Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Carteles cubanos en la memoria del mundo

Los carteles de cine realizados por el Icaic entre 1960 y 1980 fueron declarados Memoria del Mundo para integrar ese amplio archivo de la Unesco

Autor:

Joel del Río

Hace unos días supimos la noticia, y ahora ha llegado la hora de paladearla: los carteles de cine realizados por el Icaic entre 1960 y 1980 fueron declarados Memoria del Mundo para integrar el amplio archivo conocido como Memoria del Mundo, de la Unesco. Según Luciano Castillo, director de la Cinemateca, esta es la segunda vez que la Cinemateca de Cuba consigue la mencionada y trascendental designación. La primera propuesta aprobada por la Unesco se relacionaba con los Noticieros Icaic Latinoamericanos.

En la conferencia de prensa donde se dio a conocer la buena nueva, Sara Vega, especialista de la Cinemateca, apuntó que desde el primer momento se vincularon con el Icaic publicistas, diseñadores, pintores y conocedores de historia del arte en la creación de carteles no solo para películas cubanas, sino también de obras foráneas, y así se creó lo que hoy se conoce como la escuela cubana del cartel de cine, convertido este en un medio de divulgación y comunicación no solo eficaz, sino también artístico.

En coincidencia con el destaque de la Unesco, el período de «máximo esplendor» del cartel cubano de cine, por calificarlo con la misma frase que utilizan los especialistas Sara Vega, Alicia García y Claudio Sotolongo, en el libro Ciudadano cartel, corresponde a las dos décadas que abarca el período 1960-1979, cuando se verificó una auténtica revolución en el terreno de las artes visuales en Cuba.

A lo largo de estas dos primeras décadas del Icaic aparecen por toda Cuba, en las calles, y también en las oficinas, casas, lobbys de las más diversas instituciones, las obras maestras firmadas por Eduardo Muñoz Bachs, autor de varios carteles que identificaron en la memoria colectiva a ciertos filmes cubanos o extranjeros. Por solo mencionar algunos están los que acompañaron al primer filme del Icaic, Historias de la Revolución, de Tomás Gutiérrez Alea, al trascendental documental Por primera vez, de Octavio Cortázar; y también a esa obra maestra de la ficción que es Aventuras de Juan Quin Quin, de Julio García Espinosa.

A los años 60 y 70 pertenece también el tríptico de Lucía, creado por el pintor, dibujante, diseñador y fotógrafo Raúl Martínez, célebre sobre todo por aquellas obras con protagonista colectivo, donde ilustraba el entusiasmo, el optimismo, la utopía de un futuro de concordia, igualdad y progreso. Este cartel se transformó en un símbolo tan poderoso y transcendental del nuevo cine cubano como el propio filme aludido, pero Raúl Martínez realizó otros significativos como el de Desarraigo (1965) que enfatiza en elementos tipográficos en función cinética.

En el mismo período que ahora distingue la Unesco, se vincula con el Icaic otro pintor, Servando Cabrera, autor del hermoso cartel que acompañó a Retrato de Teresa (1979), de Pastor Vega, mientras que el también experimentado diseñador Alfredo Rostgaard aportó su ingenio al documental Now!, de Santiago Álvarez. Y René Azcuy también figura en la lista de los carteles patrimoniales con dos obras, las realizadas para La última cena, el largometraje histórico de Tomás Gutiérrez Alea, y Rita, a propósito del importante documental dirigido por Oscar Valdés. Azcuy fue también el autor del famoso cartel para el filme francés Besos robados, uno de los más reconocidos entre los producidos por el Icaic en los años 60, solo que en este texto preferimos destacar los carteles cubanos para los filmes cubanos, porque todo lo bueno y nuestro debiera resaltarse incurriendo hasta en las redundancias inevitables.

Azcuy se destacó siempre por la sobriedad expresiva, la fotografía ampliada para resaltar un detalle que adquiere carácter simbólico, además del trabajo casi siempre en blanco y negro, con una discreta y significativa intervención de otros colores. Así ocurre con los carteles mencionados antes, y también con los de Ciclón (1966) de Santiago Álvarez, y Hasta cierto punto (1983), el filme de Tomás Gutiérrez Alea cuya promoción gráfica evoca dos elementos claves, el garfio y la gaviota, en la historia de amor ambientada en el puerto de La Habana.

Más alla de la lista de los mencionados —tener en cuenta que solo mencionamos aquí las obras de los grandes diseñadores cubanos que acompañaron a producciones nacionales—, vale enfatizar en los méritos de otros tres carteles: La primera carga al machete (Raúl Oliva), ¡Muerte al invasor! (Rafael Morante) y La odisea del general José (Antonio Pérez, Ñiko). En el primero, Oliva se muestra encantado no solo con la ilusión cinética, sino también con el colorido y la estética del Pop Art.

Morante, por su parte, concibió el cartel de ¡Muerte al invasor! con la misma rapidez con que trabajan los reporteros de guerra, porque el filme debía contar con una promoción eficaz para un estreno pensado desde la inmediatez de los acontecimientos. El mismo diseñador se ocupó de la gráfica, más reposada, que acompañó Historia de un ballet (1962), Las doce sillas (1962) y Cuba 58 (1962) y Alba de Cuba (1963).

Aunque queden fuera del período resaltado como Memoria del Mundo por la Unesco, hay que decirlo: en los años 80 y 90 todavía se generan obras de mérito, pero de significado más transparente, menos intelectualizado, como se percibe en la influencia art noveau del cartel diseñado para Cecilia (1981) por Antonio Fernández Reboiro, quien estaba concluyendo así un destacado trabajo para el Instituto que incluyó la gráfica para los documentales Nosotros, la música (1964), Ociel del Toa (1966), 79 primaveras (1970) y la comparsa de coloridas trompetas que inundan de color el espacio en Arcaño y sus maravillas (1975), además de los filmes de ficción Girón (1972) y El brigadista (1977), entre otros.

Sirva este texto para certificar, también, nuestra satisfacción con el reconocimiento universal a uno de los logros culturales más conspicuos de finales del siglo XX: el cartel cubano de cine. Y no lo digo solo yo, así acaba de reconocerlo la Unesco, cuyo programa Memoria del mundo propulsa y coordina, desde 1992, la preservación y el acceso al patrimonio histórico documental de mayor relevancia para los pueblos del mundo, así como también promociona el interés por su conservación.

Fresa y Chocolate.

Now!

Vampiros en La Habana.

Lucía.

 

Los Sobrevivientes.

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