Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Conmociones

A la cultura no se va, no hay que ir; uno vive inmerso en ella...

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

No sé a ciencia cierta qué edad tendría, hay muchas brumas en los primeros años; pero también los hay, alfileres de oro, que te prenden los recuerdos allí donde nada puede borrarlos. Pues bien… se abrieron las puertas de cristal del Teatro Oriente y el niño entró al universo de El lago de los cisnes, a Chaikovski, a las puntas.

No podré contar demasiado, no se me exija tanto. Una atmósfera de  ensoñación  vino a mí, me envolvió. ¿Es Alicia?, pregunté… ¿Alicia Alonso?  Hasta los niños en Cuba sabíamos su nombre. «No, no… es Josefina Méndez». No lo sabía entonces, pero hoy lo puedo decir: un niño se iniciaba frente a una joya.

Tengo el instante detenido: los brazos ondulantes, los brazos increíbles, los brazos. Volando, despidiéndose ya, escapando del escenario. ¿Cómo lo hace?, pregunté asombrado. Alguien llevó el índice a los labios y me susurró: «disfruta, disfruta».

Le hice caso en ese instante, se lo hice después. No puedo decir que soy un balletómano, pero me he regalado una función cada vez que ha sido posible. «El baile es un arte puro, casi un rito. La bailarina no es una actriz, es una sacerdotisa», escribió nuestra Cervantes, Dulce María Loynaz.

A veces no hace falta que nada se mueva, que nada gire. Lo harás tú. Así aconteció cuando tuve frente a mí Inocencia, la escultura de Caridad Ramos Mosquera. Una adolescente descubre su cuerpo, se busca el pecho, la rosa del erotismo entre sus dedos. La otra mano baja, baja más, como brazo de mar, río sin continencia. La modelo es su propia hija.

Quise fundir la cera, quise correr. No fui yo solo. La autora tuvo que acudir a la galería donde exponía la pieza: las personas sentían la necesidad de tocarla, le habían dejado marcas en el hombro, allí donde se toca a una persona para que se voltee, donde se toca una persona sin hacerle daño. La cera deja salir el espíritu que habita en la forma, es la naturaleza viva, sostiene la escultora.

Caridad Ramos es la creadora del Monumento a Celia Sánchez en el parque Lenin. Su huella ha marcado el conjunto conmemorativo de Bariay y la Universidad de las Ciencias Informáticas  (El parto de la forma).

La artista encabeza el proyecto La casa del mármol, en Aguilera No. 8, cerca de la bahía santiaguera, cerca del mar. Cuando la ciudad sofoca, ella aparece, ella me rescata. Me entrega una pequeña pieza suya y me aprieta las manos. Es un  libro de mármol, mármol rojo del Escambray, con una inscripción de solo tres palabras: «Siempre la verdad».

Otra vez estoy de espectador, otra vez con los ojos prendidos. Ya no soy aquel niño, pero lo sigo siendo. Las voces de los actores están impregnadas en las paredes del teatro, tienen que estarlo, me ha confesado Nancy Campos. La actuación tiene algo demoníaco, me dice Adolfo Llauradó. ¿Cómo, al mismo tiempo, se puede ser el uno y ser el otro?

Este propio año, me fui a la sala El sótano a ver la obra Frijoles colorados, con la interpretación de Jorge Luis de Cabo y Verónica Lynn. A él, lo he visto interpretar magistralmente el tango Cambalache de Enrique Santos Discépolo, en las peñas de Rosalía Arnáez. Hay un aire peculiar que lo empuja, que lo sostiene. La actriz, la célebre Doña Teresa, la Santa Camila de La Habana Vieja, ella misma. Alucinante… ¡A los 92 años seguía en las tablas!

Fue el miedo el que me llevó a la primera fila, el que me hizo estar pendiente de cada palabra, de cada gesto. El miedo y la fascinación. Nada sucederá si estoy atento, me dije. Pobre de mí, pobre espectador, pobre; sí sucedió: Verónica estuvo esplendorosa. Mientras los frijoles se cuecen, renuentes,  los personajes repasan su mundo interior, se extravían y se encuentran. Nos encuentran.

En el tiempo de la Covid-19, en el encierro, alguien me comentó: ¿y ahora qué harán los que se dedican a la cultura si no hay nada, si todo está cerrado? A la cultura no se va, no hay que ir; uno vive inmerso en ella, le respondí. La cultura es más que un paso de ballet, más que una pieza escultórica, más que un escenario, más…La cultura no es un entretenimiento, es un estremecimiento. La cultura es el espíritu. La cultura es el aire y es la libertad.

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