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UJC: Ni vieja ni cansada

Nada impide que los militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas encuentren maneras de convertir su comité de base en una agrupación fresca, entusiasta; en un núcleo de lo alegre y lo profundo

Autor:

Miguel Cruz Suárez

Circunspectos, chambones, encartonados… esa es la imagen que algunos pretenden establecer cuando hablan de militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y quieren generalizarlos como personas rígidas, poco creativas y apenas capaces de enarbolar ideas propias.

Sin embargo, esa no es la realidad, pues sería absurdo aceptar que miles y miles de muchachas y muchachos que nutren tan valiosa organización —todos con menos de 30 años de edad— son así de grises y monótonos.

Que no en todos los lugares hay una voluntad inmediata o fresca de hacer las cosas, es real. Que muchos, por su corta edad, no comprenden el alcance de su militancia, es cierto. Que no siempre se les conduce de manera acertada, es indiscutible; pero tildarlos de poco espontáneos y colgarles el peyorativo cartel de «oficialistas», bajo el precepto de que responder a convocatorias de su organización en defensa del Estado socialista del que son parte, es sinónimo de inercia o mimetismo, no hace otra cosa que fomentar una visión peligrosamente sesgada de la condición de joven militante comunista.

De la misma manera que en ocasiones se precisa la espontaneidad, hay otras en que son imprescindibles la convocatoria y una cuota de formalidad organizativa para mover a las membresías de cualquier entidad política. De esto la misma Revolución ha dado numerosas muestras, sin que el resultado haya sido sinónimo de esquematismo o que los participantes lo hicieran a regañadientes.

Lo fresco y espontáneo no radica en estar afiliado o no a una organización, sino en las maneras que utilicemos para hacer más efectivo el poder de convocatoria.

Durante los dos últimos años, para citar la etapa más reciente en que se ha demandado el aporte joven, suman miles los militantes de la UJC que han estado en labores clave, que van desde producir alimentos hasta desafiar riesgos para la salud en una zona roja de enfrentamiento a la COVID-19.

En la inmensa mayoría de los casos han respondido al llamado del país, la UJC, las organizaciones estudiantiles o los movimientos juveniles, y han contribuido con todo el entusiasmo y desenfado que es propio de sus edades. Ellos, con seguridad, estarán en contra de aquellos argumentos que pretenden minimizar su esfuerzo o reducirlo a un mero cumplimiento de tareas que les llegan desde arriba.

Es la misma UJC la que ha venido hablando en los últimos tiempos de transformar y transformarse, sin renunciar jamás a principios sólidos que la definen como vanguardia, buscando dinamizar métodos y estilos de hacer las cosas, indagando con las nuevas generaciones sobre sus intereses, acercándose a los barrios, a las universidades…, dialogando con ese universo de niños, adolescentes y jóvenes que por encargo constitucional le corresponde atender. Nada se prohíbe desde la dirección de la UJC, nada impide que sus militantes encuentren maneras de convertir a su comité de base en una agrupación fresca, entusiasta; núcleo de lo alegre y lo profundo.

Ser militante de la UJC no puede ser atadura (y no lo es) o sinónimo de reunión tediosa. Imposible sería imaginar a las nuevas generaciones, con su amplio espectro de gustos y motivaciones, convertidas de buenas a primeras, por obra y gracia de un carné, en congregación de seres dogmáticos que esperan una voz de mando. Donde así ocurra, se está lejos de lo que la propia organización persigue, y mucho más lejos aún de los que significa ser un joven cubano de estos tiempos.

Las muchachas y los muchachos de toda Cuba que pueden leer estas líneas desde la militancia juvenil comunista que portan, coincidirán conmigo en que hay sobrado compromiso, entusiasmo y creatividad dentro de ellos.

Cientos traerán a su mente la imagen de acampadas, trabajos voluntarios, bicicletadas, bailes, debates y otras muchas ocasiones en que se han sentido útiles en espacios propiciados por la UJC; mientras otros percibirán que todavía su militancia no se parece a ellos mismos y que es momento de soltar amarras.

Esa es la dinámica y la aspiración que la UJC tiene cuando llega a 60 años de indisoluble vínculo con la historia de la Revolución: que sean cada vez más propositivos sus militantes y que vayan con todo, dejando en su época la huella de una organización que no está ni vieja ni cansada. 

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