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La magia del espectáculo

Integrada por más de 40 bailarines y con un promedio de edad de 21 años, la compañía Caribbean Dance pretende llevar los talleres internacionales al ámbito nacional, con igual trascendencia y repercusión

 

Autor:

Lourdes M. Benítez Cereijo

Actualmente, hablar de espectáculo implica para muchos referirse, irremediablemente, a un quehacer frívolo y superficial. Sin embargo, compañías como Caribbean Dance se empeñan con su esfuerzo en cambiar esa visión alejada de la realidad. Desde su fundación, el 15 de noviembre de 1996, la agrupación danzaria se ha preocupado por brindar una obra bien concebida y bailada.

Así lo refiere su director artístico y general, Lasho Grabiel, para quien el mundo del espectáculo es subvalorado debido al desconocimiento existente. Por eso, desde los inicios la compañía promueve los talleres internacionales de baile Danza del Caribe.

«Estos son encuentros académicos, únicos de su tipo en estos momentos, enfocados al universo del espectáculo, a los cuales pueden asistir profesionales de cualquier parte del mundo para recibir clases técnicas de ballet, salsa, y danza contemporánea y folclórica, impartidas por nuestros bailarines».

Según comentó Lasho a Juventud Rebelde, estos talleres, que tienen una frecuencia anual y constituyen el evento más importante que la compañía potencia, devienen espacio para el intercambio. «Compartimos nuestra técnica particular para el espectáculo de cabaret y nos nutrimos de los conocimientos de los coreógrafos de otras partes del planeta. Ellos montan coreografías que luego quedan en nuestro repertorio y eso nos permite tener un amplio diapasón, para mostrar al público hasta dónde puede llegar el mundo del espectáculo».

El taller de este año, que se incluyó en las acciones por el festejo del decimoquinto aniversario de la compañía, sesionó recientemente en el hotel Monte Habana, con la presencia de participantes provenientes de países como Puerto Rico, Panamá, Venezuela, Colombia, Perú y Alemania. Estuvo dedicado a tres grandes figuras de la danza y el espectáculo en el país: Carmencita Castiñeiras, bailarina del Ballet de la Televisión Cubana; María Elena Gómez, primera bailarina del Conjunto Folclórico Nacional; y Juan Teodoro, primer bailarín del Ballet Cutumba, de Santiago de Cuba.

Como colofón se puso a consideración de los espectadores, en el teatro Astral, el espectáculo La danza... la vida, un tributo a todas aquellos que han consagrado su vida a cultivar esta manifestación artística.

«La danza... la vida no solo constituyó un momento para reconocer a nuestros invitados especiales del pasado taller, sino que fue también la oportunidad que tuvieron esos artistas, quienes llevan algún tiempo alejados de los escenarios, de recibir el mejor de los regalos: el afecto de un público agradecido».

Integrada por más de 40 bailarines y con un promedio de edad de 21 años, la compañía Caribbean Dance pretende llevar los talleres internacionales al ámbito nacional, con igual trascendencia y repercusión. «Hacerlo significaría poder identificar y rescatar esos talentos que tanto abundan en nuestra tierra, y ayudarlos a formarse».

Por sus 15 años de existencia, el conjunto preparó el show Baila mi rumba, «donde damos una muestra del quehacer de la compañía durante las giras realizadas este año por naciones como Finlandia, Suecia, Japón y China».

Caribbean Dance es una compañía de espectáculos danzarios que pertenece al catálogo de la Agencia de Representaciones Artísticas Musicalia. La agrupación ha tenido una destacada trayectoria artística nacional e internacional.

«Todos los bailarines son graduados de las escuelas de arte, a las cuales tributamos, ya que les servimos de base para las prácticas preprofesionales y docentes», explica Lasho, quien asegura que el colectivo se ha propuesto, desde que surgió, marcar una diferencia «porque mezclamos la danza contemporánea, el ballet y el folclor dentro del espectáculo. Revolucionamos esos códigos y los llevamos a otra expresión desde una perspectiva más moderna.

«Nuestros bailarines siempre tratan de desplegar su técnica y valía para demostrar que el espectáculo también puede ser tan distinguido —salvando las diferencias— como una función del Ballet Nacional de Cuba o de Danza Contemporánea de Cuba.

«El público cubano es muy exigente y sabe apreciar las virtudes de una obra bien pensada. Por tanto, me parece que podría disfrutar con gusto de un espectáculo musical. Para conseguir un aplauso —el estímulo mayor de un artista— se impone un camino: brindar virtuosismo, gracia y calidad».

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