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Venta de garaje

En estos tiempos en que ya no se guardan tarecos, no hay extensión de la prole sin que los abuelos se hayan dado de baja, ni son bien recibidas las visitas no anunciadas, los garajes toman una nueva función; algo así como de tienda improvisada

Autor:

Jorge Alberto Piñero (JAPE)

Al principio pensaba que todos querían deshacerse de su garaje o, al menos, alquilarlo. Florecían los carteles anunciando dicho trueque y para mí era algo normal. La crisis desatada por la pandemia y otros agravantes nos había convertido en vehementes innovadores, algo que llevamos en la sangre como parte de la información genética. Además, era lógico: ¿para qué la mayoría de los cubanos queremos garaje? Nuestros arquitectos y constructores diseñan y ejecutan obras de casas y edificios sin garajes soterrados ni parqueos aledaños. No son necesarios.

La mayoría de los garajes ya existentes se usaban como cuarto de desahogo, o sea, para guardar tarecos. En muchos casos ese espacio se ha convertido en otra habitación, para los hijos de los hijos de nuestros hijos y sus familias. También para las inevitables visitas de familiares con turno médico y algún que otro amigo en busca de refugio después de un inesperado divorcio.

En estos tiempos en que ya no se guardan tarecos, no hay extensión de la prole sin que los abuelos se hayan dado de baja, ni son bien recibidas las visitas no anunciadas, los garajes toman una nueva función; algo así como de tienda improvisada, que realmente no es ni una cosa ni la otra, pero a veces da resultado: la venta de garaje.

Quiero aclarar que esta modalidad no es el último grito de la moda ni exclusiva de Cuba. La venta de garaje existe desde el siglo pasado, allá por la década de los 50. Por lo general, la realizaban los anticuarios o coleccionistas para rematar sus patrimonios. También era utilizada por las señoras y los señores pudientes, que se deshacían de todo lo que ya no les interesaba o que su fecha de fabricación era del año anterior, con el generoso fin de abonar los ingresos al desarrollo de alguna obra altruista… Bueno, eso decían ellos.

Después se generalizó a todas las capas sociales, con diversos fines, pero siempre dirigido a una mejora económica. El nombre de venta de garaje no significa que sea indispensable este espacio para realizar la venta. Sirve igual una terraza, un patiecito exterior, un balcón en planta baja… lo importante es que sea público a la vista del transeúnte siempre que no obstruya el tránsito por calles y aceras. Cuando esta venta es convocada por el Gobierno o las instancias municipales también se utilizan parques y plazas.

Aunque se pueden vender artículos nuevos, siempre que no sean de importación o de la red de venta minorista, la idea es deshacernos de todo aquello que nos ha quedado olvidado en el escaparate o en los rincones del hogar, y que pudieran ser útiles a otras personas. Cuando digo deshacernos de todo aquello que ya no queremos, no incluye a tu suegra ni al mejor amigo o amiga de tu esposa o esposo.

Ya en nuestro país ha tomado fuerza esta variante, que al parecer ha llegado para quedarse, como sucede en muchos otros países donde la venta de garaje es un alivio para la economía de quien vende y quien compra. Con una dinámica acorde con nuestras leyes, la venta de garaje es una acción bienvenida porque según anuncian los más reconocidos vendedores: lo vintage está de moda. Sobre el término vintage, les hablaré en una próxima edición.

 

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