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Sonando en Cuba, ¿en la zona caliente?

El programa televisivo, que ha generado un amplio debate en la audiencia, ha devenido fenómeno impactante con inagotables temas de análisis acerca de su concepción formal, conceptual y estética

Autores:

Yelanys Hernández Fusté
Lourdes M. Benítez Cereijo

Están Sonando en Cuba los últimos domingos en la pantalla chica. Sus protagonistas son 24 jóvenes de las tres grandes regiones de la Isla que ponen rostro a la segunda temporada de un espectáculo musical competitivo, devenido megaproducción de RTV Comercial y la Televisión Cubana.

El estudio de grabación es hoy el habanero cine teatro Astral. Su gran escenario es el set principal, mientras que el lugar que ocupa habitualmente el lunetario de los balcones alberga unos cinco pequeños espacios más íntimos y desde donde también se rueda el programa.

Sonando en Cuba es mirado hoy desde el lente y la palabra de Juventud Rebelde. En este acercamiento a sus conceptualizaciones estéticas y a las motivaciones esenciales de sus creadores y concursantes, no dejamos los criterios de las audiencias, las que le acompañan fielmente y las que le señalan una similitud con programas de factura foránea, su visión del espectáculo y ese intento por marcar una diferencia sin convencer.

A pesar de esas posturas diversas, no se pueden negar los valores de Sonando en Cuba como una vía para «descubrir» talentos, sus aportes a la formación de los participantes abriendo una puerta al futuro, y al rescate de nuestro auténtico patrimonio musical.

Orígenes

Paulo Fernández Gallo imaginó un proyecto televisivo en el que se buscaran jóvenes con valores sustanciales para la interpretación del repertorio más genuino de nuestra nación. Tres años atrás el líder de la Élite materializó la idea y en el verano de 2015 pudo hacerlo posible, gracias a que llegó a una serie de acuerdos con RTV Comercial.

FG conocía los riesgos y beneficios de una superproducción que no desestimara los códigos actuales para la puesta en escena de un espacio de este tipo. Asegura el autor de Te deseo suerte que «cuando ya estás montado aquí y quieres hacer algo tan grande como esto, se puede palpar que es un proceso muy amplio, requiere de muchos factores, de muchas personas... En estos momentos el proyecto está mucho más maduro; ya tuvo su primera etapa —con sus aciertos y sus desaciertos—, pero como quiera que sea hizo su presencia y marcó una pauta.

Relata el cantante que esta temporada quiso elevar los desafíos y limar, además, elementos que quedaron pendientes de la edición pasada. Esta entrega, asegura, «estableció un vínculo para la dirección de televisión con Manolito Ortega, creador multifacético y exitoso. Ambos hemos logrado integrar ideas y compartimos la dirección general».

—La primera temporada generó determinada polémica por la utilización de un repertorio más basado en el quehacer musical de la década de los 90, desdeñando otras épocas de la sonoridad nacional igual de ricas.

—Fue un paso estratégico que quise dar. No concebía hacer un programa como este —particularmente yo—, sin incluir a quienes me acompañaron en un boom tan importante. Pensaba que cuando arrancara el espacio no quería que los más cercanos, los de mi movimiento, fueran a tener un recelo o alguna laguna. Para mí esa etapa fue muy importante. También había muchos compositores de valor ahí y cantantes del mundo entero interpretaron sus obras. Sucedió con Juanito (Juan Formell), Adalberto Álvarez, Manolito Simonet, Cándido Fabré… y al mismo tiempo era demasiado positivo para el programa que estuvieran de padrinos muchos de ellos, de una alta talla».

«Pensé presentarme en la primera temporada, pero sentí que no estaba listo. Me fui superando con mis propios esfuerzos y me acerqué más a la música popular. Nunca tuve un maestro que me guiara. Siempre le comenté a mi madre que era una lástima que no se diera cuenta de que me gustaba la música. Podría haber ido a una escuela de arte.

«Mi tía me acompañó a las audiciones, como cuando los padres van con los hijos al médico. Hice una cola de casi cinco horas, pero ya estaba montado arriba del burro, no quedaba de otra que darle los palos. Pensé que la voz no me iba a salir, pero me impuse y créeme que me sigo imponiendo ante los retos.

«Los días pasaron y no me llamaban. Cuando ese momento llegó, mi novia cogió la llamada y fue algo así como “¡AHHHH!”. Me puse contento, aunque también sentí una responsabilidad grande, porque sabía que sería un verdadero comienzo en el mundo del arte.

«Me imaginé que habría rivalidad entre los compañeros de la región; sin embargo, no encontré contendientes, sino amigos. Tanto que gracias al programa recientemente me registré en Facebook. Me sorprendí mucho con la avalancha de personas amigas que me mandaron solicitudes, que me apoyan desde las redes sociales y me dan consejos. Me han hecho sentir importante. Por eso somos más que concursantes; somos mensajeros de la cultura y la historia musical cubanas. Esa es la esencia de este proyecto, lo que lo hace único. Agradezco estar aquí, porque los sueños no los podemos dejar escapar». (Yordan Quintana Vázquez, 26 años, Cienfuegos)

Semilla que germina

Esta segunda entrega de Sonando en Cuba forma parte de un proyecto cultural que está en desarrollo. Paulo FG precisa que ya cuenta con un programa de radio que lleva el mismo nombre, sale los domingos al mediodía por las frecuencias de Taíno y dirige el experimentado realizador Joaquín Quintero Valdés.

También, indica, «contamos con nuestra web (www.sonandoencuba.icrt.cu) y estamos en la red social Facebook. Tenemos una productora de talentos y presentaciones para realizar espectáculos con estos mismos protagonistas del espacio televisivo; y no faltará el estar en el mundo de la discografía. Es como sembrar una semilla que germina, se cultiva y se hace crecer.

«No queremos que se nos escapen detrás de modelos foráneos o de ideas simplistas del mercado los talentos que hoy tenemos. Para mí es un beneplácito tremendo ver que todos estos jóvenes están motivados y dándole una nueva cara a todo este proceso musical que está en desarrollo».

A pesar de sus valores y sus buenas intenciones, persiste la idea de que el programa guarda semejanzas con otros facturados en otras partes del mundo. Al respecto Manolito Ortega, su director para la TV, aclara que todo responde a un «esquema que debemos respetar, y en función de ello es que se crea un sello, una identidad».

Ortega resalta las experiencias de la Isla en este campo, al estilo de Buscando el Sonero, de Mi salsa; o Los nuevos que llegan, de Rompiendo la Rutina. «Pero vayamos más atrás en el tiempo. De aquí se exportaron el formato de la telenovela y la radionovela, así como el de programas de participación musical. En los años 50 del pasado siglo tuvimos La corte suprema del arte, un programa de talentos.

«La importancia de esos precedentes se eleva aun más si tenemos en cuenta que fuimos también de los primeros en el mundo en tener televisión. Desde esos tiempos ya nosotros hacíamos esos espacios. Esa es la tradición que heredamos. Ese es el origen de Sonando… No es nada que no hubiéramos hecho antes.

«¿Qué pasó? Que hubo un largo sueño de muchos años en los que no se hizo nada y esa tradición se perdió. En ese letargo aparecieron Operación Triunfo, La Voz, America’s got talent... No tememos a las críticas ni a las comparaciones. Si revisitamos los formatos actuales, claro que veremos similitudes. Hay un corte, una estructura, un andamiaje de programa de competencia que es igual para todo el mundo, porque es la base. En La Voz hay una silla que rueda, en America’s got talent los jueces tienen un botón que presionan para mandar a parar a los concursantes, Operación Triunfo se hace desde una academia. Nosotros también tenemos nuestras particularidades: música ciento por ciento cubana y un sistema de competencia diferente».

«El proyecto es una buena oportunidad para cualquier joven. Es una forma de darnos a conocer. Soy, desde hace unos años, un cantante avalado. Vengo de orquestas como Bakuleyé, To’ Mezclao’... y tengo cierta experiencia, aunque uno siempre debe seguir aprendiendo. Es que el intérprete es como el médico, no deja de estudiar.

«Hay jóvenes muy buenos en la calle que no pudieron llegar hasta aquí, pero confío en ellos también. Doy gracias al equipo de realización por la oportunidad y por la calidad del programa». (Duani Ramos Álvarez, 25 años, La Habana)

«Llegué a Sonando en Cuba gracias a esas casualidades de la vida. Soy vocalista de formación empírica, en un proyecto que se llama Sigue el ritmo tonight. Como cualquier día llegué a trabajar y fortuitamente estaban allí los de la producción del espacio. Canté y cuando terminé mi actuación Paulo FG me dijo que formaría parte del programa. Y yo comenté: “Ah, sí”, porque en el momento no me lo creí. Luego me emocioné mucho y no dejaba de preguntarme si todo aquello había sido verdad.

«Ahora me siento realizada, porque esta es una posibilidad única que aprovecho al máximo. Quiero que el pueblo me conozca, que sepa que amo la música cubana y que daré todo de mí.

«Cada esfuerzo se lo dedico a mi familia, que pierde la voz gritando para apoyarme en la distancia, en especial a mi papá, quien no pudo realizar su sueño de ser artista.

«Aquí he escuchado canciones que no conocía y ha sido un aprendizaje impresionante. Es conmovedor e inspirador ver a tanta gente luchar por una ilusión». (Zoila Beatriz Díaz Navas, «Betty», 24 años, Villa Clara).

Una propuesta diferente

Como realizador audiovisual, Manolito Ortega ha puesto todos sus conocimientos en función de llevar a la pequeña pantalla una propuesta diferente, aunque esta es su primera experiencia en un programa de este tipo.

El también realizador de videoclips y director artístico conformó un espectáculo de envergadura, con 13 semanas al aire y una hora y media de espectáculo musical. «Tenemos un colectivo de alrededor de 200 personas, a veces más, que agrupa especialidades como sonido, producción, cámaras, luces, escenografía, músicos, jueces y concursantes. Cada elemento, con sus particularidades, se debe integrar con armonía en pos del espectáculo», agrega.

Desde la puesta en pantalla, Manolito explica que han tratado de acercarse a la forma en que se mueve el audiovisual hoy. «No podemos estar alejados de lo que sucede en otros lugares, porque eso es parte de la competencia que tiene Cuba. Al hacer televisión hay que partir de la visualidad, de determinados códigos que no se pueden obviar. Por muy buen contenido que se tenga en el espacio, si no se tiene una imagen que lo acompañe, sencillamente el espectador apaga o cambia el canal.

«Con ese propósito se les da especial protagonismo a la escenografía, al maquillaje, al vestuario y la peluquería, así como al diseño de pantallas y al diseño de luces en función de la fotografía».

El joven director está convencido de que la Televisión Cubana necesita de este tipo de producciones y que está obligada a abrir su manera de pensar. «En las televisoras del mundo entero hay grandes espectáculos durante toda la programación. En ese sentido, RTV Comercial ha hecho un esfuerzo enorme, incluso con sus limitaciones, pero ahí están las producciones que demuestran que sí se puede: Duaba, U.N.O., Sonando en Cuba...

«Son esas las propuestas de gran impacto que ha tenido nuestra programación en los últimos tiempos. Al final, los profesionales son los mismos; la diferencia está en los procesos productivos. Es cierto que es costoso. La televisión es como el cine: una industria; es cara en cualquier parte, si se quieren lograr estándares de calidad», sentencia Ortega.

«Tengo ocho años de experiencia en la música. Trabajé con el Septeto Habanero y con Dorgeris Álvarez y su grupo, y varias orquestas populares. Fui en 2011 ganadora del concurso de improvisación sonera en Cubadisco. Me alegro que esas tradiciones y valores se estén rescatando en este certamen, pues es una manera de devolverle al pueblo una parte de lo que nos define». (Yulaisy Miranda Ferrer, 25 años, La Habana)

«Estudio la carrera de Licenciatura en Turismo y canto con el alma desde que interpreté Barquito de papel en las vías no formales. Recuerdo que cuando estaba en la escuela militar Camilo Cienfuegos gané el festival nacional; lo mismo me pasó el año pasado, pues fui vencedor en el festival de artistas aficionados de la FEU.

«Nunca he tomado clases de música y llegué aquí en el momento justo. La juventud ha desplazado el valor de un buen son, de un bolero antológico, de una timba sabrosa. Yo mismo no tenía esa cultura, y aprendí quiénes eran Pancho Céspedes, Pancho Amat, Omara Portuondo y Elena Burke. Esta experiencia me ha enseñado a amar nuestra música». (Diasmanis Ramírez Hernández, 21 años, Holguín)

¿Juez y parte?

Hay quien critica la dualidad de la figura del coach de ser juez y parte en el programa. Su función, básicamente, es encontrar el repertorio adecuado, teniendo en cuenta las condiciones vocales de cada concursante.

A juicio de Haila María Mompié, quien prepara a los competidores de la región central, a veces es un poco complicado ser coach: «Una los prepara y les toma cariño, se vuelven parte de ti. Al igual que mis dos compañeros Paulo y Mayito Rivera, le he puesto todo el amor a este proyecto. Es triste despedirlos llegado el caso, pero buscamos un artista, no solo una voz».

La intérprete de ¿Quién fue? reconoce que su labor encierra una gran responsabilidad, ya que se trata de enseñarles todo lo que ha aprendido en estos 25 años de vida artística. «Soy una cantante empírica. Eso lo sabe todo el mundo. Nunca tuve una oportunidad como esta; por eso me siento reflejada en estos muchachos», destaca.

Al ofrecer su punto de vista sobre la calidad de los concursantes, Mayito Rivera —coach de la zona occidental—, estima que «son intérpretes muy jóvenes que todavía no han madurado aspectos de la vocalización y el cómo enfrentar los repertorios. Tampoco tienen un amplio conocimiento de la historia de la música cubana. Sin embargo, están aquí por sus valores, sus sueños y eso hay que reconocerlo. Poco a poco van subiendo los niveles con el trabajo de preparación que reciben».Un elemento que no se debe pasar por alto en el programa es que no se desconocen los resultados de la enseñanza artística de la Isla. En ese sentido Sonando en Cuba no es excluyente. «Todos tienen oportunidad», subraya Paulo FG.

Haila, Mayito y FG manifiestan un compromiso con el proyecto y coinciden en que resulta muy importante. Ellos sostienen que a muchos participantes la vida les cambiará, si es que eso no les ha sucedido. «Son muchas las orquestas que en Cuba querrán renovarse y habrá varios de sus directores, como dijo el maestro Adalberto Álvarez, que estarán echándoles el ojo a algunos de estos chicos.

Para Haila María Mompié, es también necesario que desde los medios de comunicación se hagan propuestas válidas para «educar a nuestros hijos con la buena música. Eso se está perdiendo. Se oyen un montón de cosas que atrofian el oído y somos un país muy rico en sonoridades; somos la Isla de la música y eso hay que aprovecharlo».

«Todos los coaches son muy entregados al programa y a nosotros. Nos dan ánimo y consejos. Pienso que la formación es muy importante para el artista, te ayuda a no tropezar. Por eso cuando terminé el preuniversitario me dije: “Yensa, ve a luchar por lo tuyo”. En los últimos cinco años he intentado hacer realidad mi sueño más sagrado: cantar. Estuve trabajando un tiempo en Cayo Santamaría y luego me presenté a una evaluación en mi ciudad. Me entristeció que me dijeran que no podría cantar profesionalmente, pues era una artista de formación empírica.

«Agradezco esta posibilidad. En mi zona había más de 430 aspirantes, pero pasé la prueba y para ella me preparé con el guitarrista Enrique Cárdena y la profesora Tula.

«Ahora estoy aquí, lista para esta noche. Soy una luchadora. Veo que hay mucho talento. Llevo mucho tiempo esperando el momento de realizarme como artista». (Yensa Mercedes Vidaurreta Mesa, 23 años, Villa Clara)

Ampliar horizontes

No temen los gestores de Sonando en Cuba a que se les señale algún que otro desacierto. En ese viaje de exploración de tres jornadas que nuestro diario realizó en el cine teatro Astral, se percibió la intensa búsqueda por mostrar un producto actual, atemperado a los códigos visuales y estéticos más contemporáneos.

Si bien quedan detalles por pulir y aspectos que complazcan a las diversas demandas, no se puede negar que su colectivo ha encontrado claves para acercarse cada vez más a su audiencia. Así lo confirma su director para TV, Manolito Ortega, quien asevera que «beber de todo, y tomar de cada cosa lo mejor, no está mal. El espectador lo agradece y a fin de cuentas a ellos nos debemos».

La Televisión Cubana debe estar dispuesta a correr riesgos. Como medio de comunicación masiva está llamada a salirse de esas «zonas de confort» que la pueden sumergir en una inercia creativa, y le impidan ser un espejo de la sociedad diversa que la acompaña. Desatar la polémica, generar el debate y atreverse a emprender proyectos auténticos que no den la espalda a los presupuestos estéticos de los audiovisuales actuales, deben asumirse como ejercicio cotidiano. Usted dirá si Sonando en Cuba lo ha logrado.

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