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La esencia de Sur Caribe: tocar para el pueblo

Entrevista al director de Sur Caribe, Ricardo Leyva, quien se recupera de un accidente

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Parecía que con Añoranza por la conga, el hit que reinó en la música cubana durante buena parte del 2005 y del presente año, Ricardo Leyva y Sur Caribe no tenían nada más que buscar en un género que pensábamos solo estaba destinado a hacernos gastar con gusto las suelas en fiestas populares. Sin embargo, su ¡Ay, qué felicidad! ha llegado para alegrarnos este fin de año, aunque él hoy esté convaleciente en un hospital, recuperándose satisfactoriamente, después de un accidente; un tema que compuso para cantarle a «un sentimiento positivo, algo que al ser humano le hace tanta falta», ha dicho el autor. No obstante, Ricardo cree que Añoranza... será para él una obra única, irrepetible.

«Dudo que alguna otra conga tenga la aceptación de Añoranza... De mala manera pensé: bueno, voy a ver qué hago ahora, cómo supero esto, pero me convencí de que eso es insuperable, pero eso no está reñido con que Sur Caribe mantenga conceptos que no se pueden cambiar: el respeto y el cariño de personas a las que tú no puedes defraudar. Esa es la meta, que es tan difícil: ser merecedores de por vida de ese respeto que la gente nos profesa. Eso no se logra con otra conga u otro “palo” musical. No, no, no, sino con tu conducta como artista, con tu pensamiento puesto en tu gente.

«¿Quieres una alegría mayor que la de que el pasado año se haya recibido a golpe de conga y que este suceda lo mismo, cuando ella normalmente se escucha durante los días de carnavales, y su encanto se acaba en cuanto finalizan y se guardan las tambores? Que Añoranza... haya estado en verano, en invierno, en la casa, hasta en las discotecas, espacio ideal para la penetración cultural, donde acude el público más exigente: el juvenil, es una satisfacción que ojalá se vuelva a repetir, pero eso no es nada fácil».

—¿Por qué Sur Caribe?

—Sur Caribe se fundó en Santiago de Cuba, y su nombre surgió a partir del hecho de haber nacido en la bien llamada capital del Caribe. Y es que quienes vivimos en esta tierra bañada por ese mar tenemos un ritmo (nos viene de África) que va más allá de la música y el baile. El ritmo tiene un lugar importantísimo en nuestra idiosincrasia y se evidencia en nuestra manera de hablar, de caminar, de comer y hasta de actuar en la vida. Y Sur Caribe es todo eso.

—¿Cómo se convirtió Ricardo en el director de esta agrupación?

—Cuando llegué, la orquesta tenía otro nombre y plantilla. El gobierno de Santiago de Cuba necesitaba que alguien la dirigiera, y me lo propusieron. Te puedes imaginar cuántas cosas han pasado en estas dos décadas. No todos entendían lo que queríamos hacer, porque el cambio representaba un modo diferente de hacer música, porque estábamos hablando de una proyección distinta, aunque se siguiera interpretando la música cubana. No debíamos parecernos a nadie. Era esencial que cuando la gente escuchara los primeros ocho compases supiera que se trataba de Sur Caribe. Y eso es muy complejo. Nos tomó muchos años de trabajo, de ensayos, de cambiar arreglos, de repetir cosas una y otra vez, hasta alcanzar lo que humildemente hemos logrado.

«Con el estilo sucede lo mismo que con los platos de comida. Los ingredientes están ahí, son los mismos y al alcance de todos, pero para que quede con buen sabor, para que sea exquisito hay que saber combinar, y agregando en la medida adecuada todos los elementos. La orquesta tiene una influencia fortísima de la conga, del son tradicional, de la trova, del lirismo de la trova santiaguera.

«Si escuchas nuestra discografía, notarás que nos define una línea de trabajo coherente: la calidad de los textos, por ejemplo. Y técnicamente Sur Caribe posee el mismo formato que otras agrupaciones: tres trombones y una base cubana. Tratamos que no falte ni sobre nada. Es decir, mezclamos todo sin temores. Hay que ser abiertos, eso te da una mayor probabilidad de que las cosas queden bien. Ahí está la magia de lo diferente».

—Tu preparación no es de Academia, sin embargo, exiges que los músicos tuyos sí provengan de las escuelas...

—Bueno, es importante aclarar que no estudié música porque las condiciones y el momento histórico en que se desarrolló mi niñez no me lo permitieron. El nivel cultural de mi familia impidió que, siendo un negro de allá del campo, fuera pianista. Cuando lo entendieron no había tiempo. Mi mamá quería que fuera médico —trabajaba en un hospital—, por eso, cuando tuve la oportunidad de becarme en la secundaria básica me dije: esta es la mía.

«Así vine para La Habana y estudié Electricidad Naval. Ya componía cosas en un papelito y las guardaba, pero no tocaba ningún instrumento. No obstante, soñaba con ser músico. Por suerte, cuando me gradué me enviaron a la Academia Naval, donde me encontré con la Banda de la Marina y con el profesor Norman Milanés. Gracias a eso pude, durante seis años, estudiar contrapunto, teoría elemental de la música, armonía..., estuve casi tres años en un conservatorio de música...

«Solamente me hizo falta saber qué cosa era una corchea, un acorde, una negra... para empezar a leer todos los libros que necesitaba. Mi formación fue, en buena medida, autodidacta. Esencial fue formar parte de grupos de aficionados por aquel tiempo, hasta que finalizaron los seis años y regresé a mi tierra. Un año después, fue que me convertí en director de Sur Caribe como caso excepcional, sin haber pasado por una academia, a prueba de que lo que hiciera tuviera calidad técnica. Incluso, todavía estoy a prueba.

«¿Por qué esa exigencia con mis músicos? Porque, como ves, no fue absolutamente fácil llegar hasta ahí. Me costó un gran esfuerzo y tiempo de mi juventud (no bailo, no tuve tiempo para aprender). Ten en cuenta que no solo tenía que estudiar tanto mi especialidad como la música —mi principal interés era la armonía, la orquestación, la llamada parte científica, por demás lo más complicado—. Y eso me convenció de que el músico, por talentoso que sea, requiere de una preparación adecuada para poder mostrar sus valores como artista. De ahí que para permanecer en la orquesta hay que tener un buen nivel. Casi todos son graduados de escuelas de arte, y son excelentes músicos. Hay dos condiciones indispensables para pertenecer a Sur Caribe: ser buen músico y buena persona».

—Con la EGREM grabaste tres discos. Con to’, el primero, fue el más vendido, sin embargo, no es hasta Credenciales, que Sur Caribe se convierte en una orquesta muy popular. ¿Cómo lo explicas?

—Efectivamente, grabamos tres discos con la EGREM en soporte CD, pero antes habíamos hecho dos discos, en pleno período especial, en soporte de casete. El primero de estos dos se llamaba Éxitos de Sur Caribe que, como su nombre lo indica, recogía los temas que habían pegado en la zona oriental, pero la EGREM produjo estos tres para que nuestra obra tuviera un alcance más nacional, e incluso internacional.

«Con to’ es tan amplio como exploratorio, para ver por dónde íbamos a enrumbarnos, y resultó premio en ventas. Luego vino Caminando, el que también ha tenido un nivel importante de venta y buena incidencia en el público bailador. Y el más reciente, Credenciales, rompió todos los pronósticos. Los que conocen dicen que aporta a la cultura nacional.

«En fin, que creo que paulatinamente hemos ido preparando el camino. De cada proyecto extrajimos las buenas y malas experiencias. Credenciales, por ejemplo, ayudará para el que vendrá. En la música nunca se acaba. El público siempre pide más, las corrientes cambian, lo que se mantiene es el sello, el sonido, la imagen de la orquesta, pero no así los temas, las intenciones y los mensajes».

—Hay una faceta tuya poco conocida: la de productor musical...

—Fui productor durante 11 años de los Estudios Siboney de Santiago de Cuba, y tuve la suerte de hacer 14 fonogramas con toda la gama de la música cubana: desde el danzón hasta el bolero, lo mismo con Sur Caribe que con otros artistas. De esos discos, 12 fueron licenciados por la Warner.

—Credenciales contiene 13 temas escritos por ti. ¿Exceso de celo?

—Para nada. Fíjate que si los temas de esos 14 discos que te conté fueran míos, tendría más de cien canciones grabadas, sin embargo, solo 25 llevan mi firma, incluyendo otras que he escrito para otras producciones. Solamente en Credenciales los temas son todos míos. Acepto cualquier idea que le aporte a la orquesta. No soy, de ningún modo, cerrado.

—Naciste en un lugar donde la conga era Alto Pino, pero escogiste la Conga de los Hoyos para hacer Añoranza por la conga, ¿por qué?

—Muy sencillo. Nosotros decidimos hacer Añoranza por la conga en el 2005, cuando Santiago de Cuba cumplió 490 años de su fundación, y quisimos hacerle un homenaje musical, pero yo soy de los que piensa que si es son tiene que ser Son de la loma; y si era de la trova santiaguera, había que pensar en Sindo Garay y en Ñico Saquito. Decidimos irnos por un género que no se había tocado en grande: la conga, pero es que en Santiago de Cuba radica la Conga de los Hoyos. Por tanto, había que ir obligatoriamente hasta esa institución con más de un siglo de existencia. No se hubiera visto bien que hubiese escogido a Alto Pino por el simple hecho de que nací allí. Sin embargo, participaron congueros de otras agrupaciones, pues este es un movimiento muy grande que aúna a muchas familias y personas, que no tienen a menos tocar con la conga insigne. Santiago era el objetivo.

—¿Crees en el fatalismo geográfico desde el punto de vista musical?

—Sí, pero no en el fatalismo geográfico absoluto. Mira, yo estaba seguro de que si se daba a conocer el trabajo serio de Sur Caribe por todo el país, la orquesta iba a ser aceptada. Pero es curioso: hubo que esperar 20 años para que la gente se enterara de que existíamos, aunque Sur Caribe era muy conocida en la región oriental. Claro, si eres respetable, si haces música de calidad, el sol no se puede tapar con el dedo, mas temíamos que alumbrara cuando ya no estuviéramos vivos.

—Al parecer, te has propuesto rescatar otros géneros...

—Es un interés de la orquesta velar por nuestro abundante patrimonio cultural. Creo en lo auténtico y siempre he sabido que la conga, como el changüí, el son, el danzón, el guaguancó, la rumba, el bolero... son géneros muy nuestros y me he sentido triste al comprobar que por momentos se olvidan estas cosas y predominan corrientes y sonidos que no tienen nada que ver con nosotros, aunque soy de los que escucha todo tipo de música. Pero se trata de apoderarnos y hacernos partícipes de esos sonidos contemporáneos, pero con la presencia de lo nuestro.

«¿Cómo insertamos la conga si no suena a hoy? Algunos dicen: “para qué el danzón si eso no lo baila nadie. Es música de viejos”. Quizá no lo baile nadie pero es nuestra responsabilidad traerlo a estos tiempos y hacerlo que suene de otra manera más cercana. Y lo mismo se puede hacer con textos que quedaron para la historia como los de Sindo y otros grandes; textos con mucho lirismo y que aportan a la felicidad y a la satisfacción de la gente de ahora».

—¿Llegará Ricardo a ser roquero?

—Yo soy roquero, y los roqueros son mis amigos. Yo viví intensamente la década de los 60 y soñé con la música de Los Beatles; de Tierra, Viento y Fuego; de Chicago..., tuve lógicamente esa influencia. Y los músicos estamos muy seguros de que mientras más influencias y más conocimientos tengamos de la música universal mejor podremos entender la nuestra. Es imposible hacer música actual si no pasas por el rock, la samba, el respetable hip hop (ese de los barrios negros de Harlem), por la auténtica, sencilla y negra música de Bob Marley... De lo contrario eres un músico aislado y tu trabajo no trascenderá. No me gusta que me llamen salsero. La salsa es un producto no un género. Entonces, soy roquero, soy sonero, conguero.

—En el 2007 Sur Caribe cumple 20 años, ¿ya sabes cómo van a celebrar este aniversario?

—Mira, ahora mismo lo que más nos ocupa son los compromisos nacionales e internacionales, las fiestas populares, porque esa es la esencia de Sur Caribe: tocar para que el pueblo se sienta bien. La fiesta que hagamos será para todo el mundo. Queremos hacer un gran concierto donde vaya mucha, mucha gente y que nos ayuden a apagar las velas.

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