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Los matices del azul

El amor, la paciencia y la creatividad son componentes básicos para el cuidado integral de niños y adolescentes con un diagnóstico del espectro autista

Autor:

Laura Brunet Portela

CIENFUEGOS—. Anthony es toda la historia de Ángel Rojas desde hace trece años. Cada rasgo hendido en el rostro de este padre representa una tristeza y mil alegrías.

La crudeza de un período de adaptación que parecía infinito le talló las primeras líneas. Recuerda su desesperación porque el pequeño no paraba de llorar, y su andar desesperado como hombre sin sombra en la puerta del círculo infantil.

El diagnóstico le proporcionó un poco de paz, el alivio de saber, pero confiesa que su fase de negación también resultó bastante extensa. Abrazar al autismo y saber cómo avivar en el pequeño sus potencialidades es un proceso en el que todavía hoy le acompaña el colectivo de maestros y especialistas de la Escuela Especial de Atención al Autismo Vilma Espín Guillois.

«Para mí era duro, no lo aceptaba, porque tener un niño así es difícil. Él no hablaba, nunca me había dicho papá. Pero aquí aprendí mucho, fui comprendiendo», cuenta desde una de las aulas del centro, donde se siente como en casa.

Ángel enmudece ante el evidente sentimiento de gratitud que desbordan sus ojos. En una década de estudios, su retoño ha tenido muchas pequeñas victorias que lo han convertido en el adolescente jovial, solidario y sonriente que ahora saluda hasta a esta extraña que ha asomado a su puerta.

Un proyecto para crecer

«¿Qué le puedo decir de la escuela? Yo no tengo queja de esta institución. Las mejores condiciones las tienen ellos aquí», afirma el padre de Anthony, quien ha sido testigo de la transformación de la Vilma Espín Guillois, uno de los cuatro centros existentes en el país para atender este trastorno del desarrollo cognitivo, y el único en la región central.

En 2019, la escuela se convirtió en un proyecto de desarrollo
local con el respaldo de Cuba-Cooperación Francia. Así mejoraron y ampliaron sus instalaciones para responder a la demanda creciente de los últimos tiempos.

Tania González Fonseca, directora de la institución, alertó que hasta hace unos años la matrícula no superaba el medio centenar, pero hoy ya suman 75 alumnos de toda la provincia. Si bien a diario solo 30 asisten, el resto se beneficia de la atención especializada del colectivo, al menos dos veces a la semana, en lo que se conoce como modalidad combinada. Incluso quienes se ven imposibilitados de asistir por sus condiciones físicas o de salud, reciben a los maestros en casa.

Dominar actividades cotidianas los prepara para la vida. Fotos: Cortesía De La Escuela

La primera fase del proyecto proporcionó unos 20 000 euros destinados a la reparación del inmueble y a la compra de insumos y materiales escolares, de higiene personal y útiles de cocina, como ollas arroceras, frijoleras, filtros de agua y otros.

«De esa etapa inicial también obtuvimos un transporte que recoge y devuelve a los muchachos a sus hogares. Además, hacemos las actividades complementarias y planificamos excursiones con los familiares. Esto también tiene un fin pedagógico, porque nos permite modificar las áreas de contacto social, comportamiento y comunicación, porque la mayoría carece de lenguaje verbal», explicó González Fonseca.

La disponibilidad de recursos materiales ha propiciado que la rutina de estos niños sea estable, variada e inviolable, como su comportamiento exige. Pero el valor de un maestro que sabe sonreír, abrazar y reconfortar lo supera todo.

En el lugar correcto

Sobre cada cabeza, Ana Liz Calvo Taño reposa un beso mientras describe con detalles alumno por alumno. Va de un aula a otra regalando caricias y halagos, que ellos le devuelven.

Pulgares arriba para decir que están bien y una seña pícara y cómplice le responden la cortesía. Se topa también rostros ceñudos, sin ánimos para devolverle el saludo, pero ella insiste y les arranca una sonrisa.

Otros andan sumergidos en sus mundos de colores, hojas de seres de garabato y tarareos, y ella también hace una inmersión a sus universos y trata de conectar desde aquello que más les gusta.

Un pequeño acunado en su pupitre le dedica una canción que le ha inspirado la ambulancia de juguete en sus manos. La entona tan melodioso y afinado que da gusto.

—¿Viste qué bien canta?, señala la maestra, orgullosa de su talento— Pero eso es cuando él quiere. Estos niños son muy especiales, cariñosos, pero hay que saber conducirlos, no obligarlos a nada, y, sobre todo, tenerles mucha paciencia y amor.

En los más de diez años que ha entregado a la enseñanza en la institución, Calvo Taño ha aprendido a desprenderse de los planes y esquemas. Cree que son solo guías para que no quede ni un ápice de saber sin esparcir por el grupo.

«Desde fuera todos dicen que es un trabajo muy bonito. Pero los propios padres hablan de las fortalezas que necesitan todos los días para saber cómo enseñar y tratar a un niño con autismo. Y es difícil. Por eso aquí solo puedes estar si te gusta la especialidad. Yo amo mi trabajo», reconoció la docente cienfueguera.

En la escuela pintada de azul, color identitario del autismo, se respira paciencia y sosiego, tal vez como muestra de la manera en que todo funciona allí.

Arianna Gil Rodríguez habla de la institución cienfueguera sin muchas pausas, apenas aquellas que le impone un suspiro ahogado porque agradece el compromiso del centro y el claustro con niños como su José Alejandro Zurita, de seis años.

«Cuando te dan un diagnóstico de autismo es como si una burbuja te explotara en la cara, y no sabes reaccionar porque tienes muchos temores. A veces te sientes solo. Pero el apoyo que hemos tenido de la escuela y las cosas que ellos conversan con nosotros nos han permitido ganar confianza», reconoció esta joven madre.

«Es un alivio para los padres que tienen responsabilidades laborales saber que su hijo está en un lugar donde los aprecian y tienen en cuenta lo que quieren, donde se les respetan sus decisiones», expresó Gil Rodríguez, trabajadora de la Central Termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, la más eficiente del país.

Por eso, cuando alguno llega indispuesto, el plan del docente ha de variar e improvisarse. En ese caso, cualquier color, textura, forma, imagen, sonido, olor u objeto puede generar una nueva lección.

«Tienen la capacidad de sorprenderte cuando menos lo esperas. Es increíble lo que pueden lograr y cada una de esas victorias nos satisface mucho», dijo Calvo Taño.

En el celular de casi todas las auxiliares, especialistas y docentes se mezclan las fotos familiares con instantáneas y videos de cada logro de sus alumnos.

Azary Estévez González es una de esas imágenes recurrentes. «Ya no es la misma niña —consideró su mamá, Nair González López—, porque a pesar de que no controla su conducta por completo, ha cambiado muchísimo. Hemos logrado que trabaje con más independencia, que almuerce sola. Si me preguntan si está en el lugar correcto, sin duda alguna diría que sí, porque es maravilloso ver con el amor y cariño que cada docente la trata».

Sin soltarlos de la mano

«El reto es nutrirlos de herramientas de conocimiento, comunicación y comprensión que los preparen para la vida», comenta Calvo Taño para referirse a la esencia de esta enseñanza.

Mas, tal afirmación se ciñe muy bien a su desempeño en la «casita de economía doméstica», un espacio donde pueden reproducir las rutinas del hogar, aprender a seguir indicaciones comunes y responsabilizarse con acciones básicas de su vestuario e higiene personal.

Los pupilos que ya asisten a lecciones de formación vocacional participan en un proyecto para aprender a cocinar arroz. Si bien esta parece una acción cotidiana y sencilla, para ellos requiere de mucha atención y destrezas.

«No es peligroso, se puede enseñar, y se encuentran trabajando en una actividad que demanda de una sucesión de habilidades en un orden específico. Desde el punto de vista pedagógico ha sido muy provechoso», expone satisfecha Calvo Taño.

La atención personalizada es vital para alcanzar logros en el aprendizaje. Fotos: Cortesía De La Escuela

Andan por las redes las fotos de Anthony, Wilmer y Darío ante la olla humeante de sus primeras raciones de arroz. «A ellos les encanta cocinar, y necesitan ayuda, pero también quieren su independencia. Por eso nosotros les damos solo la asistencia necesaria», agregó desde la pequeña cocina.

Jardinería y manualidades también cuentan en la lista de actividades que cultivan su autonomía y el contacto con el entorno. Combinan la recogida de materiales recuperables con la elaboración de medios didácticos útiles para que otros sigan aprendiendo.

«Los padres son muy exigentes en este sentido, les gusta que hagan cosas nuevas, porque eso los prepara para la vida», consideró Hilda Rosa González Arística, profesora de Jardinería y Manualidades.

Terapias especiales

El arte puede rescatarnos de realidades interiores de donde no hemos podido escapar antes. Por eso hace mucho tiempo se convirtió en brújula para estos muchachos.

Pintando en Azul es un proyecto para quienes empiezan a descubrir otros universos. Mario Cruz Moscoso, artista de la plástica en Cienfuegos, es uno de los guías de esta iniciativa, en la que no existen esquemas. Cada uno es quien quiere ser y lo expresa en colores.

Cuenta Cruz Moscoso que comenzó con personas con Síndrome de Down, hace ya una década. Hoy, han conectado con niños que tienen un diagnóstico del espectro autista, y han aceptado salir de su zona de confort.

Ana María González Barberis, profesora de este centro, percibe muchos cambios desde que asisten al Taller de la Gráfica de la Perla del Sur.

«Los ayuda a modificar las conductas agresivas que tienen algunos, sobre todo los más pequeños. Han ganado muchas habilidades a la hora de combinar colores, formas y texturas. Es complicado y lleva un proceso muy largo, pero se ha logrado», comentó González Barberis.

La equino y delfinoterapia constituyen actividades estables dentro de la rutina semanal que la escuela sigue con puntos y señales. Cada lunes y miércoles un grupo de alumnos asiste a estos lugares, hacia donde también trasladan la rehabilitación y otras acciones de la jornada.

«Nosotros buscamos miles de maneras para que nuestros hijos sean felices, y a veces no lo son con las cosas que, normalmente, un niño común puede serlo. Por eso cualquier muestra de alegría de José Alejandro para nosotros es una bendición. Nunca pensé que algún día montaría un caballo, pero gracias a la escuela lo intentó, y resulta que lo adora. La escuela Vilma Espín me ha dado mucho regocijo, porque así lo ha hecho con mi hijo», dijo Gil Rodríguez consciente del gozo de su pequeño.

Historias como la de Anthony, Azary o José Alejandro se tejen todos los días en los salones este centro. Lazos eternos que llenan a docentes y auxiliares de una descendencia que les nació del corazón.

No son raras las anécdotas de docentes que han llevado a los pequeños hasta la puerta de u salón de operaciones para curar otras patologías, porque así se sienten más seguros y calmados. También los han acompañado a consultas de seguimiento de su diagnóstico, o que van a visitarlos a casa porque tienen gripe.

Conducir por la vida a pequeños y adolescentes autistas, cultivar su independencia y aupar sus potencialidades constituye, sin dudas, una labor de avezados especialistas, pero sobre todo de aquellos que sepan diseminar en ellos todos sus afectos.

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