que en muchos aspectos —y este de las dificultades para reservar agua es uno de esos—, la situación es muy crítica y rebasa la capacidad de solución en el territorio, aunque se acciona para que la población tenga la menor afectación posible.

Mencionó, por ejemplo, que Acueducto solo cuenta con tres carros-cisterna para distribuir agua, y por eso se han destinado a esa función medios de ese tipo en poder de otros organismos, mientras se rehabilitan reservorios que existen en algunas comunidades y se encontraban en desuso.

Como acciones cuyos resultados necesariamente se verán a más largo plazo, pero en este mismo año, el dirigente gubernamental anunció la aprobación de dos proyectos para construir dos nuevas conductoras que permitan trasvasar agua desde otros embalses o estaciones de bombeo, en caso de que lleguen a su punto muerto las presas que sirven a la ciudad.

Reconoce el Intendente que hay cuestiones puntuales que generan quejas de la población, como es la existencia de un solo teléfono en el puesto de mando de Acueducto y Alcantarillado, con la consiguiente demora en la atención a las llamadas, que por lo general son para solicitar pipas.

Cantillo Hernández, quien ocupa esa responsabilidad hace tan solo dos meses, dijo que se precisa mayor control y respuestas ágiles a las inquietudes del pueblo, pero también un uso más racional del agua en las entidades estatales para favorecer al sector residencial.

Cierto que es muy complicado distribuir lo poco, y que es absurdo perder el escaso líquido. Pero es también una realidad que este no es un problema nuevo en el escenario guantanamero y, sin embargo, siempre nos coge «movidos», con demasiadas fichas dispersas que, sencillamente, no encajan.

Soluciones a corto y mediano plazos

En reciente visita a Guantánamo, el presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, Antonio Rodríguez Rodríguez, chequeó las nuevas medidas que toma la provincia para mejorar el abasto lo antes posible:

  • División de los grandes circuitos de distribución de la ciudad en dos, cada uno recibirá el agua durante 12 horas para aumentar la presión y que llegue con fuerza a las zonas más altas.
  • Reactivación de la estación de bombeo en el canal magistral Camarones, que aporta 300 litros por segundo, a partir de las aguas de la presa Jaibo (39 millones de metros cúbicos) y se mantiene el apoyo de la estación Bano Abajo, con entrega similar desde el río de igual nombre.
  • Se construyen interconexiones en las intersecciones del 9 Norte y el 4 Oeste, y el 5 Norte y el 1 Oeste, con la conductora Bano Sur, para mejorar el abasto en el Centro, Norte y Oeste de la urbe.
  • Se acordó reparar cuatro bombas para las estaciones de Bano Arriba y la presa Clotilde, que deben suministrar más agua a la ciudad, con la idea de incrementar la presión y reducir los ciclos de entrega, actualmente de nueve días.
  • Construcción de una conductora de 9,5 kilómetros desde Jaibo hasta el bombeo Bano, que permitirá aprovechar las reservas de ese embalse por gravedad.

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