La Revolución no será una tarea fácil, dijo el Comandante en Jefe el 1ro. de enero de 1959. Autor: Archivo de JR Publicado: 30/12/2025 | 08:08 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Diciembre de 1958 era casi historia y en la capital de Oriente se avistaba el rostro de la libertad.
A pesar de los 5 000 efectivos de la tiranía de Fulgencio Batista que se mantenían en el cuartel Moncada, con el fin de año en balcones y ventanas de la oriental urbe se desplegaban banderas cubanas y del 26 de Julio.
Solo algunos carros de patrulla, con policías y soldados, avanzaban despacio por las calles, han relatado residentes de la época. Por Martí, San Pedrito y otros sitios ya se mezclaban los rostros barbudos, y la acción del vigoroso movimiento clandestino de la ciudad se agigantaba.
Una vez liberada la ciudad de Palma Soriano, el 27 de diciembre, estaban creadas las condiciones para marchar sobre Santiago de Cuba, y fiel a su estirpe guerrillera, la urbe se preparaba para la anunciada batalla final. Desde adentro, como otro escalón de la llamada Operación Santiago, las Milicias Clandestinas armaban y preparaban hombres.
«La orden de Fidel era tomar la ciudad. Me dijo que hiciera de policía (…) Me orientó tomar las posiciones enemigas, lo cual fue cumplido, pues se ocupó la ciudad completa menos el Moncada», relataría en entrevista de prensa Reynaldo Írsula Brea, el hombre al frente de aquella misión.
Desde las afueras, la segunda ciudad en importancia del país se encontraba sitiada; bajo el mando directo de Fidel, las tropas del I, II y III frentes ultimaban los detalles para la acción final.
El jefe guerrillero había elaborado un plan de ataque consistente en cercar los batallones acantonados en Boniato, El Escandel, el Aeropuerto, Quintero y luchar contra los refuerzos que acudieran en su auxilio. Esa era la estrategia cuidadosamente diseñada.
EL CAMINO HACIA SANTIAGO
Sin embargo, el empuje de las tropas rebeldes las hacía ya indetenibles. La derrota sufrida por las fuerzas militares de la dictadura durante el verano de 1958 y los meses siguientes dejaban cada vez más claro al enemigo que la guerra estaba irremediablemente perdida. Tras las victorias en Jiguaní, Baire, Contramaestre, El Cobre, Palma y Maffo, el camino hacia el triunfo era expedito.
Ello, entre otros factores, empujó al mayor general Eulogio Cantillo Porras, jefe del Estado Mayor del Ejército batistiano, a comenzar gestiones para entrevistarse con Fidel.
El 28 de diciembre de 1958, en las ruinas del antiguo central Oriente, en las cercanías de Palma Soriano, por fin tiene lugar el encuentro. Los acuerdos fueron claros: el 31 de diciembre, a las tres de la tarde, el general Cantillo haría el llamamiento para la renuncia del Gobierno, los criminales de guerra serían detenidos y los cuarteles de Oriente se rendirían a los rebeldes. Explícito quedaba, además, el compromiso de no dejar escapar al tirano ni permitir un golpe de Estado.
Sin embargo, cuando ya las fuerzas rebeldes habían readaptado sus planes, el líder guerrillero recibió una nota de Cantillo en la que comunicaba que las circunstancias habían variado.
La respuesta de Fidel fue inmediata: «El contenido de la nota (…) me ha hecho perder la confianza en la seriedad de los acuerdos. Quedan rotas las hostilidades a partir de mañana (31 de diciembre)», respondió el jefe rebelde y ordenó a los frentes avanzar sobre Santiago.
PRIMER MITIN
DE LA REVOLUCIÓN
—¡Levántate, que Batista se fue! Lo están diciendo por la radio.
De esa manera recordaría el combatiente Carlos Chaín Soler, coordinador del Movimiento 26 de Julio en Oriente y delegado del Comandante en Jefe en la capital de Oriente, su despertar el 1ro. de enero de 1959.
Eran alrededor de las 6:30 a.m., en el central América, donde había pasado la noche en compañía del jefe guerrillero después de la cena de fin de año, y era el mismo Fidel quien le halaba las sábanas.
En lo adelante, el día sería una vorágine de acontecimientos. Respondiendo rápidamente a las noticias procedentes de La Habana, y previendo lo que se gestaba, Fidel partió hacia Palma Soriano, adonde había enviado desde el 30 de diciembre la planta de Radio Rebelde.
Poco después de las nueve de la mañana ya el Jefe estaba en la casa de Aguilera 201, en la que se había establecido la planta radial.
«El equipo tenía dificultades que imposibilitaban grabar y transmitir al mismo tiempo», evocaría años después Miguel Boffil, el técnico que hizo posible la transmisión. «Así se lo expliqué; al principio no me entendió, pero después accedió a hacer la grabación. Como hablaba tan alto todo se oía afuera; al terminar, nos sorprendió el aplauso del pueblo, que escuchaba por las ventanas».
Aproximadamente a la una de la tarde, tras aquel primer mitin de la Revolución, saldría al aire la histórica grabación portadora de las instrucciones que hicieron fracasar el golpe de Estado; la orientación de no parlamentar, la alocución al pueblo de Santiago de Cuba y las indicaciones a Camilo y el Che para la toma de Columbia y La Cabaña, respectivamente.
«Revolución, sí; golpe militar, no. Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución, no, porque solo serviría para prolongar la guerra (…)», aseveró el jefe revolucionario.
Con la firmeza de quien tiene un asunto pendiente, fue claro en su mensaje a la urbe santiaguera: «Santiago de Cuba, los esbirros que han asesinado a tantos hijos tuyos no escaparán… ¡Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba!».
CIUDAD TOMADA
Ante el generalizado «¡Se fue…!» del primer día de 1959, en la heroica Santiago los integrantes de las Milicias Clandestinas 26 de Julio se distribuían por las azoteas del hotel Casagranda, la Catedral, los colegios Lasalle y Dolores y recorrían las calles. Cuatro pelotones, entre los que se juntaban guerrilleros y clandestinos, extendían la libertad por Marimón, la carretera de la Refinería, Quintero…
El Comandante en Jefe estableció su comandancia general en El Escandel, en las afueras de la urbe. Hasta allí llegó en horas de la tarde el coronel Rego Rubido, jefe de la plaza del Moncada, quien desde días anteriores había solicitado entrevistarse con él, y desde allí partió el Comandante Raúl Castro quien, un rato después, entraba al cuartel Moncada aclamado por sus soldados.
La noche se esparcía sobre el lomerío cuando se produjo el encuentro pedido por Fidel con toda la oficialidad del Moncada. Fue consenso desaprobar el golpe planeado y apoyar la Revolución.
Después de poco más de dos años de combates y hombradías en las montañas, la libertad tomaba Santiago sin apenas disparar un tiro y con su líder al frente, en medio de la emoción desbordante.
«El recorrido de mi columna fue lento, debido a la gran cantidad de personas que en las calles festejaba el triunfo…», contaría Walfrido Ferriol, combatiente del III Frente.
Al filo de la medianoche, entre gestos de alegría popular, llegó Fidel a la emisora provincial CMKC, Radio Oriente. Desde allí convocó al pueblo apretujado en la calle a continuar alerta para consolidar el triunfo; indicó grabar el llamamiento a la huelga general para toda la Isla y se dirigió al Parque Céspedes.
Casi entrada la madrugada del 2 de enero de 1959, desde el balcón central del Ayuntamiento, en el corazón de una ciudad que era una ovación interminable, Fidel Castro Ruz anunció al mundo el triunfo de la Revolución.
Entre los balaustres se alzó erguida la bandera cubana, mientras las notas del Himno Nacional, cual llama de oxígeno, surcaron el aire. El arzobispo de Santiago, monseñor Enrique Pérez Serantes, deseó la paz para los hogares y Raúl transmitió un saludo al pueblo de Cuba.
Dicen que la urbe fue un trueno inundando la madrugada cuando el locutor, Orestes Valera, presentó al Comandante Fidel Castro Ruz.
«¡Santiagueros!, largo y duro ha sido el camino, pero al fin hemos llegado (…) a todos nuestros muertos en las luchas por la libertad, podemos decirles que por fin ha llegado la hora en que sus sueños se cumplan… La Revolución empieza ahora. La Revolución no será una tarea fácil…», les aseguró.
Al concluir, al decir de uno de los participantes, los claros del alba habían quebrado la oscuridad de la noche y surgía, de la penumbra, un nuevo amanecer de sueños, cuya luz, 67 años después sigue conminándonos a conocer y defender su huella.
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