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Estrellas y luciérnagas en la quincena francesa

Después de los extenuantes paréntesis pandémicos, tenemos otra vez cine francés al por mayor y al por mejor en La Habana este mes de junio

Autor:

Joel del Río

Como acuerda la tradición, asentada a lo largo de más de 20 años, las salas de cine habaneras amparan, en junio, el Festival de Cine Francés, que en la edición de este año comprende 23 filmes, entre ficciones, animados y documentales, a partir de la inauguración a las ocho de la noche, el miércoles 15, en el cine Yara, de Hazme volar, presentada por su director Christophe Barratier. Pero los aficionados deben estar al tanto, porque ese mismo día, desde las seis de la tarde, ocurrirá el pistoletazo de arrancada para otros muchos títulos, programados en los cines  23 y 12, La Rampa, Charles Chaplin, Riviera y Acapulco, los cuales exhibirán cada día una película diferente, hasta que concluya el Festival a fines de mes.

A la dramedia, ese subgénero de origen televisivo que se esfuerza por presentar un balance entre los contenidos dramáticos, realistas y cotidianos y los más bizarros, fantasiosos y humorísticos, se afilia Hazme volar, una historia de superación personal que, como sugiere el título, habla sobre la posibilidad de verificar los sueños, en este caso de un niño de 12 años aquejado por una grave enfermedad. Protagonizada por el veterano Gerard Lanvin, y por Víctor Belmondo, el nieto del célebre Jean-Paul recientemente fallecido, Baratier nos recuerda, al igual que en su anterior y muy aplaudida Los coristas, la virtud inherente al sacrificio por el otro, y nos entrega una película emotiva y simpática, un poco en la línea de la popularísima Intocables, en la que los protagonistas también se veían precisados a aprender uno del otro, y el más apto físicamente se dedica a cumplir los deseos del discapacitado. El aplauso para Baratier debe redoblarse porque, además de sus méritos como realizador sensible, ha sido inveterado organizador de estos festivales.

Y hablando de Intocables (dirigida por el dúo que integran Olivier Nakache y Éric Toledano), y de dramedias o comedias dramáticas, es probable que una de las películas más populares este año sea Especiales, que representa el regreso glorioso del famoso dueto de realizadores, luego de las menos exitosas Samba y C’est la vie, con este filme inspirado en hechos reales, con una significativa impronta documental y una impresionante actuación de Vincent Cassell. Se cuenta la historia real de dos amigos de distintas creencias religiosas que crearon una organización para ayudar a niños y adolescentes autistas. Nakache y Toledano se atreven, con absoluta responsabilidad y tacto, a bromear en torno a una discapacidad como el autismo en este filme cuyo título original (Hors Normes) puede traducirse como Los fuera de norma, y que nos recuerda, en el mejor sentido, la también notable comedia española Campeones (2018, Javier Fesser).

Especiales, dirigida por los directores Oliver Nakache y Éric Toledano.

Adiós, idiotas, dirigida y protagonizada por Albert Dupontel.

La mirada atenta y sensitiva a la contemporaneidad, en los filmes de este Festival, se complementa con la dramedia adolescente La vida escolar, que retoma la mirada frontal a los problemas del sistema educacional francés, a las diferencias de clase y a los problemas de los inmigrantes, en una suerte de continuación (más ligera) de aquella insondable La Clase; la comedia ligerísima Camarones en lentejuelas, sobre un campeón mundial de natación condenado, por homófobo, a ser el entrenador de un equipo gay de polo acuático; el drama social En guerra, cuyo realizador Stéphane Brizé también adopta un tono realista y documental, con cámara en mano, para despertar nuestra empatía sobre los problemas de desempleo y descenso salarial que ocasionó la pandemia; y es imprescindible recomendar también En buenas manos, por su alto voltaje emocional en torno al tema de la adopción, con impresionantes actuaciones del trío que integran Sandrine Kiberlain, Gilles Lelouche y Elodie Bouchez, quienes logran el milagro de parecer que no están haciendo nada a fuerza de una entrega total a sus personajes.

Más preocupadas por la reflexión histórica o la ilustración biográfica que agranda las virtudes del protagonista y logra humanizarlo mediante secuencias emotivas parecen De Gaulle, Delicioso y Aline. El principal mérito de la primera consiste en combinar, sin demasiado sermoneo político, lo personal y lo histórico, y para ello divide la película en dos historias paralelas, ambas ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial: la partida a Londres del general, y el éxodo que afrontó su familia. La exquisitez del vestuario y el diseño de producción, además de las buenas actuaciones de los protagonistas
(en De Gaulle, Lambert Wilson e Isabel Carré, y en Delicioso, Grégory Gadebois y otra vez Isabelle Carré) contribuyen a inscribir ambos títulos en la mejor tradición del cine histórico francés. Respecto a Aline, tampoco clasifica exactamente en el apartado de la biografía, pues se trata más bien  de una suerte de homenaje inspirado en la trayectoria de la cantante canadiense que es considerada entre las mejores del mundo, porque la banda sonora está compuesta por algunos de los grandes éxitos de la diva, la actriz y directora Valerie Lemmecier la imita a la perfección, y se reproducen con exactitud vestuarios y escenografías de sus más conocidos conciertos. Sea biografía u homenaje disimulado, la película está marcada por sentimientos positivos y cariñosos, y se aleja de las excentricidades y polémicas que rigieron biografías musicales recientes como Rapsodia bohemia o Rocketman.

Casi inútiles resultarían estas recomendaciones si dejamos fuera esa ensalada de comedia, drama con algo de denuncia social, fantasía a lo cuento de hadas, en una Francia semifuturista que es Adiós, idiotas, dirigida y protagonizada por Albert Dupontel, al lado de la muy en boga Virginie Efira, que algunos catalogan como la nueva Isabelle Huppert. Para recomendarla tal vez bastaría con mencionar los siete premios César que ganó, incluidos los de mejor película y dirección, pero si el lector es, como yo, apóstata de los catecismos impuestos por los premios y los prestigios maquillados por los medios, entonces hablemos sobre la presencia de un sentido del humor surrealista, a lo Terry Gilliam (quien aparece muy brevemente) y la imaginería visual, colmada de movimientos giratorios de la cámara, zoom extremos y el ritmo frenético de montaje… Para no incurrir en el sacrilegio de buscar un referente anglosajón, digamos que todo ello se parece no solo a Gilliam, sino también a ese maestro del cine galo que sigue siendo Jean-Pierre Jeunet, el realizador de la inolvidable Amelie

En el apartado del reconocimiento al gigantesco aporte de la cinematografía francesa al cine mundial, este año el Festival contempla cuatro películas de Costa-Gavras: Los raíles del crimen, Sobra un hombre, Z y La confesión, las cuatro realizadas entre 1965 y 1970 e indispensables a la hora de definir lo que ha sido el thriller político. También se incluyen dos muy diversos documentales, el lírico Poetas del cielo, sobre el mundo de la pirotecnia, y El proceso contra Mandela y los otros, que reconstruye el histórico juicio de 1963, convertido en una tribuna contra el aterrador apartheid. Los amantes de la animación tienen a su disposición tres títulos: Terra Willy: el planeta desconocido, La famosa invasión de los osos en Sicilia y el muy reconocido Minúsculos-El valle de las hormigas perdidas, sobre la guerra entre dos tribus de insectos que se disputan los restos de un picnic.

Después de los extenuantes paréntesis pandémicos, tenemos otra vez cine francés al por mayor y al por mejor en La Habana. Y ese regreso mantiene a los cinéfilos cubanos heureux et en attente, o lo que es lo mismo, dichosos y expectantes.

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