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Un libro, un abrazo

Una selección de testimonios de personas que conocieron a José Martí en diferentes épocas de su vida y desde diversas miradas conforman el texto Yo conocí a Martí, de la historiadora Carmen Suárez León

 

Autor:

Lourdes M. Benítez Cereijo

«(…) ¿Cómo era Martí, sobre todo en lo físico? ¿Cómo hablaba, qué causaba tanta admiración? ¿Cómo era su trato? ¿Cuáles sus hábitos y gustos? ¿Qué pensaban los que lo conocían? Y hay que recurrir entonces a los que tuvieron el privilegio de frecuentarlo».

Con esas palabras contenidas en el prólogo del volumen Yo conocí a Martí, su autora, la historiadora e investigadora titular del Centro de Estudios Martianos Carmen Suárez León aviva la curiosidad en torno a la figura del Héroe Nacional: nos urge a buscarlo, invita a definirlo y mediante exquisitos relatos nos permite imaginar su voz, sus formas, sus gestos, su luz.

Agrega la profesora en su introducción: «Solo por esos amigos o hasta por esos conocidos circunstanciales, podemos saber de sus gustos gastronómicos, su don de conversador, su fino trato, el impacto de su voz, la calidad de su mirada o la movilidad de sus manos. Parece que el rasgo martiano más recordado, y de más estremecida evocación, es su manera de hablar, tanto en sus discursos, como en su trato diario o en la conversación familiar».

Una treintena de testimonios de quienes conocieron a José Martí en diferentes épocas de su vida y desde diversas miradas y criterios conforman el texto. Anécdotas, relatos, evocaciones humildes o recuerdos infinitos van dando las pinceladas de un retrato que se vuelve más preciso conforme avanza la lectura. De las páginas va surgiendo el hombre sencillo de pequeña estatura, el orador indomable y admirable, el amigo fiel, el erudito, el revolucionario incansable de salud quebradiza, el hombre-niño con su extraordinaria capacidad de asombro, el ser inquieto, el intelectual inigualable…

Cada testimonio toca una fibra. Conmueve. «Son textos tomados de diferentes publicaciones periódicas —Revista Bimestre Cubano y el Diario de la Marina, entre otros—, y, en su mayor parte, de la maciza compilación que hizo la Revista Cubana, entre 1951 y 1952», ha señalado Suárez León (La sangre y el mármol: Martí, el parnaso, Baudelaire; José Martí y Víctor Hugo en el fiel de las modernidades).

De esa manera encontramos las palabras de Enrique Collazo, Juan Gualberto Gómez, Alfonso Mercado, Enrique Loynaz del Castillo, María Mantilla y Miyares, José Miró, Amado Nervo, Máximo Gómez, Rubén Darío, Blanche Zacharie de Baralt, Manuel Sanguily, Diego Vicente Tejera, José María Vargas Vila y Enrique José Varona, por mencionar algunos. 

Muchos de sus pasajes son verdaderas joyas. Podemos encontrar, por ejemplo, el perteneciente al escritor, poeta e intelectual Diego Vicente Tejera, quien da cuenta de la personalidad única del Maestro: «El que no oyó a Martí en la intimidad no se da cuenta de todo el poder de fascinación que cabe en la palabra humana». Y la categórica remembranza de Enrique José Varona: «Su palabra era algo viviente que transfundía vida».

También para guardar en la memoria es la narración de Rubén Darío. El poeta y escritor nicaragüense describe su encuentro en Hardmand Hall con el Apóstol, quien debía pronunciar un discurso: «(…) De pronto, en un cuarto lleno de luz, me encontré entre los brazos de un hombre pequeño de cuerpo, rostro de iluminado, voz dulce y dominadora al mismo tiempo y que me decía esta única palabra: ¡Hijo! (…) ».

En tono más cálido aparece la evocación de Alfonso Mercado, uno de los hijos de su entrañable amigo mexicano Manuel Mercado: «En un simón antiguo, amplio y viejo coche de sitio, íbamos Martí, mi hermano mayor y los demás hermanos. A medio camino, rumbo a la estación del ferrocarril, pensé en mi autógrafo solicitado a Martí y se lo reclamé inmediatamente. Entonces él, demostrándome pena por su olvido, sacó de prisa una pequeña tarjeta, y con la incomodidad del apiñamiento en que caminábamos dentro del coche y a pesar de los tumbos de este, escribió estas palabras que he conservado cuidadosamente: “Alfonso, leal: Tú quieres a toda costa un autógrafo mío. El único autógrafo, hijo, digno de un hombre, es el que deja escrito con sus obras. Tú, José Martí”».

Yo conocí a Martí, publicado originalmente en 1998, es un volumen entrañable. En sus páginas podemos descubrir al hombre excepcional detrás de blanquinegras e inmóviles fotografías. Casi lo podemos tocar, escuchar, sentir. Este es uno de esos títulos que se aprietan contra el pecho cuando uno los lee. Es un libro, un abrazo.

 

 

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