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Las ganas pueden más que la edad

Yowlys Bonne, monarca del orbe en los 61 kilogramos de la lucha libre, reconoce no sentirse especial a pesar de su reciente éxito

 

Autor:

Enio Echezábal Acosta

A los 35 años no muchos luchadores aspiran a competir en serio por una medalla en un Campeonato Mundial. Claro que tampoco es que sea una obligación hacerlo, pero el mérito de alcanzar tal grado de veteranía entre la élite no puede ser descartado de ninguna forma.

Yowlys Bonne es la prueba de que no importa el largo del recorrido, sino la forma en que se llega a ciertos puntos. Dos veces olímpico —en Londres 2012 y en Río de Janeiro 2016— este librista guantanamero se coronó en noviembre pasado como monarca absoluto en la división de 61 kilogramos, galardón por el que pocos hubieran apostado a estas alturas.

Después de mucho tiempo en la «carretera» del alto rendimiento, Bonne reconoce que no hubo nada diferente en su preparación rumbo al Mundial de 2018. A Budapest, capital de Hungría, viajó a media máquina, pues una lesión en el tobillo le forzó a cambiar el ritmo de su entrenamiento durante casi todo el año. Por si fuera poco, cuando la molestia parecía desaparecer, el dolor volvió, faltando muy poco tiempo para el gran torneo.

A pesar de tener que entrenarme de forma diferenciada, la lesión no fue un impedimento. Llegué allá con la mente muy positiva y consciente de mi capacidad para lograr mis objetivos.

«Luego lo del título Mundial, la gente lo vio como una sorpresa, pero la verdad es que fui allí a ganar. Todos los días en la última fase de la preparación, realizada en Italia, pude ver videos de mis rivales para hacer un estudio de cómo plantear las diferentes peleas. De cualquier manera, siempre pensé en ir paso a paso, combate a combate, porque a veces imaginarte en la final incluso desde antes de la competencia, puede irte en contra».

Pasadas las tres décadas de edad, Yowlys no tiene reparos en reconocer que la juventud es un factor determinante en los resultados de cualquier atleta, aunque también es consciente de que sobre el colchón hay otros ingredientes que pueden llevarlo a la victoria.

«A esa hora todo se resume en el que mejor esté. Claro que la edad puede ser importante, pero la técnica, la táctica y la experiencia competitiva pueden convertir una aparente desventaja en algo que esté a tu favor. Ahora mismo, por ejemplo, yo puedo sentirme tan fuerte como años atrás, pero si subo desconcentrado, no tengo las mismas posibilidades».

En su opinión, la pelea más dura de las cinco que efectuó durante el certamen del orbe fue la de cuartos de final. Al frente suyo estuvo el iraní Mohammadbagher Esmaeil Yakhkeshi, a quien dominar resultó tan difícil para el antillano, como repetir su nombre completo sin equivocarse.

La pelea comenzó de forma cómoda, porque logré marcar cinco puntos y marcharme con ventaja al descanso. Sin embargo, tras la pausa salí a aguantar el resultado, pero me salieron las deficiencias en la preparación, me cansé, y cuando vine a ver estaba debajo 8-6. Tuve que sacar un extra a poquísimos segundos del final para lograr la pegada e imponerme.

«También la final contra el ruso Rashidov —que terminó 6-5— fue muy complicada, pero creo que ahí lo que pasó fue que la presión de la competencia me influenció e hizo que el combate se pusiera más cerrado».

Si hay que contar con algo por detrás de los resultados, hay que hablar del peso del equipo de atletas y entrenadores que trabajan en la lucha libre para conseguir éxitos como los de 2018.

«Somos muy unidos. Estamos constantemente dándonos apoyo y consejos para pulir los detalles. Además, como se sabe, este es un deporte individual pero se entrena en parejas, y por eso es muy productivo compartir entrenamiento con otra persona que esté tan enfocada como tú en salir delante.

«Ya los días de competencia nos turnamos para calentar y darnos ánimo. Cuando a alguno no le toca luchar, o ya lo hizo, se dedica a preparar a los otros».

A pesar de que la vida del deportista sea muchas veces interpretada desde fuera como un recorrido exclusivamente plagado de triunfos y derrotas, como ser humano les toca lidiar además con los mismos problemas y situaciones que al resto del mundo. Por ello cada quien tiene su forma de enfrentar esa realidad, y sin olvidarla, mantener bien definida la meta de una medalla

«Cada vez que tengo un campeonato, el que sea, cuando dejo mi casa ahí se quedan mis problemas. Cuando me toca viajar, decido dejarlos en Cuba, justo en la puerta de entrada del aeropuerto. Es verdad que es difícil irte sin saber si tu hijo está mejor de una enfermedad o si está comiendo bien, pero lo cierto es que con eso en la cabeza nadie puede luchar bien ni dar el máximo».

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