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Que el strike sea justo

Más de una vez los encargados de impartir justicia en situaciones parecidas han errado por exceso, defecto o emparejando sanciones injustamente. Esperemos que no sea el caso. El jueves, parece, se sabrá el veredicto

Autor:

Norland Rosendo

La serie semifinal entre el ganador Matanzas y Las Tunas fue intensa, jugada con alto voltaje, a pesar de la trifulca del octavo inning en el choque dominical, que seguro tendrá repercusiones disciplinarias además de las lógicas expulsiones «en caliente».

Ambos equipos se entregaron con todas sus herramientas para ofrecer un dual meet lo más digno posible en medio de un escenario epidemiológico complejo que ha tenido impacto en la calidad del juego durante una postemporada que suma más de un mes y aún no se sabe cuándo comenzará la final.

Quienes conocen de béisbol, saben que este «juega, para, juega, para…» siempre deja saldos negativos en el estado de forma, el ritmo y hasta en el espectáculo ofrecido. Pero, una vez más en esta inusual temporada, primó la entrega, el esfuerzo y el enfoque en la victoria.

Lo sucedido el domingo en el sexto partido, poco después del batazo decisivo de Erisbel Arruebarrena que quebró el empate a tres carreras, es una mala jugada que debe analizarse con ojos críticos, pero sensatos para adoptar sanciones ejemplarizantes y sobre todo, justas. A veces, hay atenuantes o agravantes detrás en un golpe dado o recibido, y estas no deben quedar fuera en el «juicio».

Concuerdo con quienes opinan que si el corredor Héctor Castillo hubiese sido expulsado inmediatamente después de su entrada violenta y poco deportiva en la intermedia, quizá (no puedo ser categórico) se hubieran evitado males mayores.

Ahora, toca juzgar y sancionar. Nada justifica un altercado así, que por momentos parecía una reyerta carnavalesca de rectos y ganchos al más burdo estilo callejero, con bancos vaciados y la mayoría, por suerte, tratando de separar más que golpeando.

Más de una vez los encargados de impartir justicia en situaciones parecidas han errado por exceso, defecto o emparejando sanciones injustamente. Esperemos que no sea el caso. El jueves, parece, se sabrá el veredicto.

Si con algún intercambio entre ambos equipos me quedo es con el saludo al término del juego. No es que ese gesto vaya a servir para «tirar la toalla» a los infractores, porque a las malas acciones hay que poncharlas siempre, pero sí es una acción que otras veces ha estado ausente como adelanto de que las tensiones se irían a extrainning.

Los deseos de ganar un juego, una serie, o de llegar quieto a una base no justifican acciones violentas, antideportivas. Que haya rivalidad siempre, pero nunca agresividad. Y después, que juzgue la mente fría, ajustada a la cordura, para que, sobre todo, eduque.v

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