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Cada generación le hace nuevas preguntas al Moncada

Así lo afirma desde la convicción del investigador comprometido el Doctor en Ciencias Históricas Frank Josué Solar Cabrales, profesor de la Universidad de Oriente (UO)

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— Al Moncada habrá que seguirle dedicando nuevas miradas, incluso en aquellas cuestiones que parezcan muy investigadas. Cada época, cada generación le hace preguntas distintas al hecho en función de las necesidades de su presente, y la gesta seguirá siendo revisitada una y otra vez, porque es un hito de la historia de Cuba y del devenir latinoamericano.

Así lo afirma desde la convicción del investigador comprometido el Doctor en Ciencias Históricas Frank Josué Solar Cabrales, profesor de la Universidad de Oriente (UO), con una labor historiográfica reconocida, a pesar de su juventud, por su inmersión valiente y rigurosa en aspectos poco conocidos de nuestras luchas más recientes.

El asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953, dice, llega hasta el presente con los contornos del parteaguas, las lecciones del gesto innovador, que rompe dogmas e inaugura lógicas más allá del sentido común, y toca a profesores, investigadores, comunicadores, preservarlo como ese hecho complejo y latente, de cuya épica podríamos sacar fuerzas para enfrentar las desafiantes batallas actuales.

«Los sobrevivientes de la acción son solo seis, y la distancia que nos separa del hecho, es mayor que la que mediaba entre aquellos muchachos y la épica de los mambises, de Guiteras y de la generación del 30, que les inspiraron. Para nosotros hoy, con todos los retos que tocan, el Moncada es nuestra épica más cercana, ellos son nuestros mambises; deben emocionarnos, motivarnos en nuestras luchas actuales; tenemos un compromiso con los que cayeron, que es sagrado; y la responsabilidad histórica de ser herederos de ese legado».

Y para eso, insiste en la importancia de la investigación que contribuya a conocer bien el acontecimiento, «para entenderlo y apreciarlo en su justa dimensión», y de la enseñanza y comunicación de sus detalles, que lo lleven con la fuerza estremecedora de sus matices y contradicciones hasta los nuevos cubanos de hoy.

«Hechos como el Moncada, que homenajeamos todos los años, corren el riesgo del cansancio y tienen la amenaza de ser simplificados. Es muy importante conseguir que los jóvenes se identifiquen con esos muchachos, muchas veces de su propia edad, y lo que fueron capaces de hacer, de sacrificar: sus familias, hasta la propia vida. Conmueve e indigna aún, el crimen, la carnicería que se cebó en ellos.

«Siempre digo que la significación histórica del Moncada no fue automática, ni está dada por la acción misma; la construyó la actitud de Fidel y sus compañeros, tanto en el juicio, como en toda su actuación posterior. Para cualquier otro grupo de revolucionarios, la derrota de un plan preparado con celo, y en el que se había invertido tanto, que condujo además a perder compañeros valiosos, queridos, hubiera sido demoledora, algo de lo que no se hubieran podido recuperar, pero Fidel y los moncadistas lo logran».

Fascinación y acicate

En lo personal, la historia del Moncada asaltó a Frank Josué por diferentes caminos. Le llegó a lomos de las fascinantes lecturas de infancia, desde el entusiasmo de las vacaciones familiares donde esperar el 26 era tradición festiva del barrio e incluía la aventura de la caminata hasta el Polígono para presenciar el asalto simbólico; fue la pregunta obligada de los concursos de historia en los que representó a la Vocacional José Martí, de Holguín.

Le alcanza con la fuerza misma de su nombre, esa que le compromete, por ejemplo, a preservar el gesto solidario de Frank País cuando supo del asalto y es también el acicate del contacto cercano con un nombre imprescindible para la historia de la gesta, como el investigador Mario Mencía.

«Tuve el privilegio de que Mencía me acompañara desde la carrera, fue el tutor de mis tesis de licenciatura, de maestría y de doctorado, y esa relación me acercó mucho al Moncada, no solo desde sus libros, sino desde la vivencia del investigador que me compartió sus experiencias y metodología, los obstáculos que enfrentó y la manera en que pudo resolverlos.

«Muchas veces estuve con él, por ejemplo, en el Palacio de Justicia, y fue muy interesante verlo pararse en el mismo lugar que los asaltantes para precisar el sitio exacto de cada uno o el alcance de sus armas».

Y es justamente ese espíritu, expresa, el que transmite cotidianamente a los alumnos de la especialidad, a quienes imparte la asignatura Historia de la Revolución Cubana. Cuando habla del Moncada a sus estudiantes, recalca, nunca deja de ubicarlo en su contexto, «en relación con su época, con las otras fuerzas que estaban operando, porque si no es así, no se entiende el hecho en su real significación.

«Todavía se hace necesario hurgar más en todas las implicaciones y todos los lazos que tiene el hecho con el contexto; habría que seguirlo tanto en su fase previa, como en lo que viene después, en los nexos que establece Fidel y sus compañeros con el panorama político que le rodea».

Como investigador, Frank Josué ha dedicado tiempo a profundizar en las organizaciones revolucionarias de la última etapa de luchas, de ellas ha develado vínculos y aspectos poco conocidos, por eso insiste en estudiar y comunicar la historia con toda su complejidad, como la vida misma, sin omisiones ni prejuicios, para que pueda ser verdaderamente valiosa.

«Al Moncada hay que verlo con todas sus contradicciones, ver que como mismo hay un núcleo mayoritario valiente, que se arresta, hay otros que en el momento de la acción decidieron no participar, o hay otros que después resuelven apartarse de ese camino.

«En la medida en que seamos capaces no solo de investigar la historia, sino también de contarla con toda esa complejidad, con sus contaminaciones y no como un cuento de hadas donde todo sucede tranquilamente, estaremos contribuyendo a que se conecte más con quien la recibe, y a evadir las simplificaciones que lastran la comprensión del tema y conducen a injusticias históricas.

«La historia es también un escenario de disputas de la política del presente, eso siempre ha sido así y no es privativo de Cuba; la del Moncada, en particular, se convierte en escenario frecuente de esas confrontaciones.

«Para nosotros eso implica un reto, no podemos responder a las tergiversaciones con una visión esquemática del hecho, nuestra versión tiene que tratar de acercarnos lo más posible a lo que ocurrió, no solo porque es más creíble, y la credibilidad también es un asunto político, sino porque para poder sacar lecciones reales de la historia, hay que estudiarla como fue. Si no, no sirve.

«Es preciso emocionar, hay que buscar las historias personales del Moncada, que son tremendas, incluidas las de Fidel; hay que buscar relatos que sean capaces de conectar con las aspiraciones, las necesidades, con la visión del mundo que tienen nuestros jóvenes», señala.

Insiste en que hay que seguir trabajando en establecer vasos comunicantes más efectivos entre los múltiples acercamientos novedosos a la temática que hoy tienen lugar en el país y la docencia, a fin de que los nuevos resultados lleguen hasta las escuelas para contrarrestar el facilismo de la enseñanza ceñida a manuales.

Así lo defiende en las aulas y desde la cátedra honorífica para el estudio de la obra y el pensamiento de Fidel Castro Ruz que preside en la Universidad de Oriente. «Tratamos de generar espacios como la peña Sierra Maestra y otros, para hablar de estos temas y conectar con los nuevos; usamos audiovisuales que desde los códigos más actuales nos den pie para intercambiar».

A la luz de hoy, asevera, el asalto al Moncada, más que algo del pasado, es un hecho vivo y útil. «El Moncada es un ejemplo de cómo la historia nos une: es el reinicio de la lucha por Oriente, cuyos ecos van a ocupar toda Cuba. Rompe con muchas lógicas, sorprende a todos e inaugura una práctica que será constante en la política de Fidel: irse por encima de los límites que parece poner la realidad. Así fue el 26 de Julio, y esa lección sigue vigente a 70 años del hecho.

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