Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El pasado, lo vivido, no me ha detenido

Este 27 de mayo, Loipa Araújo, la eterna Joya del Ballet Nacional de Cuba, la maître paradigmática, anda cumpliendo 80 cumpleaños, superfeliz de seguir haciendo caminos como directora artística asociada del English National Ballet

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

 

Loipa Araújo, la eterna Joya del Ballet Nacional de Cuba (BNC), la maître paradigmática, nunca ha creído que se pueda «vivir de la gloria». «Uno puede disfrutar de recuerdos, sentir satisfacción por lo bien hecho, rememorar éxitos, orgullo por haber sido parte de la creación de instituciones..., pero todo se traduce, quizá, en el “deber cumplido” con tus propias aspiraciones y las que abarcan compromisos mayores en los cuales solo se es parte del esfuerzo de muchos.Más bien uno piensa, siente, que va llegando el momento de“hacer menos” pero llega algo, o más bien alguien, a quien aprecias, admiras y respetas como ser humano y artista, quien te reanima e impulsa ese deseo de seguir “haciendo caminos”...».

Lo extraño para Juventud Rebelde es que la Premio Nacional de Danza hubiera dado otra respuesta, con lo bellamente coherente que ha sido con su obra y su extraordinaria existencia que, para dicha de la cultura cubana, de la tierra que la vio nacer, suma este jueves, con exactitud, 80 «27 de mayo».Por ello el diario casi se atrevió a imaginar cuáles serían sus palabras cuando con ayuda del bendito WhatsApp se dispuso a indagar por las razones que la llevaron a convertirse en directora artística asociada del English National Ballet, en lugar de «gozar de lo lindo», como tal vez le hayan sugerido más de una vez.

Como Odile en El lago de los cisnes. Foto Cortesía de la entrevistada.

Sin embargo, nuestra Loipa anda superfeliz ante del indiscutible desafío, y le estará siempre agradecida a Tamara Rojo,dice, «por haberme dado la oportunidad de seguir viviendo, aprendiendo y disfrutando de otra experiencia, difícil y retadora, y de poder apreciar a su lado su gran capacidad para dirigir, su clara visión artística, y su enorme talento para sacar a flote una compañía que había perdido lo más importante: su identidad, sus propósitos artísticos, y el deseo, la voluntad de superación».

—Al verla impartiendo su clase, hace menos de un año, en el Día Mundial del Ballet 2020, advertí que esa rutina de realizar sus ejercicios matinales en la barra antes de iniciar su trabajo diario, no ha cambiado. ¿Cómo hacer para mantenerse tan vital?

—Suelo decir que hago ejercicios para que mi esqueleto no se deshaga. Pero eso es mucho más: una forma de no perder sensaciones necesarias para poder impartir una clase, mostrar físicamente una posición, conservar coordinación y mantener una actitud vital, física y mentalmente... La danza, y el ejercicio físico, la disciplina que les son inherentes, han sido no solo mi razón de vida, sino también mis aliados en momentos difíciles y tristes.

—Embajadora indiscutible de la cultura y de la danza cubanas, ¿qué tiene Loipa que puede aportar al resto de las escuelas que la convocan? ¿Cómo hacer para no intentar imponer los principios de la cubana?

—¡El respeto al otro! Esa es la enseñanza de Fernando (Alonso). Él supo escoger, insertar en nuestro modo de hacer, convertir en escuela lo que nos era apropiado, asimilable, para que fuese orgánico. Pero esas otras escuelas tienen, y desde mucho antes, su historia, su identidad...Considero una arrogancia desconocer esos valores y querer imponer los míos.

—Entre tantos bailarines destacados que conformaban el BNC, fue usted la escogida por coreógrafos como Roland Petit y Maurice Béjart, porque querían tenerla en sus montajes. Ahora le ha tocado trabajar con autores contemporáneos. ¿Cuál es la fórmula que ha usado para entenderse con los creadores de ayer y los de hoy?

—El lenguaje danzario continúa siendo el mismo, mi propósito cuando trabajo con otros, es conseguir que lo que hacen, si hay necesidad, les quede mejor; busco que conozcan otras opciones de cómo ejecutar un paso, una frase, pero siempre sugiriendo, nunca imponiendo. Y, a la vez, también aprendo yo de ellos descubriendo posibilidades nunca vistas.

«Desde niña en Pro Arte Musical, tuve el privilegio de bailar ballets coreografiados por Alberto Alonso y de participar en los montajes que él hizo del repertorio de los Ballets Rusos, donde había actuado (El gallo de oro, El bello Danubio, Príncipe Igor, Graduation Ball), así como de óperas (Aida, Rigoletto, Fausto). Todo influyó en que fuese mucho más amplia mi percepción de lo que era el ballet: estaba lo clásico, pero además lo que Alberto creaba, que era diferente. Fue muy enriquecedor asumir ese rico repertorio donde había otras maneras de bailar.

«Por tanto, nunca tuve reparo, miedo a lo nuevo, lo distinto. Me complació mucho poder bailar Conjugación y, al día siguiente, Lago, Diógenes ante el Tonel o Giselle. Esa experiencia me facilitó poder entrar en el universo danzario de Roland Petit y de Béjart, aprender y asimilar otras formas de contar historias o de darle fuerza emocional a cada movimiento.

«Encontrar a MacMillan a través de quieneslo acompañaron, conocer y entender su manera de coreografiar, que no se puede lograr por medio de un video; trabajar con Forsythe, Akran Khan... me ha permitido seguir sumando conocimientos, y no dejar de asombrarme, maravillarmey emocionarme».

—Aprendió que el ojo crítico debía estar siempre en activo, pero imagino que ello debe haberle agenciado la fama de ser «la del látigo perenne en la mano»...

—¡¡¡No sabía lo del látigo!!! Ese nivel de exigencia viene por Fernando, quien nos aseguraba que, aunque la perfección no existía, en el proceso por alcanzarla uno mejoraba. También por mi perfeccionista mamá Carmen: una profesora a quienes sus alumnos cariñosamente llamaban «la Sargento Carruana», mas todos la recuerdan; y por mi padre, el Dr. Araújo, igual un destacado profesor que, según sus alumnos, no «dejaba pasar una». En la Scala decían de mí: «Puño de hierro en guante de terciopelo». Lo verdad absoluta es que en mi caso todo fue dicho con amor, consideración y con el deseo de lograr más y mejor.

—Es humano apasionarse. ¿Cómo hace la maestra para no entusiasmarse más con unos alumnos que con otros? ¿En qué insiste la maestra con sus alumnos cuando está en el salón?

—Siempre debo referirme a Fernando... Él decía que aunque en el salón haya 20 bailarines, cada uno debe sentir que la clase es para él o ella. Debes conocerlos como individuos: sus más, sus menos; interiorizar muy bien que la clase es para los alumnos y no para el maestro, a quien le corresponde ayudar al que necesita aliento; tener paciencia para el que necesita tiempo, sonrisa para el que necesita apoyo, mirada firme al que necesita concentración, elogio para lo que se logra, y siempre entusiasmo, optimismo y seguridad en que, al terminar, todos seremos algo mejores.

—Se dice que los jóvenes bailarines de hoy sienten la necesidad de «correr», pero ¿la juventud no ha sido siempre así? ¿No tuvo en su tiempo de bailarina estrella ese impulso de recorrer mundo?

—Los tiempos cambian, las generaciones son producto del momento que les toca vivir.No me parece justo, ni con las anteriores ni con estas, hacer comparaciones. Lo que fue mi carrera está ligada a esa época, a ese momento artístico histórico. Así cada generación ha recorrido su camino.Si ya se llega a Marte, ¿qué esperar del movimiento en la Tierra?

—«Creo que uno se pierde en el extrañar», me dijo en una entrevista. ¿En qué momento dejó de aferrarse al pasado para centrarse solo en el presente?

—Me haces reflexionar, y pienso sinceramente que «el pasado, lo vivido» no me ha detenido, no me ha impedido de mirar adelante.Mi padre hacía hincapié en que si uno se enfoca solo en lo que pasó, se convierte, a la larga, en un ser defraudado, porque pierde de vista toda nueva posibilidad de realizarse.

—Son contados en Cuba quienes ostentan la Orden Nacional de la Legión de Honor en el Grado de Caballero de la República Francesa. ¿Dónde está la huella dejada por Loipa en esa tierra?

—Solo al regresar a Francia, después de mucho tiempo, fue que tomé conciencia de que mis años con el Ballet de Marsella fueron sus años de consolidación como compañía (no únicamente bailé, también impartí clases); sus múltiples giras por Francia e internacionales me vincularon a ella y al país que representaban.

«Fueron cinco años intensos, fructíferos, y no solo artísticamente, pues logré conocer Francia, sus gentes, su cocina, sus quesos, sus vinos... Me sorprendí con: “La vi bailar Notre-Dame de París”, “La vi bailar Coppelia...”. A Roland le debo mucho como bailarina y como artista, al darme una visión teatral más amplia e insistir en la importancia de la música en toda obra coreográfica».

—¿Cómo es su compañía soñada, la más perfecta?

—¿La perfecta?¡No existe! Porque todo es perfeccionable, mas en esa búsqueda será una magnífica compañía... con magníficos... bailarines, coreógrafos, luminotécnicos, pianistas, maestros, ensayadores, diseñadores, fisioterapeutas, médico, vestuaristas, regisseurs, personal administrativo y de servicio, prensa y propaganda... ¡en fin!... Ah, ¡y una orquesta con un director que sepa qué es un arabesque! ¡¡¡Todos son importantes!!!

—La COVID-19 no le ha dado chance de aterrizar en su natal Habana, aunque sea brevemente...

—Tuve la suerte, la fortuna, de pasar cinco meses de esta pandemia con los míos: la familia, los amigos, el sol, el cielo, ¡¡¡mi gente!!!

«El ansiado regreso será más temprano que tarde porque estoy segura de que se vencerá la COVID-19. Siempre, después de la tempestad, viene la calma, y aunque haya nubes que no lo dejan ver, el sol siempre brilla. Y eso es válido para todo en la vida».

 

Loipa Araújo, una de las Cuatro Joyas del BNC. Foto Cortesía de la entrevistada.

Loipa y José Zamorano en Leda y el cisne. Foto Cortesía de la entrevistada.

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