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Nueva presentación de la telenovela Pasión y prejuicio

Pasión y prejuicio significó un cambio de perspectivas hacia el género. A 13 años de su primera emisión sus logros se hacen más evidentes

Autor:

Randol Peresalas

En su momento fue un suceso. El período especial ya se sentía en los hogares cubanos con una fuerza arrolladora, y la televisión, reducida al mínimo las transmisiones, presentaba a sus fieles seguidores un producto inusual: la telenovela Pasión y prejuicio. A 13 años de su primera emisión, por causas distintas, un sector del público se reencuentra con ella y la disfruta nuevamente, mientras otro la obvia, pues ya no le interesa. Ese ha sido el destino de una de las mejores producciones de la Televisión Cubana, en lo que al género toca.

Para entonces, Sol de Batey era un mito. El modelo de grabación utilizado por Garriga y sus innegables resultados eran más que un sueño: una pesadilla que solo podía espantarse mediante la superación. Pero el reto fue asumido con toda la pasión del mundo y sin el menor rastro de prejuicio. Los folletines televisivos, nacidos en Cuba y desarrollados por otras vías en el exterior, seguían siendo una cuenta pendiente de la industria nacional con sus consumidores, cada vez más exigentes y librados, hasta cierto punto, de aquella sombra de ingenuidad que los hacía postrarse frente a la pantalla de manera pasiva. Frente a no pocas reticencias, el culebrón cubano volvía para probar nueva suerte.

Pasión y prejuicio significó un cambio de perspectivas hacia el género. Velado por décadas tras incomprensiones artísticas y extra-artísticas, atacado por su dudoso origen seudoliterario y un evidente tufillo burgués en los valores que transmitía, el romance seriado vivió un enclaustramiento que terminó castrándole sus innumerables posibilidades de abordar, desde sus propios códigos, la cambiante realidad. Por la borda fueron echados muchos de los preceptos esgrimidos no solo por clásicos de la talla de Víctor Hugo y Teophile Gautier, sino también por maestros del patio como Félix B. Caignet que hallaron, mediante madejas de intrigas bien urdidas, un camino eficaz para revelar otros costados de la Historia.

La telenovela que ahora repone Cubavisión supuso un reto mayúsculo por lo anterior, y sobre todo por las condiciones económicas que enfrentaba su principal gestor: la Televisión cubana. Es curioso, sin embargo, cómo vista desde la distancia sus logros se multiplican asombrosamente. Pasión y prejuicio constituyó un experimento feliz no ya en términos de producción —donde no han sido todavía superadas sus labores de escenografía, vestuario, puesta en escena y calidad actoral para una novela de época—, sino incluso en la difícil tarea de insertar conflictos políticos en medio de una trama sujeta a los vaivenes sentimentales de sus protagonistas.

Esto no quiere decir que su propuesta sea infalible. Algunos errores de índole dramática que le restan dinamismo y no guardan relación ni con el tempo ni con el estilo que exige su carácter —aspecto este, por cierto, que pasa inadvertido para el televidente gracias a la edición actual— desmienten cualquier desmadre. Pero eso no niega su papel en el rescate del género, y obliga a un examen serio que la sitúe en su justo lugar. Su contribución a la hora de refutar criterios que ponen en duda la capacidad de nuestros creadores para emular con productos extranjeros de similar factura, es incuestionable.

Por supuesto que hoy no se haría una novela como Pasión y prejuicio. Los tiempos han cambiado y el lenguaje audiovisual también. La propia telenovela contemporánea se ha encargado de propiciar una auténtica revolución en los modos de expresar sus mensajes, de involucrar a los nuevos sujetos sociales e ilustrar sus necesidades más imperiosas, incluso desde una visión histórica que nos conecta animosa o críticamente con el presente. No obstante, mirar atrás no nos quita autoridad; al contrario, nos fortalece reconocer que todo es posible cuando la buena voluntad y el rigor se anteponen.

Pasión y prejuicio refrescó la memoria y nos puso a tono con el género a nivel continental. No por gusto ha sido uno de nuestros productos televisivos más vendidos fuera de la Isla. Su calidad merece el respeto de las nuevas hornadas de realizadores, quienes, sin renunciar a una exposición de los problemas más comprometida con el momento, también apuestan por la belleza y por abrir brechas a los sueños de muchos.

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