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Como el Uruguay no hay: trova, milonga, candombe…

No solo libros y escritores trajo el país invitado a la 25 edición de la Feria Internacional del Libro Cuba 2016: también su música

Autor:

Frank Padrón

No solo letras (y literatos) trajo el país invitado a la 25 edición de la Feria Internacional del Libro Cuba 2016: también su música ha conferido la banda sonora perfecta al prestigioso evento.

En el arte del pentagrama vinieron artistas de indudable valía: el trovador Fernando Cabrera, la cantautora Malena Muyala y el percusionista Daniel Márquez, entre otros, sintetizaron desde sus peculiares estilos la fuerza y la variedad de la canción y la música uruguayas en un inolvidable concierto que tuvo lugar recientemente en el capitalino teatro Mella.

Fernando no posee una voz lo que se diría privilegiada, pero desde ella es capaz de comunicar no pocas emociones, pues sabe abrigar poéticas letras que invitan a la complicidad con singulares vestiduras armónicas, mediante títulos como El tiempo está después, Puerta de los dos, Al mismo tiempo y Viveza, esta última con toda una cadena sintagmática de elaboradas imágenes y solo acompañada por un pequeño sonajero que bastó para crear una cálida atmósfera rítmica y expresiva.

Aunque confesó que «la incoherencia caracteriza su obra», la selección que presentó de sus discos (receptores de importantes premios nacionales y foráneos) demostró lo contrario: evidente coherencia estética y musical rezumó su desempeño entre nosotros, no solo durante esta gala sino en la actuación en Casa de las Américas.

Malena, guitarra en ristre pero también con el soporte tecladístico del extraordinario Gustavo Montemurro, significa la expresión de una nueva concepción del tango y la milonga procedentes del pequeño país austral, que no por definir en general todo un estilo «ríoplatense» o por la cercanía e incidencia del gran vecino porteño, deja de poseer una auténtica y autóctona concepción de los sureños ritmos.

Por ejemplo, la milonga allí integra de una manera más evidente elementos rítmicos africanos, pues recibió la influencia del candombe, como se sabe el género afro- uruguayo emblemático, mientras en el tango las diferencias radican sobre todo en el baile, pues el de nuestros invitados sobre la pista hace que la pareja (por demás mucho más unida) llegue casi al piso al son de una cadencia marcada con golpe.

Malena entonces es expresión esencial de una manera de hacer y decir que transmite al Uruguay en cada imagen, en cada inflexión vocal; a propósito de esto, ella sí posee un timbre no solo matizado y dulce, sino entrenado para el tránsito entre los registros medio y agudo, desde donde brotan hermosas melodías con vivencias muy personales que van desde alguna Dulzura distante o el Perfume de su ciudad natal (incorporando ritmos del carnaval allí, según ella «el más largo del mundo») donde habla de su experiencia materna, pasando por una mixtura entre el bossa y el samba que le arrancó la iglesia Don Bosco de la capital brasileña.

Pero si de fiesta para el cierre se tratara, dejó el escenario del Mella muy caliente el percusionista Daniel «Tatica» Márquez, quien ya había acompañado a la cantante en su candombe final para poner con ese ritmo esencial uruguayo todo un broche de oro.

Acompañado por jóvenes colegas del patio, el músico combinó fuerza y dulzura, arrancó secretos a los cueros de sus tambores demostrando que el ritmo heredado de África y aposentado en el Río de la Plata ofrece tanto de rugido y sabor como de sensibilidad y ternura.

Sentimientos todos que a cada encuentro con el agradecido público cubano, del cual se confiesan admiradores y deudores por nuestra entrega y empatía con ellos, manifestaron estos dignos embajadores de la música uruguaya.

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