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El teatro cura

El destacado actor y director, Julio César Ramírez, conversa con JR sobre los desafios del recién inaugurado Complejo Cultural Raquel Revuelta y la participación del colectivo Teatro D’Dos en el próximo 14 Festival Nacional de Teatro Camagüey 2012, en septiembre

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

No dejar escapar la utopía del teatro le ha permitido a Julio César Ramírez no solo alternar su apego a la actuación con llevar las riendas del colectivo Teatro D’Dos, sino también asumir los derroteros del recién inaugurado Complejo Cultural Raquel Revuelta(CCRR). Sin esas ansias de soñar que lo posee quizá no hubiese aceptado la nueva responsabilidad que le propusiera el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, pero este hombre de 47 años es un soñador empedernido.

Por eso es que Julio César recibe como un regalo esta otra que se suma a sus múltiples ocupaciones. «Hasta el momento no había podido contar con un espacio teatral, y todo director debe tener la posibilidad de disfrutarlo. Creo que era el complemento que me faltaba y por ello me arriesgo.

«Y es que a pesar de que no sea la sede de mi grupo, este centro me llevará al aprendizaje de cómo organizar la diversidad del teatro. Muchas veces nos pasamos la vida siguiendo la línea de nuestro proyecto y no nos sentamos a pensar en la pluralidad que distingue a este arte. La aspiración es que esta esperada institución acoja desde un espectáculo más tradicional hasta el más experimental, visto este como lo más novedoso, lo más terminado y elaborado, que refleje altos resultados estéticos, éticos y artísticos.

«Intentaremos que en el Complejo Cultural Raquel siempre esté presente esa gama de matices, ese caleidoscopio que es el teatro. Bajo ese prisma vale la pena dedicar las horas que sean necesarias a permanecer en un edificio como este, organizando estrategias y a trabajadores que se conviertan en un equipo eficiente; cuando un director tiene la suerte de inaugurar un teatro, de echarlo a andar, se siente extraordinariamente feliz, como me encuentro yo. Porque se trata no solo de estar frente a un elenco de actores, sino también de amplificar tu trabajo. Esa utopía me da fuerzas, aunque a veces las horas del día no me sean suficientes».

—Y sin embargo, se las arregla...

—Estoy aquí desde el 25 de enero y no he dejado nada a un lado. Sigo haciendo televisión, dirigiendo Teatro D’Dos, manteniendo nuestra programación en la Sala Estudio del Centro Cultural Bertolt Brecht, y asumiendo mis tareas en el Raquel Revuelta... Y entre todo, dejando algo de tiempo para mi vida personal.

«Claro, por supuesto que la concentración debe ser mayor, uno no puede estar disperso en la tontería, sino muy bien centrado en los propósitos y objetivos. Por suerte en este lugar me siento muy relajado. Mi gente me dice: “A veces sales de la casa de muy mal humor y regresas con tremenda sonrisa”. No sé por qué se asombran: El teatro cura».

—Estamos hablando de un complejo cultural, que en sus propuestas irá más allá de la representación teatral...

—Así es. Todavía estamos en la fase de arrancada. Ya está lista la sala, que es lo esencial, y en estos momentos las funciones son de viernes a domingos, 8:30 p.m., pero en un futuro comenzarán a partir del martes. Dentro de la misma sala existe el especio Osvaldo Dragún, destinado a lo teórico, a lo conceptual, a lo pedagógico.

«Nuestro propósito es establecer de manera sistemática, y con mucha fuerza, el intercambio pedagógico con quienes quieran aprender el teatro, sean alumnos de la escuela o personas interesadas. En el mes de abril, ya acogió al I Encuentro de directores de escena de La Habana y antes había recibido la Semana de teatro alemán, donde se leyó lo último de la dramaturgia de ese país. Hemos planificado allí también una serie de charlas, conferencias...

«Asimismo tenemos proyectado abrir nuestra librería, a partir de que el Complejo también constituye la sede de la Editorial Tablas-Alarcos y de la revista Tablas, mientras el vestíbulo se ha convertido en una minigalería.

«En un principio no estaremos ajenos a la danza, de manera que programaremos algunas temporadas, al tiempo que manejamos la idea de conciertos mensuales, donde convocaremos, sobre todo, a músicos que estén relacionados con el hecho teatral. El portal será un lugar que jerarquizará las presentaciones para niños los fines de semana. Queremos que ya esté funcionado para finales del verano. Es decir, pensamos en una institución culturalmente muy activa».

—Justamente este domingo cierra la temporada de El baile en el CCRR, un monólogo que diriges y forma parte de la trilogía Las tres estaciones de Estorino, seleccionada para participar en el próximo 14 Festival Nacional de Teatro Camagüey 2012, de septiembre...

—Efectivamente, como bien dices estaremos en el Festival,  no solo con El baile, sino también con El robo del cochino, que ya se presentó en esta sala cuando probábamos su puesta en marcha, y Morir del cuento. Quisimos enfrentar esta trilogía porque ya yo había explorado la obra de Abelardo Estorino, nuestro importante dramaturgo, primero en los años 80 con Ni un sí ni un no, y luego en los 90 con La casa vieja. Es un autor que conozco —antes había investigado La dolorosa historia del amor secreto de Don José Jacinto Milanés, esa pieza emblemática suya—, y la trilogía le posibilitaba a Teatro D’Dos de mostrar uno de sus perfiles: el trabajo del actor sobre la escena.

«Sin dudas, Estorino es nuestro autor más agudo a la hora de trazar los personajes y motivar al actor a la investigación, a la búsqueda, para armarlos cabalmente.

«Al mismo tiempo, ha sido un maestro a la hora de hacer una radiografía del cubano, de su sentir; de la cubanidad. No en vano es Premio Nacional de Literatura y de Teatro. Partiendo de lo que nos dice en su obra, donde se produce un debate sobre la ética, la falsa moral, la familia, sobre la visión del cubano de lo que le rodea y del futuro, pensamos que sus textos eran ideales para ser montados.

«Estrenamos a principio de 2012 la trilogía. En la Sala Estudio del Bertolt Brecht se ponía los viernes Morir del cuento; los sábados, El robo del cochino; y los domingos, El baile. Así se mantuvo durante dos meses. Resultó un entrenamiento muy fuerte, pues se trataba de montar, dirigir luces, ensayar, hacer la función y desmontar para el día siguiente, cuando se iniciaba el mismo ciclo.

«¿Por qué El baile nuevamente? Era una pieza que siempre quise hacer desde que Estorino la estrenara en el Hubert de Blanck con Adria Santana. Siempre me sorprendieron las posibilidades de esa obra para ser llevada a escena. Él la concibió con tres personajes: Evangelina Zaldívar (Nina), su marido y una especie de amante de la juventud, pero el eje está sobre ella. Era como un gran monólogo que a mí me parecía interesantísimo, porque hablaba de la identidad, de la nostalgia, de la soledad, y a su vez ofrecía grandes oportunidades de lucimiento a la actriz. Con El baile, Daisy Sánchez —fundadora de Teatro D’Dos junto a Abel Domíguez y Rolando Fernández— ha realizado uno de los trabajos más significativos de su carrera.

«La presencia de la Sánchez y con este título de Estorino constituye el mejor homenaje que podemos ofrecerle a la gran actriz que fue Raquel Revuelta. También es un homenaje al texto bien interpretado y bien dicho sobre la escena, a la búsqueda de esos registros psicológicos y de caracterización que a veces no vemos en el teatro».

—¿Qué le ha parecido a Estorino esta puesta en escena?

—Le ha gustado mucho, al punto de motivarse y, a partir del arreglo dramatúrgico que hice, revisó su texto y me entregó una versión para monólogo. Es un gesto grandioso suyo, que le agradeceré eternamente. No pude montarlo ahora por razones de tiempo para esta temporada, pero volveré a esa nueva escritura de El baile.

—¿Qué representó la creación de Teatro D’Dos para la carrera de Julio César?

—Teatro D’Dos surgió a principios de los años 90. Entonces había muchas zonas de exploración, de investigación, y se produjo una tendencia que defendía, de repente, que el teatro debía ser extraverbal, sin mucho texto, sobre todo muy físico. Por otra parte, los dramaturgos clásicos habían sido desplazados, no se ponían realmente. Y yo creía en el eje del teatro: el espectador y el actor. Estaba consciente que si no trabajábamos para ese espectador estábamos perdidos, lo mismo sucedía si no lo hacíamos para que el actor brillara en la escena. Por eso fundé Teatro D’Dos.

«Fuimos cuatro los que arrancamos en el proyecto, mientras Dagoberto Luaces trabajaba con nosotros desde Caimito. Para ser más exactos, pocos días después de la fundación oficial, se incorporaron Yakelín Rosales y Jorge Fernández Riverón. Han transcurrido casi 23 años, y en ese tiempo hemos representado, por ejemplo, Tres hermanas, La casa vieja, La edad de ciruela...

«Lo cierto es que resulta muy complejo sostener un grupo por más de 20 años. Es una labor titánica, porque el teatro es muy difícil de hacer, y más cuando no se cuenta con los recursos, espacios... Afortunadamente veo que en estos momentos eso va cambiando. Empiezan a aparecer otras posibilidades, como el mismo Raquel Revuelta.

«Para Teatro D’Dos fue una dura prueba la etapa entre el 15 y el 20 aniversario, pues no teníamos dónde ensayar y ni presentarnos. Lo hacíamos en la sala de mi casa y desarrollábamos una o dos temporadas en la sala Llauradó, luego el grupo “desaparecía”. Cumpliendo los 20 años llegó la Sala Estudio, que decidimos acondicionarla para empezar a convocar al público.

«Bueno, esa sala ha representado el retorno definitivo de Teatro D’Dos a la escena cubana. En ella estrenamos, por ejemplo, Ignacio y María, que está en cartelera por estos días; después vino Equinas, a partir de Tío Vania, de Chéjov, que consolidó la poética del grupo; la trilogía lo reubicó definitivamente.

«Solo te puedo asegurar que no permitiré el envejecimiento de mi grupo, si comienza a morir entonces tendrá que desaparecer. Siempre he tenido muy presente una frase de Esteban, personaje de La casa vieja: Yo creo en lo que está vivo y cambia. El teatro tiene que estar vivo y en relación directa, en debate profundo, con el espectador que, por suerte, ha estado atento a lo que ha estado pasando con Teatro D’Dos».

—¿Y el actor?

—Muchas veces uno las dos cosas, pero entro en caos total, hasta me enfermo. De hecho debuté como hipertenso en medio de la trilogía —actúo en dos de ellas—. Era algo muy fuerte, tanto que el organismo dijo: Mira, hasta aquí. Pero al final te queda una gran satisfacción porque el teatro está vivo y el público acude a las funciones.

«Igual, me interesa mucho la televisión. Acabo de terminar un Tras la huella, que debe salir en el verano; y ahora estoy en el proceso de rodaje de una nueva telenovela titulada Profundidad, donde interpreto a un investigador policial, muy diferente a mis personajes de Al compás del son y Soledad.

«A finales de año debo empezar con Ernesto Fiallo, quien dirigiera la segunda temporada de Bajo el mismo sol, otra telenovela donde representaré a un padre divorciado que intenta recuperar el amor de su hija. Estoy muy contento, porque con la TV permaneces más tiempo en pantalla, y por tanto el diálogo con el espectador es mucho más rico, lo cual es una obsesión para mí».

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