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Discípulo de Pavarotti canta en La Habana

«Me gustaría poner a disposición de esta Isla no solo mi voz, sino mi carrera, experiencia y profesionalidad en función de la ópera», dijo el tenor italiano Dario Balzanelli

Autor:

Celia Pérez

La primera vez que vio a Pavarotti se emocionó casi hasta estallar. Tenía frente a sí a un hombre que no es cantante de ópera, «es la ópera; el tenor más grande del mundo».

No hay palabras para describir a Pavarotti, él es el Maestro, dice el tenor italiano Dario Balzanelli, nacido en Roma y recién establecido en La Habana.

A quien luego se convertiría en su mentor lo conoció a través del maestro Leone Magiera, pianista, director de orquesta y gran amigo suyo. «Él me lo presentó. Antes de que Pavarotti me escuchara, Magiera me llevó a cantar en su casa, con gente de confianza del gran tenor. Canté como una hora. Yo estaba por esos días preparando una ópera llamada Atila, y eso mismo canté. Cuando terminé el hombre se levantó, se fue, a los diez minutos regresó y me dijo: “Ahora usted puede conocer a Lucciano Pavarotti... ¿Por qué ahora? ¿Es que antes no podía?”, le interrogué. Y él me respondió: “Por esta casa pasa mucha gente. El Maestro no puede recibir a todo el que diga que es cantante. Usted es de verdad un tenor”».

No ha olvidado las primeras palabras que Pavarotti le manifestó: «Me han dicho que es usted un tenor muy bueno. Déjeme escucharle. Cante Atila, por favor». Desde ese momento empezó la relación maestro-discípulo.

Estudiar bajo la tutela de Pavarotti era muy difícil, porque viajaba mucho y había que aprovechar el tiempo que estaba en Pesaro. Pero no era un maestro rígido, sino que ponía toda su experiencia en la mesa y todo lo explicaba. Era en extremo humilde: no necesitaba decir que era el mejor, porque sabía que era el más grande tenor del mundo, refiere.

Uno de los momentos más felices de su carrera fue un día en el año 1999, cuando cantaba en Alemania la ópera con la que Pavarotti debutó: La Bohéme. Al día siguiente la crítica alemana declaró: «Anoche escuchamos a un tenor que consideramos el heredero de Pavarotti».

A partir de ese momento empezó a cantar en los mejores teatros del mundo, desde Tokio hasta Los Ángeles, en una carrera que ya supera los 20 años. Comenzó a compartir trabajo con los grandes directores orquestales y directores artísticos, como Bob Wilson, Yuri Haronovitch y Claudio Abbado.

«Cuando llegué a Cuba no vine a cantar, vine a pescar, actividad que me apasiona y a la cual le dedico mucho tiempo. He visitado casi tantos países pescando como cantando.

«En cuanto puse los pies en La Habana conocí a Ulises Aquino, barítono reconocido también en todo el mundo, quien me invitó a cantar con Ópera de la Calle. Luego comencé a venir con frecuencia, hasta que el 4 de abril pasado me radiqué. Voy a vivir aquí porque quiero a Cuba, me encanta el mar, la naturaleza, me siento bien con todo lo que pasa, y porque encontré el amor en esta Isla.

«Hay algo en Cuba que me fascina, y es la independencia. Este es un país que tiene dignidad, fuerza, recursos propios. Aquí puedes caminar en paz, es un país grande.

«Me gustaría poner a disposición de esta Isla no solo mi voz, sino mi carrera, experiencia y profesionalidad en función de la ópera, de los jóvenes cantantes y de las instituciones cubanas, para fortalecer la cultura de la ópera en esta tierra.

«Cuando me pidieron hacer un concierto, acepté. Primero por el amor que le tengo a la ópera, y segundo para que la gente que ama la música pueda escuchar a un cantante lírico italiano haciendo los grandes clásicos».

El concierto será este sábado 2 de octubre, a las 4:00 p.m., en el Oratorio San Felipe Neri. Se llama Vivere. «Cuando nos sentamos a pensar en un nombre para este concierto me decidí por Vivere, porque esa música, que tiene cientos de años, no puede morir, tiene siempre que vivir».

Para Dario no existen las estrellas, existen seres en los que la creación puso el don de la voz; algo que hay que agradecer, y con ello servir a los demás.

«La única estrella es la música. Los grandes músicos mueren y su obra se queda. Otra razón para que el concierto se llame así es porque vivimos en un momento delicado en el mundo, gente matándose y muriendo en todas partes. Mi mensaje es sencillo: quiero un concierto con gente de Cuba, que estén allí juntos, queriéndose y disfrutando de la música, porque este tiene que ser un mensaje de paz y armonía».

Al tenor enamorado de Cuba le gustó muchísimo oír a Fidel hablar en la televisión sobre la paz. «Me encantó. Estamos en el mundo un ratico, y hay que construir, dejar a los que vengan. Pienso que si hay algo que puede unir al mundo en un mensaje de paz es la música. No importa si es ópera o salsa, porque la música es una sola. Yo mismo adoro la música popular, me encantaría, por ejemplo, hacer un bolero cubano».

En esta oportunidad compartirá la escena con personajes muy importantes: Ulises Aquino, el pianista Juanito Espinosa, la joven soprano Dayri Llanez y el coro Ópera de la Calle que, según confiesa, más que encantarle lo vuelve loco.

El programa es de ópera italiana. «Haremos fragmentos de los grandes clásicos de nuestro repertorio. Puedo mencionar óperas como Tosca, Manon Lescaut, La Bohéme, Payasos, Cavallería Ruticana y Otello, mi favorita dentro las grandes obras.

«Este concierto lo dedico a todos los cubanos: al primero, que se llama Fidel Castro; y al último, el bebé que acaba de nacer ahora. Tiene que ser no solo un concierto, tiene que ser un encuentro impactante entre dos culturas, la italiana y la cubana. Porque yo amo también la música y a los músicos cubanos, a Chucho, a Vitier, a Frank Fernández y tantos otros... Ante ellos me quito el sombrero».

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