Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La técnica no siempre es la técnica

De cómo un grupo de turistas puede arribar a un poblado provinciano por confiar demasiado en la tecnología, y de las experiencias de estudiantes bromistas devenidos artistas por accidente, entre otros fiascos curiosos

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Los habitantes de la remota aldea de Fossmork, en Noruega, recibieron asombrados al grupo provisto de cámaras fotográficas, termos de agua y otros accesorios de vacacionistas. Más sorprendidos estaban los propios turistas, quienes se dirigían, en verdad, al acantilado Preikestolen, a unos 30 kilómetros de allí. La mala pasada se las jugó Google Maps, una herramienta de Internet que generalmente guía bien a las personas a sus destinos. Sin embargo, el problema con el acantilado y la aldea se repite. Habitantes de Fossmork, adonde nadie nunca va, hace algún tiempo reciben a unos cuantos turistas, pero igualmente desorientados como estos…

Otra equivocación

Todo empezó como una broma y pudo terminar en una engañifa. La tomadura de pelo se le ocurrió a dos estudiantes, quienes compraron una piña en el mercado, entraron a la exposición de arte que al momento se exhibía en la Universidad Robert Gordon, de Escocia, y la colocaron como una obra más, a ver qué ocurría... Pues sucedió que fue tomada realmente como una pieza museable, y cuando los muchachos volvieron cuatro días después, estaba colocada en vitrina y todo. Los organizadores de la muestra se justificaron arguyendo que quisieron seguirle el curso a la broma.

También un yerro

Víctima de otro equívoco, pero humano, fue también Lucie Bahetoukilae, una viajera que abordó en Nueva Jersey, confiada y feliz, el avión de United Airlines que la llevaría con rumbo a París. Primero le sorprendió que no sobrevolaran el océano, y finalmente le asustó lo breve del vuelo. El susto real lo pasó cuando salió: había desembarcado en el aeropuerto de San Francisco. Cuando la compañía revisó lo ocurrido, resultó que su billete estaba en orden, solo que ella, quien habla francés, confundió la puerta de abordar. Lo insólito es que ni entonces ni después, alguien se diera cuenta de la confusión.

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