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El pueblo se vistió de mar

Cuatro días después del paso de Ian por La Coloma, sus habitantes cuentan a JR cómo ha sido la vida desde entonces

Autor:

Dorelys Canivell Canal

LA COLOMA, Pinar del Río.— El poblado de La Coloma, a unos 25 kilómetros al sur de la cabecera provincial de Pinar del Río, sintió con rabia la entrada de Ian. Cuatro días después de aquella madrugada tomentosa sus habitantes cuentan a JR cómo ha sido la vida desde entonces.

En una cola para comprar carbón encontramos a varios de los vecinos. Yusmexys Prens Díaz, que trabaja en el círculo infantil, se muestra renuente a las fotos:

«¿Qué te voy a decir? Pasé mucho susto, me parecía que la tierra temblaba y el techo empezó a perder fibras. Yo vivo de la Escobería para allá, es una zona baja. El llenante (como le llaman quienes habitan en los poblados pesqueros a la subida repentina del nivel del mar) fue muy rápido, el agua nos llegó al pecho. Mi casa realmente no estaba buena, pero me había mudado hace poco. Se derrumbó completa. La Defensa Civil me había dicho que no me podía quedar en ella y fui con los niños para la del vecino, que también se inundó. Cruzamos para el frente, que es un poquito más alto y allí el agua nos dio por encima de la cintura.

«Hasta el televisor que me habían regalado la semana pasada perdí; la lavadora, todo, todo...

«Ahora estamos en la Secundaria. Todavía no nos han dicho nada, no sé para dónde vamos a ir. Estuve unos días en la casa de mi otra hija, pero no tiene condiciones para que estemos. Nos han vendido cosas, trajeron galletas, yogurt. Vamos a ver qué sucede con el paso de los días».

A su lado está Medardo Martínez Pérez, quien hace 50 años vive en La Coloma. Desde su segundo piso en uno de los edificios, al fondo del pueblo, veía las cosas volando por los aires.

«Ha sido la noche más horrorosa que he visto en mi vida. Fíjate que yo me erizo, —se estremece y se le pone la piel de gallina a este hombre robusto—. En mi casa hay un aire acondicionado y yo pensaba que se iba con puertas, ventanas y todo. Menos mal que el viento al edificio le daba de lado y cuando se viró fue por el fondo. Me las vi feas. El agua llegó hasta la entrada del pueblo. A la casa que no le llevó el techo se le metió por debajo y le mojó todo; las cosas se han echado a perder o se rompieron.

«Hoy se ven muchas personas trabajando, hay movimiento en las calles gracias a las brigadas de apoyo.Los mismos pobladores empezaron a sacar los desechos, a limpiar; después fue que empezó a llegar visita y ver la situación en la que estábamos.

«Ya la gente está más tranquila. Ven que no están solos. Nos trajeron pollo, picadillo, aceite. Están haciendo comidas, una posta de pollo entera y arroz amarillo, la ración no pasa de 50 pesos. Este tumulto que ves aquí es porque están vendiendo carbón, con este que compré, si se acaba la balita, bajo y prendo la hornilla en el patio».

Sus historias se repiten.Nunca se esperó que Ian dejara una situación tan compleja tras su paso.

Nadie de brazos cruzados

En cada cuadra de La Coloma hay una historia triste, diferente, como la de Lidia Rojas, una señora que al hablar con las autoridades de la provincia le brotan las lágrimas, porque la vida está muy dura y tuvo grandes pérdidas.

«Pero si de algo estoy consciente es que La Coloma tiene que organizarse y limpiar las áreas, hacerlo por CDR, y ayudar a los muchachitos de las FAR que tanto están trabajando».

«Para salir adelante es necesario contar con la ayuda de todos, hay que tener disciplina, solidaridad, porque un buchito de café o un vaso de agua, y pegarse al lado de un guardia a recoger basura, es un gesto también de agradecimiento», reflexionaba Jorge Luis Tapia Fonseca, vice primer ministro, durante un recorrido por esta comunidad junto al general de cuerpo de ejército y miembro del Buró Político, Ramón Espinosa Martín, quien se encuentra al frente de la recuperación en Vueltabajo, y Yamilé Ramos Cordero, presidenta del Consejo de Defensa Provincial.

«Son tiempos difíciles, pero Pinar del Río no está sola, hasta aquí han llegado refuerzos, ayuda de todo el país, equipamiento para trabajar, camiones, alzadoras, y el primer ejemplo tienen que darlo los jefes. Cuando el pueblo vea a sus dirigentes en la calle con un machete, un hacha o un rastrillo, la gente se suma, se entusiasma, coopera», refirió.

Otro aspecto importante señalado en más de una ocasión por las autoridades en medio de este contexto, es que no se puede tomar una decisión que no se apruebe por el consejo de defensa de zona.

Una indicación esencial es que la entrega de recursos que van llegando al territorio, (y esto es válido para todos los municipios afectados) se haga de forma equitativa, por núcleos familiares, y se atiendan primero a las personas vulnerables, que se busque a quienes más lo necesiten.

La vida en un centro de evacuados

Más de 400 personas permanecen en el centro de evacuados activo en la escuela José Luis Tassende.

Al pesimismo y a la angustia es difícil desterrarlos. Sin embargo, a pesar de haberlo perdido todo, las personas que allí conviven se han ajustado a un régimen de vida que les permite, entre todos, mantener condiciones mínimas indispensables hasta que se defina cuál será el lugar de destino de cada una de las familias.

Tienen una brigada para la cocción de los alimentos, definida por ellos mismos, se rotan la limpieza de los cuartos y después se encargan del pasillo.

Pero acaso lo más conmovedor es ver a una puérpera de 11 días de parida, tres embarazadas, una señora encamada y 96 niños en este lugar.

Brisnaidy González, de 16 años, dio a luz el 19 de septiembre a un varoncito que llamó Elián. Se evacuó en el centro y su casa perdió el techo y parte de las paredes, la de su mamá, al lado, también sufrió severos daños.

Esta joven perdió casi toda su canastilla, —nos cuenta—, el coche, y aunque ha tenido quizá los días más difíciles de su vida, se siente bien, es atendida por el médico y la enfermera de la familia que visita el centro cada día y su prioridad es seguir lactando a su bebé.

En esa comunidad costera, insigne en todo el país por su empresa pesquera industrial, los días se tornan difíciles, pero los aires de la recuperación ya se sienten.

Los colomeros, gente alegre y pícara, brava también, sintieron los horrores de posiblemente el ciclón más agresivo que los haya azotado, pero se levantan, no ya con la irritación y la inercia de las primeras horas, ni con el dolor de quien lo perdió todo; llevan la fuerza de salir adelante, aunque nunca olviden que Ian llenó de agua de mar todo el pueblo en pocas horas.

El puerto de La Coloma, con varias embarcaciones hundidas, otras encalladas y daños visibles en su infraestructura, siente también los aires de recuperación gracias a la solidaridad.Foto: Dorelys Canivell Canal.

Brisnaidy González sabe, a pesar de su juventud, que lo más importante es su salud y la de su bebé.Foto: Dorelys Canivell Canal.

 

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