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Los muchos dones de Lilita

Lía se nombra el personaje con el cual Liliana Sosa González debutó en la televisión, gracias a El rostro de los días. Su conflicto en la historia se ha convertido en una preocupación para Cuba, una reacción que la bella actriz de 20 años agradece, por lo mucho que, en ese caso, se parece la ficción a la realidad

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

A Juventud Rebelde, que la conoce desde que era una niña que ponía los pelos de punta cuando conseguía doblegar unas pailas más grandes que ella misma para rendirle el más musical de los homenajes a Juan Formell y los Van Van, le contó, previa promesa de silencio total, cuándo por fin Lía, su personaje de El rostro de los días, soltaba esa carga angustiosa que apenas la dejaba respirar. Fue ese el momento de nuestra conversación en que aprovechó para reflexionar sobre un asunto tan real como complejo con una madurez que parece ser propia más de una muchacha que hace rato debió haber dejado atrás los 20 años. Sin embargo, como verá muy pronto el lector, Liliana Sosa González llegó a este mundo con muchos más dones, que su innegable belleza.

«Lo que ha pasado con El rostro de los días es impresionante. Estoy muy agradecida por la manera como el público ha hecho suya la historia de Lía. Pero aquí la ficción sí se aproxima preocupantemente a la realidad. Hay niñas y adolescentes, incluso mujeres, que son violadas. Uno de los méritos de El rostro de los días es que llama la atención sobre un fenómeno que es real. El púbico se mostraba muy impaciente porque Lía no hablaba. Por las redes sociales me encontraba mensajes al estilo de: “llevan diez capítulos y tú sigues callada” y, mira, Lía por fin lo contó, pero hay personas que se demoran tres, diez, 30 años en decir la verdad, y otras que no lo hacen nunca. Es muy fácil juzgar desde afuera, pero no es coincidencia que se repita una y otra vez el mismo patrón de conducta.

«En ese sentido, El rostro de los días quiere trasmitirles a esas víctimas el mensaje de que existen muchas instituciones y especialistas que las pueden ayudar, que sepan que siempre se les va a apoyar, que no se sientan culpables ni se guarden para sí solas ese dolor.

Los actores Roberto Espinosa, Liliana Sosa y Rodrigo Gil. Foto: Cortesía de la entrevistada.

«En cuanto al embarazo, les digo a las adolescentes que hay que cuidarse, protegerse (lo cual se aplica también para las enfermedades), no solo porque someterse a una interrupción puede ser peligroso o porque no estarán preparadas para enfrentar la crianza de un hijo, sino porque seguramente se perderán muchas experiencias positivas que de seguro les aguardan en el futuro... Son esos mismos consejos que me viene dando mi mamá desde que tengo uso de razón. Hay que tener mucha confianza en la familia, y con mamá, confiar en ese amor».

Fue Carlos Alberto Cremata, «Tin» quien la descubrió cuando apenas había cumplido cuatro años. En un festival de círculos infantiles en el cual participaba La Colmenita, la vio tocando las tumbadoras, indagó por los padres y se les acercó para preguntarles si la pequeña querría entrar en la compañía infantil de teatro que él dirige y Lilita, sin pensarlo dos veces, aceptó. «Hasta el 2018, esa fue mi otra gran casa, 14 años de mi existencia...», admite.

‒Casi una vida...

Durante 14 años, Liliana Sosa formó parte de la tropa que conduce Tin Cremata: la compañía infantil de teatro La Colmenita. Foto: Cortesía de la entrevistada.

‒(Sonríe). Más o menos... En su seno viví momentos inolvidables, muchos, como el concierto homenaje a Juan Formell y al Tren de la Música Cubana del 4 de diciembre de 2012, en el hotel Meliá Cohíba, del cual resultó el DVD Siempre habrá Van Van, este último ganador de un Premio Especial Cubadisco. Fue super emocionante porque por primera vez tocábamos sus canciones ante los miembros de la orquesta. Igual de emotiva fue, a finales de 2018, la graduación del ISA de dos muchachas que trabajaban en la compañía, con el espectáculo ¡Y sin embargo, se mueve!, pero yo sabía que aquella sería mi última función con La Colmenita, lo cual me marcó para siempre».

‒ ¿De dónde nació ese amor por la música?

‒Mi papá es profesor de percusión y mi hermano toca en la actualidad con la orquesta de Alain Daniel. Partió de un interés mío, motivada por verlos todo el tiempo practicando, estudiando. Yo quería ser parte de esa maravilla, así que mi padre me enseñaba lo básico...

— ¿Qué pasó después de La Colmenita?

—Llegué a duodécimo grado con el deseo de estudiar Dirección Musical de Sonido en la Universidad de las Artes, sin embargo, la carrera exigía vencer unos exámenes para las cuales no me sentía lista, sobre todo con las asignaturas relacionadas con la música: armonía, solfeo..., muy complejas para alguien que no había pasado por la academia, pues cuando me presenté no me aceptaron. O sea, que iba a necesitar un año más para prepararme y no quería atrasarme. Entonces me decidí por la Actuación. Me presenté a la convocatoria y aprobé.

—Desconocía que la «experta» de las pailas en La Colmenita no había pasado el filtro... 

— ¿Experta? No, no diga eso. No aprobé, así de sencillo, seguramente la escuela andaba buscando otro perfil o tal vez lo hice mal ese día; cursaba cuarto grado y realmente no recuerdo. El caso es que no me presenté nunca más. Me metí de a lleno en La Colmenita y estoy convencida de que fue hasta mejor, porque me hubiera perdido toda la maravilla que significa formar parte de esa compañía super estelar.

—¿Cómo te ha ido con la carrera?

—Aún no termino el segundo año, el coronavirus no me lo ha permitido, pero me va bien. Por un momento se me complicó un poquito, sobre todo ese primero en que me hallaba grabando la telenovela. Casi lo pierdo por problemas serios de asistencia. Pude sacarlo adelante gracias al apoyo de mis profesores, quienes son espectaculares al igual que mis compañeros.

«Ya el segundo ha sido más “relajado”, pues no estaba trabajando. ¿Qué decirte? El ISA ha sido muy útil para mí, muy provechoso. Muchos me han aconsejado que me pase al curso regular para trabajadores, pero entonces los encuentros serían una sola vez al mes y yo necesito, quiero, el “fuego” de todos los días, aprender sin parar. Me encanta mi escuela, estoy contenta».

— ¿De qué manera te hiciste del personaje de Lía?

—Me preparaba con Massiel Dueñas en el grupo de teatro Abril justamente para entrar en el ISA, cuando llegó Yohanki Despaigne, asistente de dirección de El rostro de los días para hacer pruebas de foto. Y yo, la verdad, no tenía deseos, había demasiadas personas, me sentía muy cansada después de acabar un entrenamiento y estaba loca por llegar a mi casa para acostarme a dormir. Pero Rodrigo Gil, el actor que interpreta a Saúl, me agarró por el brazo y me lo impidió: « ¡tú te quedas conmigo!», me dijo, y no pude dejar solo a mi amigo. Tres o cuatro meses más tarde nos llamaron para que nos sometiéramos al casting de actuación.

—Supongo que haya sido una suerte debutar en la televisión con un personaje como Lía...

—A mí me encantaba mi personaje, me gustaba la historia que íbamos a contar y lo asumí con total entrega. Fue un año de rodaje, un proceso intenso. Especialmente para mí, que me tuve que enfrentar a una carga de estrés y cansancio tremendos, que condujo a una dermatitis de la cual aún no me he podido recuperar, pues coincidieron, al mismo tiempo, las pruebas finales de 12 grado y las de ingreso, los exámenes de aptitud, y luego la entrada a la escuela, la grabación... Me acostaba a las tres de la madrugada estudiando Historia así como las escenas que me tocaban. Se me juntó demasiado y por alguna parte tenía que “explotar”, sin embargo, aclaro que Líano es culpable en lo absoluto de nada, porque por ahí andan comentarios de personas incapaces de distinguir entre realidad y ficción, que ese personaje me traumatizó. Uno se arropa con el personaje cuando actúa, se llena de él, lo vive intensamente, pero todo acaba cuando se escucha la voz de «corten», en que vuelvo a ser Liliana. Esa práctica forma parte del entrenamiento del actor».

— ¿Cómo transcurrió el rodaje de El rostro de los días?

En un año de rodaje nos convertimos en una gran familia, asegura Lilita. Foto: Cortesía de la entrevistada.

—El proceso resultó fuerte, pero nos divertíamos grandemente. Roberto Espinosa es la persona más noble del mundo. Por eso nos sorprendió tanto la reacción de algunos en las redes sociales, pues él es un niño grande, muy dulce y amable, al igual que Levy Samper, Tamara Morales, Luyo Amello y Edwin Fernández. Ellos, actores con notable experiencia, resultó un importante pilar para mí. A Rodrigo Gil (Saúl) lo conocía mucho antes, incluso, de que nos presentáramos al casting, lo cual facilitó el trabajo, porque hay una cercanía muy real. Entre nosotros existía una hermosa amistad que se intensificó con las grabaciones. Asimismo sucedió con Karla Domínguez (Sheila)...

«A ver, es que el rodaje nos tomó todo un año juntos, gracias a lo cual nos convertimos en algo más que compañeros. Se creó como una especie de familia unida, a la cual le cuentas, por tanto, tus preocupaciones, alegrías...».

— ¿Cómo ves tu carrera? ¿Piensas insistir en el Sonido?

—Mi plan es, terminando actuación, volver a intentarlo con Dirección Musical de Sonido. Ya me estoy preparando para ese momento pues no quiero perder tiempo.

— ¿Por qué esa pasión por la Ingeniería de Sonido?

Liliana Sosa estudia Arte Teatral en el Instituto Superior de Arte. Foto: Yudith Carrión.

—Quedé impresionada la primera vez que estuve en un estudio de grabación, hace mucho con La Colmenita. Estábamos en Abdala haciendo un disco con la música de Arsenio Rodríguez y todos aquellos aparatos enormes, consolas con aquella pila de botones, micrófonos, entradas de línea, simples... me hechizaron. Es una carrera bien amplia, pues el ingeniero de sonido no solo se responsabiliza con la grabación, mezcla, pasterización de un fonograma, sino que además puede producir un disco o encargarse de asegurar que sea óptimo el sonido en un teatro, un espectáculo, un concierto... Lo confieso; estoy medio obsesionada con ese universo mágico que me traslada a otro mundo.

—Pero seguirás ejerciendo la actuación, ¿no?

—Por supuesto, nada de graduarme y colgar el título. Me fascina mi carrera, Arte Teatral, lo cual significa que el teatro me enloquece, me encanta. Pero también el cine, lo adoro. La televisión te conecta con el público, pero exige mucho tiempo de entrega y los procesos se complejizan a veces demasiado; no obstante, tiene sus mieles. Pretendo llevar ambas profesiones en paralelo, ser algo así como una actriz-ingeniera-productora musical, al menos voy a intentarlo (sonríe).

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