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Soy un coleccionista de dicharachos

Entre otras confesiones a su público, Chavarría reveló que El ojo de Cibeles constituye su texto preferido, y se debe al amor infinito que profesa por la cultura clásica, fundamentalmente por el mundo griego y su papel en la historia universal

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

Daniel Chavarría es un estudioso profundo de los dicharachos. Lo confesó este martes ante su público y un gran número de escritores e intelectuales que abordaron los caminos que toma su literatura, en la 25 Feria Internacional del Libro (FIL).

El autor de Príapos y Una pica en Flandes dijo, sin abandonar ese buen sentido del humor que le caracteriza, que más que lingüista es un coleccionador de dicharachos. «Me gustan y no dejo pasar uno sin que conozca su origen. Últimamente estoy cortado por uno de mi mujer. Dice que ella es conmigo como la soga al caldero. No lo entiendo muy bien», aseguró.

Chavarría ha vivido 82 años intensos y le han interesado también las particularidades del lenguaje insular, del que hace gala en sus textos. Esa terminología popular la dibuja en detalle. «La formación grecolatina me ayudó mucho para conocer la etimología. Pero la cosa está en la comparación que surge de haber viajado como pobre por América Latina y el mezclarme en todas partes con el pueblo. En este afán, cada vez que alguien dice algo nuevo que nunca oí, lo capto. Y lo esencial de la lengua marginal cubana lo he fijadado de una manera racionalizada, hasta un punto que los que escuchan ese lenguaje no lo han hecho».

Al hablar de su novela Joy, presentada ayer en la sala Nicolás Guillén por la editorial Capitán San Luis, comentó que la considera particularmente imperfecta, como todos los primeros textos de un escritor. «Tenía chistes malos, anunciaba lo que iba a venir… Sin embargo, tenía un importante flujo de contenidos. Es una muy buena historia y justifica el éxito que tuvo, sobre todo en el campo socialista. Al cabo de tres años de publicada había vendido más de un millón de ejemplares.

«Esa novela la leí hace dos años después de no haberla visto nunca más y reconocí que la trama era formidable. Me dije: “La voy a reescribir”... De manera que si vinieron a comprar libros, les digo que lean esta versión, porque realmente es el mismo contenido, pero con la experiencia que dan los muchos años de ejercicio de escritor», precisó Daniel, de quien además se pueden encontrar en la FIL: La piedra de rapé, Yo soy Rufo y no me rindo y Viudas de sangre, entre otros textos.

Una de sus confesiones de esa mañana fue que El ojo de Cibeles constituye su texto preferido, aunque aclaró que todo pasa por la subjetividad de cada cual y en su caso se debe al amor infinito que profesa por la cultura clásica, fundamentalmente por el mundo griego y su papel en la historia universal.

Reveló que su nombre inicial, El ojo Dindymenio, fue fatal. «Se lo puse porque Paco Ignacio Taibo me propuso presentarlo a un premio en México. Pero como ya lo había hecho al Planeta, de Barcelona, y había quedado finalista, lo cual se había difundido en el periódico, me pidieron que le cambiara el título. En ese momento se me ocurrió El ojo Dindymenio, porque tiene que ver con el Monte Dindimo, relacionado con el centro ancestral de Cibeles. Eso del nombre de Dindymenio no lograron aprendérselo los vendedores aztecas, y entre ellos le llamaban El ojo de vidrio. Por esa razón, fundamentalmente, se lo cambié».

La novela policiaca, terreno fuerte en su obra, dio motivo a otra reflexión del escritor. Destacó que le gusta utilizar el suspense y el final explicativo, que no deja a la gente con las puertas abiertas para que imaginen el cierre. «El policiaco es una literatura con esos elementos de la trama policiaca clásica, pero aplicada a cualquier contexto o época. En ese sentido soy escritor policiaco siempre», señaló.

Dos colegas suyos también resaltaron los valores de sus volúmenes dedicados al género. Francisco López Sacha hizo notar la maestría del autor de El rojo en la pluma del loro para narrar historias, ancladas en una profunda investigación científica, y enumeró los reconocimientos que se le han otorgado, entre ellos los premios nacionales de Literatura en su Uruguay natal y en Cuba. «Chavarría es uno de nuestros mejores escritores contemporáneos», subrayó.

Anecdótico y conectado a Daniel por una gran amistad, el escritor Leonelo Abello develó muchas vivencias junto a Chavarría y calificó a Joy como una de las novelas que marcan el inicio de la madurez de la novela policial cubana, junto a Y si muero mañana, de Luis Rogelio Nogueras.

Cuando los lectores tomaron la palabra, Daniel respondió cada una de sus inquietudes más peliagudas. Ellos quisieron saber sobre si ha tenido que hacer concesiones en sus obras con el mercado literario internacional. «El mercado exige sexo —su relajito, ¡claro!—, trama policiaca y mucho suspense. Hago esas concesiones, cuidando mucho de no incurrir en la vulgaridad. Tratar la obscenidad es muy difícil, porque andar por la periferia de lo erótico y no adentrarse en ello, no sirve. A las cosas hay que llamarlas, en lo posible, por su nombre. Pero no sé, hay una magia en eso que desgraciadamente no muchos autores tienen. A mí nadie me ha reprochado grosería en el manejo de lo erótico. El suspense está en todo lo que escribo y el humor lo pongo a veces como contraste y contrapeso de lo trágico que hay en la vida de la gente pobre», acotó.

Ante la pregunta de si es condescendiente con los críticos y quienes lo leen, Chavarría dijo con humildad que no hace nada especial para complacer a unos ni a otros. «Los críticos se expresan en un lenguaje técnico, propio del ejercicio si son de puntería, pero están movidos por los mismos valores que gustan, odian o enternecen al público», concluyó.

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