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Entre ritmos y lógicas del pensamiento

El tema central de este diálogo es la dimensión cultural del ajedrez, que ha ganado adeptos en el ámbito académico y entre los amateurs al juego ciencia. Esa perspectiva es coherente con la evolución de esa tradición milenaria, en la que se combina el estudio de variantes y posiciones, la resiliencia sicológica y la improvisación

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Ha resultado inevitable —a veces por circunstancias imprevistas— encontrar a Cristián Vitier Vázquez en cuanto evento cultural se realice. Han sido múltiples nuestros encuentros, tanto en la 26ta. Feria Internacional del Libro de 2017 donde se concibiera un homenaje a los fundadores de la revista Tablas —entre ellos, su madre Lilliam Vázquez y mi padre Amado del Pino—, como en el homenaje que le tributara la Biblioteca Nacional de Cuba al centenario de su abuelo Cintio Vitier en 2021. Esos momentos han sido propicios para el franco debate sobre cada una de nuestras inquietudes: los desafíos de la traducción literaria, el aporte de los medios de comunicación a la divulgación de los acontecimientos deportivos, los niveles de preparación que aportan los medios informáticos a los profesionales del intelecto.

En los últimos meses hemos interactuado con mayor insistencia, a partir de nuestra participación en el Festival de Ajedrez de las Universidades Iberoamericanas Ajeduni 2022 que acogiera el Salón de los Embajadores del Habana Libre. En ese imponente escenario que patrocinó la más importante cita competitiva de la historia del ajedrez cubano —la 17ma. Olimpiada Mundial de Ajedrez La Habana 1966—, algo sobrecogidos por los espíritus inquietos y combativos de Tigran Petrosian y Che Guevara, José Luis Barreras Meriño y Bobby Fischer; Cristián y yo bregamos por el óptimo desempeño de nuestros respectivos equipos, en lo que representó el retorno de las competencias presenciales luego de la tregua impuesta por la pandemia.

El tema central de este diálogo —la dimensión cultural del ajedrez— ha ganado adeptos en el ámbito académico y entre los amateurs al juego ciencia. Esa perspectiva es coherente con la evolución de esa tradición milenaria, en la que se combina el estudio de variantes y posiciones, la resiliencia sicológica y la improvisación.

—Sergio Vitier era reconocido entre sus contemporáneos por poseer una profunda cultura universal… ¿Cuánto le debe a su padre la incursión en el mundo de la literatura, del ajedrez y la música?

—Mi padre fue, es y será una de las personas más importantes en mi formación. Todavía hoy, cuando estoy ante cualquier tipo de situación, me sorprendo dialogando con él. Más que nada, me transmitió valores que considero imprescindibles para cualquier persona. Obviamente, me era imposible no captar algo de esa cultura caleidoscópica que poseía, como cualquiera que lo conoció. Si bien no sabía jugar ajedrez ni tenía nada que ver con ese mundo, lo entendía muy bien. Me refiero a esa intuición de espada que tienen los grandes artistas para ver las esencias de las cosas. Curiosamente, le hizo la música a la película Capablanca (1987), de Manuel Herrera, figura a la cual admiraba muchísimo.

—¿Cómo las obras audiovisuales inspiradas en el juego ciencia —desde La fiebre del ajedrez (1925), de Vsévolod Pudovkin hasta la miniserie Gambito de Dama (2020)— han contribuido a la popularización del ajedrez y los juegos de estrategia entre el público?

—Creo que hay un antes y un después en cuanto a impacto mediático si hablamos de Gambito de Dama. El ajedrez siempre ha estado presente en la historia de la cultura universal, dígase moderna o antigua, y el ámbito audiovisual no ha escapado de ello. Basta con mencionar El séptimo sello (1957) de Ingmar Bergman, con aquella escena icónica del cine en la que el protagonista juega una partida de ajedrez con la muerte. Si hablamos de obras centradas solo en el ajedrez, como La fiebre del ajedrez o Buscando a Bobby Fischer (1993), creo que fueron películas que no trascendieron más allá del público ajedrecista, cosa que sí hizo con creces la miniserie de Netflix. Si nos ponemos a mirar el número de personas que aprendieron a jugar o se interesaron por el juego luego de su estreno, es fácil darse cuenta de que estamos ante un fenómeno único en la historia del ajedrez. Quizá desde el llamado match del siglo de 1972 que enfrentó a Fischer y Spassky por el Campeonato Mundial, no se veía algo parecido. Ese respaldo mediático contribuye a la salud del juego, ya que han surgido más torneos, mayores patrocinadores, mejores proyectos periodísticos.

La ensayística de Cintio Vitier, de profunda vocación martiana, ha sido un referente para generaciones de cubanos. Foto: @BiblioNacCuba/Twitter.

 —Teniendo en cuenta las virtudes musicales de los jugadores soviéticos Mark Taimanov y Vassily Smyslov, o las incursiones en el ajedrez de los geniales compositores Serguei Prokofiev y Ennio Morricone, ¿cuáles afinidades identifica entre el ajedrez y la música?

—El destacado periodista español Leontxo García en una de sus conferencias expresó que el ajedrez, las matemáticas y la música son las disciplinas que más niños prodigios generan. Esto claro que no es casual, existen muchas similitudes en los modelos de pensamiento a la hora de abordar tanto una partitura como un problema de ajedrez. Por ejemplo, si exponemos el concepto de iniciativa en ajedrez —la acción de imponer el dinamismo en la partida— nos damos cuenta de que no es más que llevar la posición con ritmo, un concepto sin el cual la música no puede existir. El ritmo en música está sujeto a un determinado intervalo de tiempo y la iniciativa también, ya que si uno pierde el compás de esta, puede desaparecer. Un ajedrecista ve una posición íntegramente, no pieza a pieza ni casilla a casilla, sino a partir de modelos fragmentados que ha ido acumulando en su cerebro. De la misma manera, un músico lee una partitura, no nota a nota, sino como varios conjuntos. Existen muchos más ejemplos, sencillamente son actividades donde la arquitectura de pensamiento es muy similar.

—En Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana, su abuelo Cintio Vitier, al valorar la impronta de la obra de los grandes pedagogos del siglo XIX, afirmó que Luz y Caballero no había obtenido recompensas públicas, sino que más bien había dejado una huella perenne en el alma de sus estudiantes. ¿En qué medida esa afirmación pudiera trasladarse a la labor de la Gran Maestra Vivian Ramón Pita en el Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez?

—Hablar de Vivian es hablar del ajedrez en Cuba. Claro que es una exponente en el ajedrez de esa tradición de pedagogos cubanos y lo ha hecho durante muchos años. Son muchos los que han pasado por su tutela y los que aún siguen pasando. Además, ha sido una gestora incansable de muchos torneos y eventos en nuestro país para potenciar el desarrollo del ajedrez en la Isla, cosa que sigue haciendo con la misma fuerza de siempre. Creo que, sin lugar a dudas, es un ejemplo de vivir por y para el ajedrez, somos muy afortunados de tener en Cuba una Vivian Ramón.

—Usted pudo estrenar su título de Maestro Internacional en los torneos de Llobregat y Sitges, realizados en Barcelona, la tierra de Antonio Gaudí, el modernismo catalán y el Montjuïc. ¿Qué representa Cataluña para la comunidad ajedrecística cubana, tanto en el ámbito cultural como competitivo?

—En el plano competitivo Barcelona representa para todo ajedrecista cubano y de Latinoamérica una oportunidad para chocar con el primer nivel. Quizá Barcelona sea ahora mismo la capital mundial del ajedrez. Sería muy bueno que más jugadores de nuestro país pudieran jugar en Europa, estoy seguro de que sería un impulso fundamental para el talento que tenemos aquí en la Isla. En cuanto al plano cultural es imposible ir a una ciudad como esa y no empaparse de su cultura. Resulta muy fácil estando ahí experimentar cualquier revelación sobre la belleza.

—¿Qué impacto ha tenido para la cultura cubana haber aportado al mundo un exponente como José Raúl Capablanca a la historia del pensamiento racional y estratégico de todos los tiempos?

—Es una pregunta que es imposible de responder de una manera completa. Capablanca es un símbolo de cubanía, es de esas figuras que nacen una vez en la vida de un país. Como un Lezama Lima o un Leo Brouwer, que además de ir acompañadas de un don único llevan impregnado lo cubano por todas partes. En el torneo que jugué en Sitges descubrí que había un espacio dedicado solo a Capablanca. Siempre que he viajado, la gente me pregunta cosas sobre Capablanca con una admiración y un respeto tremendo. Muchos jugadores foráneos vienen a Cuba a competir en el torneo internacional fundado hace 60 años para rendirle homenaje. Creo que tenemos que estar muy orgullosos de todo ese cariño y devoción que recibe su figura en el mundo entero. Después de todo, admirar a Capablanca es lo mismo que admirar la Cuba profunda.

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