Reunión en La Mejorana. Autor: Adán Iglesias Publicado: 02/06/2025 | 10:07 pm
Fue de un domingo duro y horrible para José Julián, un domingo en el que le cortaron las palabras, pero no por eso albergó rencores. Era el 5 de mayo de 1895 y, al fin, se concretaba la anhelada reunión entre los tres principales líderes independentistas: José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo.
El encuentro, como escribió brillantemente Rolando Rodríguez, en su libro Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente se produjo entre «el fino, seductor y genial Martí; el vigoroso, enérgico y talentoso Maceo; el áspero, sagaz y empeñoso Gómez», tres seres humanos que no estaban hechos para ser mandados, sino «para mandar y para dirigir, cada uno a su forma».
Por eso se entiende que aquella confluencia en La Mejorana, en una casa de un antiguo ingenio azucarero, generó choques y heridas, aunque —dicha sea la verdad—, 130 años después todavía no se sabe con exactitud qué se dijeron.
Al leer lo que ha trascendido sobre el acontecimiento se infiere que el banquete mambí por el encuentro de los tres patriotas, en el que había gallina y lechón, terminó sin un acuerdo sólido.
«… Ese día no hubo concilio en La Mejorana. La resolución de los temas urgentes debió truncarse. Fue un día gris, por más coloretes con que se le quiera maquillar; en ese afán vicioso de viciar el pasado con la óptica triunfalista de nuestro tiempo», señaló al respecto el periodista Igor Guilarte Fong en Los (des) encuentros de La Mejorana, publicado en Bohemia, el 5 de mayo de 2023.
Al parecer, hubo dos momentos: cuando unas 18 personas, incluyendo los tres próceres, se sentaron debajo de un framboyán a almorzar y dialogar, y cuando los tres jefes conversaron en privado, primero en el portal, luego en una de las habitaciones.
«Maceo y Gómez hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco, allí en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, —y una Secretaría General— (…) Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: ‘¿Pero usted se queda conmigo o se va con Gómez?’ Y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante», escribió con visible contrariedad el Apóstol en su Diario de campaña.
Al interpretar estas palabras los historiadores Elier Ramírez y Mónica Corrieri señalan en el artículo ¿Qué pasó en La Mejorana?, publicado en Cubadebate el 6 de mayo de 2015, que no es difícil darse cuenta «que las viejas contradicciones de la Guerra de los Diez Años y la Guerra Chiquita, entre el poder civil y el militar, aún estaban a flor de piel. Maceo defendía un poder militar sin interferencias de los civiles. Consideraba que primero había que ganarle la guerra a España antes de pensar en la existencia de un gobierno civil en plena manigua. Martí discrepaba, pues aspiraba a un equilibrio de poderes».
El Maestro nos brinda otras pistas sobre la reunión y las cicatrices todavía sangrantes del Titán de Bronce: «Lo veo herido —”lo quiero —me dice— menos de lo que le quería”— por su reducción a Flor en el encargo de la expedición, y gasto de sus dineros. Insisto en deponerme ante los representantes que se reúnan a elegir gobierno. No quiere que cada Jefe de Operaciones mande el suyo, nacido de su fuerza: él mandará los cuatro de Oriente: “dentro de 15 días estarán con Ud.— y serán gentes que no me las pueda enredar allá el Doctor Martí”».
Igor Guilarte, al referirse a esta molestia de Maceo, apunta: «El vendaval de reproches y discordancias del pasado no se ha aplacado en su cabeza. Contrariado aún por la forzosa subordinación a Flor Crombet —brigadier subalterno y con quien se había juramentado a duelo—, siente la imperiosa necesidad del desahogo».
Muchos historiadores se han preguntado por qué el Héroe de Baraguá no condujo a Gómez y a Martí a su campamento para celebrar la reunión, como ellos esperaban, y por qué, al final del encuentro, los dejó irse sin escolta bien armada. «Por ahí se van ustedes», les dijo cerca de las 4:00 de la tarde. «(...) Y seguimos, con la escolta mohína; ya entrada la tarde, sin los asistentes, que quedaron con José, sin rumbo cierto, a un galpón del camino, donde no desensillamos. (...) seguimos, a otro rancho fangoso, fuera de los campamentos, abierto a ataque (...) Y así como echados, y con ideas tristes, dormimos», relató Martí.
Por suerte, al día siguiente El Generalísimo y el Delegado entrarían al campamento de Maceo. Gómez lo contó de este modo en su Diario de campaña: «Al marchar rumbo hacia Bayamo, confusos y abismados por la conducta del general Antonio Maceo, tropezamos con una de las avanzadas de su campamento de más de dos mil hombres y fuerza nos fue entrar. El General se disculpó como pudo, nosotros no hicimos caso de las disculpas como lo habíamos hecho del desaire y nuestra amarga decepción de la víspera quedó curada con el entusiasmo y respeto con que fuimos recibidos y vitoreados por aquellas tropas».
Mariano Corona, en su libro Yo conocí a Martí, describió aquel recibimiento, que sirvió de desagravio: «Los toques de corneta ensordecían el espacio; el movimiento era general; los asistentes ensillaban los caballos; los coroneles de regimiento transmitían sus órdenes...».
El gran enigma de esta historia radica en que las cuatro páginas del día 6 de mayo fueron arrancadas del Diario de José Martí. ¿Volvió a escribir sobre La Mejorana y sus conflictos? ¿Quién las arrancó si Ramón Garriga, asignado como ayudante del Apóstol, dijo en 1948 a un periódico cubano que entregó el volumen intacto a Máximo Gómez? ¿Habrá sido el Generalísimo o fueron sus descendientes?
En cualquier caso, lo más importante es que, pese a las contradicciones, Gómez, Maceo y Martí siguieron anhelando la independencia. Que pasaron por encima de conflictos para no enemistarse y seguir peleando por Cuba.