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Niños de la calle

En pocas líneas y estricta síntesis, El regreso de Manco Capac nos delinea el ambiente ambulatorio de los niños de la calle en Perú y la conducta infantil urgidas de redención 

 

 

Autor:

Luis Sexto

Al leer este libro tal vez a ciertos lectores les falten lágrimas. O queden sin ellas. Porque aunque el título, un tanto enigmático al principio —El regreso de Manco Capac— no anuncie el propósito de tentar el llanto, sus escenas acusan una realidad tan desfavorecida que pocos empeños literarios podrían suponer o inventar, aunque alguien haya dicho que en algún momento lo real podría confundirse con la ficción. O al revés.

Si esa conjunción exacta ocurriera, sería por obra de un narrador efectivo —no efectista— que juntara una sensibilidad macerada entre solidarias luces éticas, con la maestría de observar y luego escribir un documento sin truculencias, ni brochazos arbitrarios.

Hace varios años, Amador Hernández andaba calentando este proyecto. Según la evidencia, halló fuentes y voces. Y en las 135 páginas de El regreso de Manco Capac —publicadas por Editorial Capiro en Santa Clara— reúne historias de niños de la calle en Perú.

Testimonio integrado por múltiples voces, el fluido estilo narrativo de Amador adecua el lenguaje al medio y por ende a los personajes. Lenguaje crudo y auténtico de calle penumbrosa y libertina. De miseria económica. De pobreza moral. En cuadros breves y sintéticos —¿cuentos, viñetas?—, el autor va armonizando este testimonio coral. Narración conversada que fluye desde fuentes documentales y contactos humanos.

Desde luego, Amador sabe cómo se nutre de interés una página con intenciones literarias y testimoniales. A ningún personaje le anima su marginalidad con el fin de esquematizar una moraleja. Más bien, los hace articular, con la naturalidad de lo propio, sus peripecias de pandilla, protagonizadas a imitación, incluso criminal, de acciones adultas. Y devela sin decirlo el imperativo que los desfigura: la pobreza extrema y la corrupción social. Cola irremediable del capitalismo más anárquico.

Pasada la última página, el lector quedará pensativo. Medita en las certezas de la vocación literaria y humanista de Amador Hernández. En estricta síntesis y concisión, este narrador nos delinea el ambiente ambulatorio de los niños de la calle en Perú y la conducta infantil urgidas de redención. En lenguaje implícito, el autor demuestra que a un niño se le puede matar aun dejándolo vivo.

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