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Ser o no ser

Tres dirigentes de los CDR hablan de las complejidades, desafíos y oportunidades de una organización, que busca revitalizarse con la celebración de su 10mo. Congreso

Autores:

Luis Raúl Vázquez Muñoz
Laura Brunet Portela
Odalis Riquenes Cutiño

A los 29 años y a punto de graduarse como Ingeniero Agrónomo, Eloy Cruz González recorre los parajes del municipio santiaguero de Guamá. Un visitante pudiera sobrecogerse por el paisaje: una zona de contrastes, capaz de maravillar por los grandes farallones de la Sierra Maestra que caen con suavidad sobre el azul del mar Caribe.

 

Según el joven Eloy Cruz González, no hay que cohibirse de demandar el aporte en el barrio. Foto:Odalys Riquenes Cutiño

Eloy conoce bien el lugar. Ha tenido que caminarlo mucho, sobre todo desde los 18 años; cuando asumió cargos de dirección en los CDR, primero de presidente, para luego pasar a funcionario y con el tiempo llegar a ser el coordinador costero del territorio.

Cuando habla de los Comités, lo hace con cariño. «Me abrió las puertas, me hizo crecer», dice. Sin embargo, no deja de reconocer que actualmente la organización vive la necesidad de recuperar el dinamismo que tuvo en otros años, para algunos ya muy lejanos y que forman parte de las preocupaciones que él llevará al Congreso, sobre todo en la manera de acercarse a los jóvenes.

No es el único con esas inquietudes. En una indagación realizada por JR a tres dirigentes cederistas con resultados en su gestión a nivel de base, se comprobaron inquietudes similares; pero, ¿cómo mantener la vitalidad de la organización en los momentos actuales?, ¿qué hacer hoy con los CDR?, ¿qué condiciones debe tener un dirigente cederistas y cómo actuar en estos tiempos?

El condimento del barrio

Hablar de los Comités con personas que lo han hecho funcionar a pie de cuadra, sobre todo en las marejadas de estos tiempos de recambio y dificultades económicas, es como asistir al cocinado diario de una caldosa; a la que se le puede echar de todo, pero a la que no le pueden faltar ciertos condimentos.

A la pregunta de si los CDR tienen futuro, la respuesta de los entrevistados muchas veces fue esbozar una sonrisa acompañada de una invitación: «Miren lo que se hizo con la COVID-19».

Para Arnaldo Cruz Ricardo, de 72 años y coordinador de la Zona 38 Niceto Pérez en el municipio de Majagua, los días de la pandemia se convirtieron en un respaldo al quehacer de la organización, cuando esta asumió compromisos muy complejos, como los de apoyar las acciones sanitarias y la distribución de alimentos.

 

Arnaldo Cruz Ricardo dirige en Ciego de Ávila una zona cederista, vanguardia nacional. Foto:Luis Raúl Vázquez Muñoz

«Somos la única organización en el país que abarca todos los sectores, todos los niveles educacionales y que, mal o bien, funcionando bien o no, se encuentra en todos los lugares, incluso los más intrincados», asegura para luego afirmar: «Esa es una de sus mayores fortalezas: estar donde otros no llegan».

Jorge David Sánchez Ramos, estudiante de cuarto año de enfermería y coordinador de zona en el municipio de Cienfuegos, asegura que el principal potencial de la organización se encuentra en su fuerte componente humano.

Los CDR actuaron con efectividad ante la COVID-19, opina Jorge David Sánchez Ramos. Foto:Laura Brunet Portela

«¿Quieren mejor ejemplo del valor de las relaciones entre vecinos que durante el aislamiento cuando la COVID-19?», inquiere este joven de 24 años que asumió el cargo con apenas 17, sin tener una estructura organizada que le diera todo el apoyo que merecía.

Para Arnaldo, Jorge David y Eloy lo principal en el trabajo con el barrio es pegarse a la gente, no dejar pasar una fecha por alto, reconocer a las personas, darles su importancia con todo lo que hace y, sobre todo, mantenerse en una consulta permanente.

«En un CDR puede que un presidente sea la persona a la que se le ocurran todas las ideas —explica Arnaldo—. Sin embargo, todo lo que se le ocurra debe consultarlo con los vecinos. Ese es el principio básico: dar participación y, si nos equivocamos, erramos todos. Pero si triunfamos, el logro no es de una persona sino del barrio completo».

CDR y algo más

En los intercambios, se pudo percibir un detalle en común. Ya sea por la cercanía a la realidad de la población o porque determinadas estructuras no funcionan a nivel de base o por la autoridad que pudieran alcanzar, lo cierto es que un CDR exitoso y sus presidentes no solo se dedican a las tareas cederistas.

Jorge David reconoce que el compromiso con sus vecinos lo ha conducido ha atender planteamientos históricos que todavía duelen, y otros que la cotidianidad lanza a modo de zancadillas.

Los problemas de acueducto y alcantarillado figuran entre las demandas añejas del CDR 3 ubicado en Arizona, Juanita 1, debido a sus características para el abasto de agua. Es de esas cuestiones, dice, que hoy pones una «curita» con una pipa, y mañana se abre otra herida con los salideros.

No ha habido solución definitiva, pero para Jorge lo más importante es agotar todas las gestiones posibles, dar el máximo esfuerzo y, al menos, ese día, ayudar a tu vecino.

«Lo que pasa es que cuando en algún lado se te complican las cosas, desde un CDR puedes resolver el problema —reflexiona Arnaldo—. Nosotros teníamos situaciones con la escuelita. Había que repararla, hacerla nueva prácticamente; pero existían problemas con la fuerza de trabajo. Bueno, desde la zona cederista ubicamos a los albañiles, que son vecinos nuestros, nos organizamos y con el apoyo del Gobierno se reparó».

No olvidar a nadie

Algo que reiteraron los entrevistados fue que si un CDR quiere mantenerse vital, no puede olvidar a nadie ni pasar por alto los momentos más significativos.

Para los tres presidentes esa premisa implica acercarse a las familias que tengan alguna situación entre sus miembros, y extender la posibilidad de ayuda. A veces, explicaron, tocar la puerta de un hogar y brindar una mano con sinceridad es algo que una persona nunca olvida.

Para ellos es importante rescatar las iniciativas de reconocimiento que antes existían, aunque deban atemperarse a los tiempos actuales. Mencionaron a los donantes de sangre, quienes antes recibían sus sellos por las donaciones de sangre alcanzadas, o sistematizar las limpiezas de las cuadras, que muchas veces «brillan», pero no por el cuidado.

Eloy opina que es imporante dar a conocer y extender las buenas prácticas que se han acometido en distintos lugares del país, y no se conocen. Esa es una de sus preocupaciones para plantear al Congreso, al cual es delegado por Santiago de Cuba.

«Una buena fiesta cederista o la recogida de café une y motiva a las comunidades por esta zona, dice. También el hecho de tocar la puerta, conversar, explicar la importancia de lo que se hace. Por eso es que mantenemos 39 Destacamentos Mirando al Mar, encabezados por jóvenes que velan para que el flagelo de las drogas no afecte nuestras vidas».

¿Y los jóvenes para cuando?

Un tema polémico es si los CDR constituyen hoy un espacio de interés para la juventud. Muchos ven la organización como algo que solo sirve para que una vez al mes o al año avisen para el pago de la cotización. Luego viene el olvido.

Arnaldo, desde su experiencia de más de 20 años, insiste en que uno de los errores más grandes es esperar a que un jovencito cumpla los 14 años para ir a pedirle la cuota de la organización.

«Eso no puede ser —insiste—, tiene que haber un antes. Una de las cosas que se deben rescatar con rapidez es la inscripción en el CDR cuando nace una criatura. Eso es darle la bienvenida al barrio, es una cosa bonita, de darle cariño a la familia, apoyar la llegada de un nuevo miembro. Por ahí hay que empezar».

 Jorge David, por su parte, opina que es necesario reforzar el trabajo en la base y «sin que suene a muela». Considera que hay muchos otros que como él pueden encontrar en los CDR otras motivaciones.

«Hay que demostrarles que ellos también pueden ser líderes en su entorno, y que el barrio es muy importante», expresó. Que el cederista vea que no solo se trata de la cotización, que se hacen actividades en el barrio, que puede recibir apoyo de parte de su comunidad», agregó.

Eloy coincide con Jorge. Según su experiencia, nacida en el CDR 2, Zona 73 y que aún preside, en la comunidad de Calabaza Arriba, cercana a Chivirico, a los noveles hay que darles un voto de confianza y asignarles tareas constantemente.

«A veces nos cohibimos de pedirles algo porque pensamos que no responderán —dice—, pero mi experiencia me ha demostrado que cuando a un joven tú le propones algo, este lo cumple; hay que apelar constantemente a su compromiso. Yo, por ejemplo, me reúno mucho con ellos y les explico; porque donde los Comités dejen de funcionar y enfrentar los problemas las soluciones las propone otro, y a su manera».

El detalle que no podía faltar

¿Cuál es? Un buen presidente. Jorge David menciona ese elemento al hablar de los jóvenes. Opina que un dirigente cederista debe tener la capacidad de unirse a los demás factores de la Zona y agruparlos, más cuando se quiere atender problemas de la comunidad.

Por los criterios emitidos en las conversaciones, el líder cederista debe tener una serie de particularidades. Además de iniciativas, tiene que ser humano, carismático, contar con la capacidad de escuchar a los demás, ser firme para defender sus ideas y acciones, persistente y, sobre todo, practicar la honradez y predicar con el ejemplo.

También debe conocer los límites entre lo que es la vida pública y la privada de los vecinos, y tener tacto para no violentar la intimidad de las familias. Y, por último, ser valiente.

«Cuando la COVID-19 se dieron casos de intentos de comprometer a los presidentes de los CDR porque estaban gestionando recursos —cuenta Arnaldo—. Conmigo lo quisieron hacer al igual que con otros compañeros. Pero de ahí no pasaron, al menos con nosotros».

Con pasión santiaguera, Eloy lo reitera con mucha vehemencia: «Si el presidente es activo, convoca constantemente y es capaz de involucrar a sus cederistas con creatividad; si el coordinador de Zona sigue y controla el trabajo, la organización es útil en el barrio. Ahí está el detalle».

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