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Exhiben obra pictórica de Ever Fonseca

Pinturas, esculturas y grabados integran la muestra Diálogo con la naturaleza que se expone en Jagüey Grande hasta el 30 de septiembre. Poco antes de su inauguración el artista conversó con Juventud Rebelde

Autor:

Juventud Rebelde

Foto: Calixto N. Llanes Con la alegría del niño que descubre a una libélula, el entusiasmo desbordado del artífice y la pasión del poeta, Ever Fonseca asume el nacimiento de sus creaciones. Pintar y hacer esculturas le ha servido de medio para expresar emociones y reflexionar sobre la naturaleza y el hombre y sus conflictos cruciales, ejes temáticos de su obra pictórica, llena de símbolos, poesía y metáforas.

Astros, mar, seres humanos, animales, jigües y otros elementos de la naturaleza emergen de una manera u otra del alma de Fonseca, heredero de las mejores tradiciones de la plástica cubana. Su originalidad estilística, lenguaje espontáneo y visión particular de la naturaleza, lo convirtieron en uno de los mejores exponentes de la plástica insular.

Muy vinculado con el momento histórico que le ha tocado vivir, este creador fue el primer pintor cubano de la década del 60 invitado a realizar una exposición personal en el Museo Nacional de Bellas Artes. Tiene en su aval un importante número de reconocimientos y muchas de sus obras se encuentran en galerías y colecciones privadas de todo el mundo.

Poco antes de la inauguración de Diálogo con la naturaleza, título de la muestra que desde hoy y hasta el día 30 de este mes estará abierta al público en la galería de arte del municipio de Jagüey Grande, en Matanzas, Fonseca ofreció declaraciones a JR:

«Comencé a pintar cuando todavía era un niño pequeño. Vivía en el campo y siempre me llamó la atención la naturaleza. El ambiente de la zona, los paisajes, las plantas... exaltaron mi imaginación, incluidos los mitos y leyendas.

«Era muy observador, y, como a todos los niños, me gustaba colorear. Un día, a los 8 años de edad, quise darle una sorpresa a mi tío Salvador y le cogí su libreta de dibujos y la llené de color. Quería embellecérselos. Pensé que se alegraría, pero para sorpresa mía se indignó mucho y lo asumió como si le hubiera echado a perder el trabajo. Tío hacía retratos de mu-chachas bonitas y firmaba autógrafos».

—¿Por qué hay tanto simbolismo en su obra?

—Ah, no sé. Pienso que en la naturaleza están por crearse los idiomas, los lenguajes. He tenido claro que es muy difícil representar desde el punto de vista plástico lo que no lo es. En la época de los 60 pinté muchos cuadros con temas de la conmoción del mundo, como las guerras injustas, el homenaje a Vietnam heroico... Algunos no fueron muy comprendidos, por ser portadores de un lenguaje diferente.

«Busco en las esencias, en lo más espontáneo de mis instintos, en las emociones (eso lo hago desde la infancia), en todo lo que de algún modo permite establecer diálogos —a través de los sentidos—, y despierta interés, curiosidad, sentimientos de alegría. Es así como trato de encauzar mi lenguaje y discurso artístico.

«Los símbolos a los que te refieres son formas que me permiten expresar lo que siento y establecer estados de ánimo. Mi propósito es pintar con los valores de la plástica y no de la imitación. No copio la realidad y a veces por eso pueden atacarme. Soy amante de la pintura que nace de la expresión. He hecho algunos retratos de los héroes que más que eso son símbolos.

«Me apasionan la naturaleza y el ser humano, los sentimientos que nos mueven: ese mundo de energías que aporta un aspecto nuevo e inagotable de transformación. También me gusta mucho la poesía y a veces la escribo».

—Usted era un joven rebelde antes de entrar a la Escuela Nacional de Arte (ENA). Bajó de la Sierra para estudiar en ese centro docente. Cuéntenos cómo se unió al Ejército Rebelde y posteriormente a la Academia.

—En esa época todo el mundo era rebelde. La Patria había sido muy mancillada y sentíamos la necesidad de defenderla. Me uní al Ejército Rebelde el día que atacaron el comercio de mi hermano Arturo. Se formó un tiroteo entre rebeldes y policías y nos alzamos. Esa noche la pasamos en el central Soledad. Mi familia no quería que fuéramos militares porque pensaba que no producían (por el mal ejemplo que estos habían dado), pero estábamos convencidos de que hacía falta derrocar aquel régimen de oprobio que destruía al país; y para eso había que tomar las armas.

«Cuando triunfó la Revolución era un hombre adulto y no podía dedicarme a la pintura porque tenía que mantener a mi familia. Entonces un instructor de arte fue a la Sierra y vio los murales que yo hacía. pintaba mucho antes de entrar a la ENA, tengo esa fiebre desde los 13 años, era como un primitivo que realizaba cuadros de 20 metros de largo.

«Por aquel tiempo no me interesaba la Academia —luego sí, en el sentido de sus aportes a la humanidad—, pero tuve la oportunidad de entrar y no la desaproveché. Además, pienso que la Academia es buena como disciplina que se establece para luego romper, porque el arte no es aprender una fórmula: el arte es dar.

«Mi pintura de entonces era diferente a la de ahora: más desenfadada (decían que era medio primitiva, naif, como la de los niños). Pero yo a veces veo más riqueza en esas obras que en las actuales, porque tienen, por encima de todo, la poesía de la ingenuidad».

—Su estilo ha ido de una forma más comprometida con la estructura y el requerimiento de una obra (como en la década de los 60), a una subordinación a la poesía de la frescura.

—El lenguaje de las artes plásticas es anímico, emocional, de instintos, de interrelación entre los elementos con el ser humano. Es cierto que mi obra actual es menos rígida. Sigo haciéndola con igual responsabilidad, pero con soluciones aparentemente más sencillas. No obstante, conservo el lenguaje espontáneo de los inicios. Lo he defendido siempre, sin menospreciar a la Academia, porque pienso que los valores puramente plásticos brotan de adentro y despiertan estados anímicos.

«En mi pintura, que es completamente figurativa, trato de reflejar de una manera sencilla las experiencias e impresiones más hermosas que he tenido en el contacto con la naturaleza, los conflictos del hombre universal...».

—¿Qué es lo más importante para usted?

—Ser consecuente, justo y útil en la vida.

—¿Satisfecho?

—Pienso que en alguna medida he conseguido realizar el sueño de establecer un lenguaje de comunicación que llegue a la inmensa mayoría de las personas.

«Me satisface en parte lo logrado, porque mi actitud ante la vida ha sido siempre la de ir en busca de lo mejor. Pero me abruman los errores —han sido a pesar de mi voluntad— y las equivocaciones».

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