Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Vehemencia en Baraguá

A 145 años de la histórica Protesta, el espíritu de aquella mañana continúa marcando rutas por el futuro de Cuba

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

BARAGUÁ, Santiago de Cuba.—Entre la bruma de la sabana, las anécdotas y el entusiasmo de la guerra, al amanecer del 15 de marzo de 1878, dos hamacas a la sombra en el campamento provisional de Mangos de Baraguá, serían el mejor podio de la dignidad: el gesto viril del Mayor General Antonio Maceo, secundado por el fervor de los jefes orientales, salvó el futuro de Cuba para todos los tiempos.

«¡Y toda esa gente trataba con los españoles cuando aquí peleábamos con más entusiasmo, cuando nos sacrificábamos para vencerlos!», cuentan que ripostó, airado, mientras intentaba procesar las informaciones que les adelantaba en una carta el General Gómez.

«¿Qué dirán ahora mis subalternos? Mis hermanos, unos inutilizados, los otros heridos, ¿qué dirán? (…) ¡El teniente coronel Laffitte, mi buen compañero, muerto el día 1ro.! (…) ¡Y yo, que tengo todo el pecho sembrado de balas españolas!», le repetiría una y otra vez a su médico y amigo, el brigadier Félix Figueredo, días antes, cuando con ocho heridas surcando su pecho, el 10 de febrero de 1878, confirmó la aciaga noticia.

Mientras él se batía en los campos orientales, en el centro del país se había firmado el Pacto del Zanjón para poner fin a la guerra, pero sin la independencia ni la abolición de la esclavitud por la que tanto se había luchado durante diez años.

Aquella mañana del 18 de febrero, en Asiento de Piloto Arriba, donde por fin pudo conocer sobre lo sucedido por boca del propio Generalísimo, acompañado por el comandante Enrique Collazo, el teniente coronel Ramón Roa y otros oficiales, dicen que escuchó con calma las razones: el movimiento revolucionario no había podido resistir el embate del general Arsenio Martínez Campos, el Pacificador, quien guiado por el conocimiento de las heridas que minaban la unidad de las fuerzas mambisas y con métodos sutiles, había logrado desarmar el Ejército Libertador.

Con los bríos de sus casi 33 años, el General Antonio tal vez pudo hasta reconocer las dotes del militar español, pero el sentido de la honra y la justicia que aprendió en su hogar, el recuerdo de la sangre generosa de sus compañeros, le impedirían aceptar tamaña afrenta.

Con la esperanza de que otros cubanos de bien se le sumaran, cerca del río Cauto comunicaría a los jefes que aún peleaban su determinación de proseguir la lucha. Para dejar clara su posición de principios, y de paso ganar tiempo, aceptaría entrevistarse con Martínez Campos, quien lo consideraba el último obstáculo para conseguir la paz.

Diez años de esfuerzos para forjar una nación estaban a punto de perderse en un instante de vacilación. De eso estaba consciente el General Antonio, quien sin dudas era mucho más que un mulato arriero con valor a toda prueba. Si se consumaba la rendición, no habría futuro para la lucha en Cuba, le quedaba claro: reinaría el desaliento y se desvanecerían las tradiciones patrióticas que sustentaban nuestra ideología como nacionalidad.

De ese tamaño eran las verdades que se dirimían mientras el sol disipaba la neblina aquel 15 de marzo de 1878 bajo los Mangos de Baraguá. «Basta de sacrificios y sangre, bastante han hecho ustedes asombrando al mundo con su tenacidad y decisión, aferrados a sus ideas…», enfatizaría el general español con palabras que sonaron amables, después de las presentaciones.

Desde la vergüenza, el mulato arriero que a fuerza de coraje y entrega llegó a Mayor General, contradijo al Pacificador: «Los orientales no estamos de acuerdo con lo pactado en el Zanjón (…) Le suplico que no se tome la inútil molestia de leer lo que sabemos, lo que no queremos y estamos dispuestos a rechazar. ¡Guarde usted ese documento, no queremos saber de él!, respondió.

La determinación de Maceo y sus acompañantes aquella mañana refrendó para el futuro una de nuestras más altas tradiciones patrióticas: la intransigencia revolucionaria, esa que prefirió a Bayamo hecha cenizas antes que en manos del enemigo; la que se sobrepuso a obstáculos como la Fernandina o Alegría de Pío; que transformó el dolor en plataforma de vida con el ¡Patria o Muerte! que nació tras La Coubre, y nos conmina a no olvidar las lecciones de ética y civismo bajo aquellos mangos ante las nuevas amenazas y dificultades de hoy.

Con aquel rotundo «No, no nos entendemos», Antonio Maceo no solo salvó el prestigio de la Revolución, sino que al convertir la capitulación en tregua abrió las puertas a nuevas etapas de esfuerzos libertarios.

 A 145 años de la respuesta del Titán de Bronce, el dilema de Baraguá continúa presente. Sobreviven los zanjoneros, los paladines del cansancio envuelto en concesiones, los abogados de la desunión, los asesinos del honor, tanto como el vehemente grito de aquel mambí que dicen le hizo sonreír orgulloso: «¡Muchachos, el 23 se rompe el corojo…!».

Camino de todo un pueblo

La vehemencia aprendida bajo aquellos mangos es hoy camino de todo un pueblo y podio de nuestra resistencia.

Por eso los habitantes del municipio santiaguero de Mella, especialmente quienes pertenecen al consejo popular Baraguá, custodios del glorioso escenario, inspirados en las lecciones de aquella mañana, trabajan por el bienestar y el progreso de su terruño.

Con el espíritu de Baraguá como acicate, han explicado sus autoridades, se renueva y embellece el entorno, se reparan y construyen viviendas, se rehabilitan parques, fachadas y viales, se emplaza una nueva conductora  que llevará el agua desde la cabecera del municipio hasta la zona, se alistan un policlínico, un seminternado y una nueva casita infantil.

Con el hálito de una comunidad en transformación también se apuesta por la producción de alimentos, especialmente la siembra de cultivos varios, hortalizas y granos como parte del programa de la agricultura urbana, suburbana y familiar.

Como baluarte de la historia local, el escenario histórico del hecho recibe intensas acciones de rehabilitación y ampliación, que incluyen la construcción del nuevo Centro de Interpretación Mangos de Baraguá.

A 145 años de la Protesta de Baraguá un nuevo Centro de Interpretación se añade al lugar del escenario histórico del hecho

Nuevos aires recibe el entorno en que se produjo la histórica acción protagonizada por Maceo. Fotos: Yudelkis Ortiz

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